Estados Unidos, frente a la vieja y la nueva Europa
El irritado comentario hecho el a?o pasado por el secretario de Defensa estadounidense, Donald Rumsfeld, sobre la "vieja y la nueva Europa" fue acertado, aunque no por los motivos que ¨¦l pensaba. ?l quer¨ªa referirse a las divisiones de Europa, pero el caso es que, este mes de mayo, 10 nuevos Estados se han incorporado a la Uni¨®n Europea. La Europa ampliada es verdaderamente una nueva Europa. ?Es eso motivo de preocupaci¨®n para Estados Unidos?
Cincuenta y cuatro a?os despu¨¦s del anuncio del Plan Schumann, que empez¨® a entrelazar las econom¨ªas de Francia y Alemania, la UE comprende hoy 25 pa¨ªses y una poblaci¨®n mayor que la de Estados Unidos. Ocho de los nuevos miembros son antiguos pa¨ªses comunistas, que vivieron encerrados tras el tel¨®n de acero durante casi medio siglo. Su deseo de entrar en la Uni¨®n es se?al del atractivo -el "poder blando"- que posee la idea de la unificaci¨®n europea.
Por supuesto, esta nueva Europa afronta numerosos problemas. La renta per c¨¢pita de los nuevos Estados es inferior a la mitad de la que poseen los 15 pa¨ªses a los que se unen. Se han expresado inquietudes sobre la llegada de mano de obra barata. Sin embargo, los ¨ªndices de crecimiento del PIB en los nuevos miembros son el doble de los de los pa¨ªses originales, y eso puede representar un est¨ªmulo prometedor para unos mercados laborales estancados y unas econom¨ªas aletargadas.
Las perspectivas pol¨ªticas son algo m¨¢s problem¨¢ticas. Est¨¢n en marcha negociaciones para revisar el borrador de la Constituci¨®n europea. A algunos ciudadanos les preocupa que, con la Constituci¨®n, las instituciones puedan desarrollar el proceso de integraci¨®n m¨¢s y m¨¢s r¨¢pido de lo que la opini¨®n p¨²blica en los Estados miembros est¨¢ dispuesta a tolerar. La falta de apoyo ciudadano podr¨ªa generar el rechazo a la Constituci¨®n en pa¨ªses como Gran Breta?a, que han prometido celebrar referendos antes de poner en vigor las nuevas disposiciones.
Al otro lado del Atl¨¢ntico, la mayor¨ªa de los estadounidenses (los que prestan atenci¨®n) aprueban estos cambios. Pero algunos expresan su inquietud ante la posibilidad de que la nueva Europa se defina en oposici¨®n a Estados Unidos. No s¨®lo causan alarma los comentarios de dirigentes franceses de que hay que volver a crear un mundo multipolar, sino que los ¨²ltimos sondeos de opini¨®n muestran un descenso de la popularidad de Estados Unidos entre los europeos y el deseo de tener pol¨ªticas m¨¢s independientes.
La guerra de Irak le ha salido cara al poder blando de Estados Unidos, que ha perdido una media de 30 puntos porcentuales de capacidad de atracci¨®n en Europa, incluidos pa¨ªses como Gran Breta?a, Espa?a e Italia, cuyos Gobiernos apoyaron la guerra. Las fotograf¨ªas recientes de los presos que sufrieron malos tratos y degradaciones sexuales en el campo de Abu Ghraib han a?adido le?a al fuego. Ahora, algunos neoconservadores estadounidenses son partidarios de que Estados Unidos abandone su apoyo hist¨®rico a la integraci¨®n europea.
Semejante giro pol¨ªtico ser¨ªa un grave error. No s¨®lo aumentar¨ªa el antiamericanismo y fracasar¨ªa en sus objetivos, sino que supondr¨ªa dar demasiada importancia al papel que desempe?a la oposici¨®n a Estados Unidos en la formaci¨®n de la nueva Europa. Por ejemplo, en Francia puede haber toda la ret¨®rica que se quiera, pero las pol¨ªticas y las actitudes de pa¨ªses como Gran Breta?a y Polonia demuestran que es posible mantener buenas relaciones entre las dos orillas. En realidad, la ampliaci¨®n de la UE no aumentar¨¢, sino que reducir¨¢ el riesgo de divisi¨®n entre Estados Unidos y Europa.
Adem¨¢s, existen varias razones objetivas por las que es poco probable que las fricciones actuales entre Europa y Estados Unidos desemboquen en divorcio. Para empezar, la guerra de Irak, que ha provocado las divisiones, es quiz¨¢ el ¨²ltimo acto del siglo XX, y no un augurio para el XXI. El unilateralismo de Estados Unidos no es tan visible en otros lugares conflictivos del planeta como Corea del Norte e Ir¨¢n, tanto por los costes de la guerra en Irak como por las circunstancias reales de esas otras regiones.
Al mismo tiempo, aunque la amenaza contra la seguridad com¨²n que representaba la Uni¨®n Sovi¨¦tica ha desaparecido, Estados Unidos y Europa se enfrentan a una nueva amenaza com¨²n, la del terrorismo radical de la yihad. Ning¨²n lado del Atl¨¢ntico es inmune a la amenaza, pese a los esfuerzos de Osama Bin Laden para crear una brecha entre las dos orillas. Para enfrentarse al terrorismo transnacional es preciso que haya una estrecha cooperaci¨®n civil en aspectos como compartir las informaciones recibidas, la labor policial al otro lado de las fronteras y el seguimiento de los movimientos de dinero. Y estas formas de cooperaci¨®n han sobrevivido a las divisiones a prop¨®sito de Irak.
Asimismo, Europa y Estados Unidos poseen una misma estructura de intereses econ¨®micos y valores. Aunque el comercio siempre produce fricciones en las democracias, tambi¨¦n aumenta la riqueza. Si se observan las inversiones exteriores directas, es evidente que las dos orillas del Atl¨¢ntico est¨¢n muy integradas.
En cuanto a los valores, aunque existen ciertas diferencias entre Europa y Estados Unidos, en el plano fundamental de la democracia y los derechos humanos no hay dos zonas del mundo que tengan m¨¢s en com¨²n. Como conclu¨ªa el escritor Robert Kagan en su revisi¨®n del libro en el que hab¨ªa declarado que los europeos eran de Venus y los estadounidenses de Marte, si Estados Unidos busca la legitimaci¨®n democr¨¢tica de sus pol¨ªticas y su propia imagen, no puede librarse de Europa.
En resumen, que la vieja y la nueva Europa est¨¦n convirti¨¦ndose en una sola es bueno para los estadounidenses y para todo el mundo. Todos podemos beneficiarnos del poder blando de una Europa ampliada
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