Atrapado 40 a?os en Corea del Norte
El soldado norteamericano Jenkins desert¨® en 1965; hoy teme que EE UU le someta a juicio y se niega a abandonar Pyongyang
El caso del desertor Charles Robert Jenkins no tiene f¨¢cil soluci¨®n. Ni para su familia, escindida entre Corea del Norte y Jap¨®n, ni para el primer ministro japon¨¦s, Junichiro Koizumi, que no ha logrado convencerlo para que se trasladara con sus dos hijas al pa¨ªs del Sol Naciente, donde vive su esposa y madre de las j¨®venes. Ni siquiera es f¨¢cil para las autoridades de EE UU. A pesar de la llamada telef¨®nica de Koizumi al presidente Bush, al que intent¨® arrancar el perd¨®n para Jenkins, las autoridades de EE UU se ven obligadas a pedir su extradici¨®n si Jenkins se instala en Tokio porque los abusos y torturas sufridas por los presos iraqu¨ªes en su pa¨ªs a manos de tropas norteamericanas ha llevado a la opini¨®n p¨²blica a exigir que se juzgue a los militares culpables de esos y otros delitos.
Es una situaci¨®n bien dif¨ªcil para el propio Jenkins, que podr¨ªa ser juzgado en consejo de guerra por deserci¨®n en tiempos de paz y cumplir una pena de cinco a?os en una prisi¨®n estadounidense a sus 64 a?os. Jenkins est¨¢ en el ojo del hurac¨¢n porque en 1965, con 24 a?os y cuando era un sargento que patrullaba la zona desmilitarizada en la frontera entre las dos Coreas, cambi¨® de bando al abandonar su Ej¨¦rcito y refugiarse en el Norte.
El joven ex militar se gan¨® la vida con clases de ingl¨¦s, en las que conoci¨® a la alumna que en 1980 se convertir¨ªa en su esposa, Hitomi Soga, una japonesa que hab¨ªa sido secuestrada por agentes norcoreanos en 1978, al igual que su propia madre y unos 400 compatriotas suyos para que ofreciera informaci¨®n de su idioma y pa¨ªs, ¨²til para entrenar esp¨ªas de Corea del Norte. Adem¨¢s del trabajo de profesor de ingl¨¦s, Jenkins, siempre seg¨²n fuentes estadounidenses, actu¨® en pel¨ªculas de propaganda en las que lleg¨® a encarnar papeles con los que transmit¨ªa a los norcoreanos la maldad de su antigua patria.
Todo iba bien en su vida profesional y privada, en la que tuvo dos hijas con su esposa, hasta que su mujer regres¨® a Jap¨®n en octubre de 2002, un mes despu¨¦s de que Koizumi celebrara una primera cumbre hist¨®rica con el l¨ªder comunista norcoreano, Kim Jong II. Hitomi Soga, 45 a?os, fue uno de los cinco secuestrados a los que Pyongyang permiti¨® viajar "temporalmente" a Jap¨®n, donde se qued¨® a vivir, como hicieron sus ex compa?eros, algo que para Corea del Norte fue una ruptura del acuerdo alcanzado con Koizumi.
Por ello, Corea del Norte trat¨® como rehenes a los familiares de los ex secuestrados, que permanecieron en Corea del Norte con la esperanza de que su separaci¨®n fuese breve. Koizumi viaj¨® el pasado 22 de mayo a Pyongyang, donde se reuni¨® por segunda vez con Kim Jong II, y regres¨® a casa con cinco de los ocho familiares de los ex secuestrados. Pero esa oferta fue rechazada por Jenkins y sus hijas, Mika, de 20 a?os, y Belinda, de 18, estudiantes de universidad.
Tras la cumbre, Koizumi se entrevist¨® con Jenkins y sus hijas en Pyongyang, donde le tendi¨® una nota escrita en ingl¨¦s en la que le dec¨ªa que le garantizar¨ªa que no ser¨ªa entregado a EE UU sin el consentimiento de Jap¨®n. Pero el ex militar estadounidense replic¨® que deseaba que fuera el Gobierno estadounidense quien se lo asegurara. Koizumi le subray¨® que "se esforzar¨ªa en que no fuera entregado, para lo que intentar¨ªa convencer a EE UU". El Gobierno japon¨¦s dijo que instar¨ªa, de nuevo, al de EE UU para que tratara este caso con "una consideraci¨®n especial", que incluya una amnist¨ªa, pero el Departamento de Estado se apresur¨® a recordar que Jenkins "sigue estando sujeto al C¨®digo de Justicia Militar y que ha sido acusado de delitos extremadamente graves", por lo que "el caso debe resolverse con una acci¨®n acorde con el c¨®digo".
Cuando en una reciente rueda de prensa, Soga supo que su marido y sus hijas no viajaban a Tokio, se derrumb¨®. A Jenkins s¨®lo le queda la esperanza de un indulto o de que sea cierto que los delitos de deserci¨®n caducan a los 40 a?os en EE UU, lo que para ¨¦l se cumple en 2005.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.