El bibi
Las farmacias, que forman parte del sistema sanitario espa?ol, han logrado conseguir en los ¨²ltimos a?os formar parte del sistema comercial de los grandes almacenes. En parte se han convertido en una de las ¨¢reas, de las grandes, y no tan grandes, superficies. Y lo han conseguido sin perder su condici¨®n de facultativos. Pueden expender y facilitar colonia y potitos con su titulaci¨®n universitaria, y como si fueran dependientes de estas superficies, con la misma seguridad que facilitan los medicamentos que prescribe el m¨¦dico para las enfermedades m¨¢s severas. Lo ganan por todos lados. Por eso no se entiende mucho que, alcanzado el alto y variado nivel de ventas y de ingresos por casi todo lo que quepa en su botica, una farmac¨¦utica de Cartaya se niegue a vender un biber¨®n para un peque?o de cinco meses. Dice que estaba de guardia. Y en guardia, por lo visto, s¨®lo se pueden vender medicamentos con receta. Lo dice una Real Orden de 1928. En ella se ha amparado el juzgado para desestimar la demanda de ese padre que quer¨ªa darle el bibi a su ni?o y dormir a pierna suelta. La farmac¨¦utica de d¨ªa puede vender biberones y potitos. De noche, no. Pues, nada, que hay que entender que sin receta y en horas de guardia, no hay bibi. El ni?o, el padre y los vecinos que esperen a la salida del sol. Mayor estupidez imposible. Ni las farmacias como oficinas, y tal como est¨¢n dise?adas hoy, responden al concepto que de ellas se ten¨ªa en la Real Orden, ni el m¨¢s m¨ªnimo sentido puede proteger que una persona, facultativa o no, que no facilita el bibi al peque?o, y tenga que esperar una noche para tragar.
Este comportamiento, por cualquier lado que se mire, adem¨¢s de ser una estupidez, es un abuso. No se puede ser un comercio que compita con las tiendas al uso y, al mismo tiempo, negarse a vender un producto que puede acallar el hambre y el llanto de un beb¨¦. Una situaci¨®n que, una vez m¨¢s, pone de relieve que determinadas actividades, grupos o gremios, pueden seguir haciendo lo que les venga en gana. Ayer fue un preservativo y la p¨ªldora del d¨ªa despu¨¦s, ampar¨¢ndose en la conciencia y, hoy, un bibi ampar¨¢ndose en la Real Orden de su gana. Ma?ana, no sabemos. En fin, ahora que se anuncian tantos cambios legislativos, a lo mejor hab¨ªa que darse una vuelta por las leyes de comienzos del siglo pasado, y actualizarlas a la realidad social que se vive.
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