El agua es un derecho
?Cu¨¢nto tiempo tendremos que seguir aceptando que 1.200 millones de personas no tengan acceso a agua potable que no suponga riesgo para la salud y que casi 2.400 millones de personas carezcan de los servicios de sanidad b¨¢sicos? ?Es razonable mantener una situaci¨®n en la que cinco millones de personas, principalmente mujeres y ni?os, mueren cada a?o por enfermedades relacionadas con el agua que pueden prevenirse en la mayor¨ªa de los casos? Hace unos meses inaugur¨¦ el nuevo pozo de agua del pueblo de Riku, en la provincia de Yatenga, en Burkina Faso, que Cruz Verde hab¨ªa contribuido a financiar. Los 2.000 vecinos del pueblo se hab¨ªan congregado para esta ceremonia porque sab¨ªan que el agua potable de la que ahora dispon¨ªan cubrir¨ªa parte de sus necesidades b¨¢sicas. Toda mi vida recordar¨¦ la felicidad que hab¨ªa en los ojos de aquella ni?a cuando bebi¨® por primera vez el agua limpia y transparente de este pozo.
En el Tercer Mundo, la idea de dar por descontado que se dispondr¨¢ de agua es algo inimaginable
"El agua es vida" es un estribillo que suena en todo el mundo. Para muchas personas del mundo "desarrollado", el agua es eso que sale del grifo, fluye bajo un puente o llena una piscina; sabemos que es necesaria para beber, para ba?arse y para cocinar, pero damos por descontado que estar¨¢ siempre all¨ª, lista para su uso. En el mundo en v¨ªas de desarrollo, la idea de dar por descontado el agua es, justificadamente, algo inimaginable, porque la relaci¨®n entre agua y vida sigue siendo n¨ªtida y resuena en el llanto de un ni?o enfermo, en la lucha cotidiana de una madre o en la desesperanza de un agricultor arruinado por la sequ¨ªa o la inundaci¨®n. El agua, tan simple, tan bella en sus distintas formas naturales y tan esencial, es un s¨ªmbolo de purificaci¨®n y abastecimiento en muchas religiones y culturas, y est¨¢ considerada como algo de lo que debemos regocijarnos. Pero para millones de personas el agua es en realidad una pesadilla. Propaga la enfermedad, provoca inundaciones, lleva horas ir a buscarla, es cara, hace que proliferen los mosquitos y, lo peor de todo, a veces no hay nada.
En la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Sostenible de 2002 en Johanesburgo qued¨® muy claro que el agua ha escalado varios puestos en las agendas internacionales y que la urgente necesidad de abordar la crisis del agua es uno de los temas en los que est¨¢n de acuerdo todas las naciones y partes implicadas. Los gobiernos se han comprometido a cumplir los Objetivos para el Agua del Milenio de reducir a la mitad la proporci¨®n de personas sin agua potable y servicios b¨¢sicos de alcantarillado para 2015. La ONU ha declarado oficialmente que el agua es un derecho humano. Y la Comunidad Mundial del Agua se est¨¢ convirtiendo en una coalici¨®n din¨¢mica que incluye a ONG, organizaciones intergubernamentales (OIG), juristas, t¨¦cnicos y grupos de base de la sociedad civil. Pero, aunque puede que hayamos empezado a ser conscientes de ella, no estamos abordando actualmente la crisis del agua. Cubrir los mencionados objetivos en 2015 nos ofrece la oportunidad de lograr uno de los mayores avances humanitarios de la historia, un avance que mejorar¨¢ radicalmente las vidas de miles de millones de personas. Pero esto solamente ser¨¢ posible con una aut¨¦ntica solidaridad internacional y el compromiso de todas las partes. Los pa¨ªses ricos tienen que dedicar m¨¢s fondos y asistencia t¨¦cnica al sector del agua. Los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo tienen que dar prioridad al agua y llevar a cabo reformas esenciales en su gesti¨®n. Y todos necesitamos que se incrementen la participaci¨®n p¨²blica y la transparencia. En el III F¨®rum Mundial del Agua, en marzo de 2003, me llen¨® de asombro el contraste entre la energ¨ªa y las iniciativas de los miles de profesionales esforzados y los representantes de la sociedad civil, y la absoluta falta de compromiso de los gobiernos de la conferencia ministerial paralela.
Los m¨²ltiples compromisos para el agua de los ¨²ltimos a?os tienen que materializarse en planes reales; estructurados; integrados a nivel local, nacional e internacional, y respaldados por la financiaci¨®n necesaria. "Los pa¨ªses tienen que duplicar con creces su gasto en proyectos para agua y proyectos sanitarios, desde 13.000 millones de euros a 28.000 millones, para poder alcanzar los objetivos de reducir a la mitad la proporci¨®n de personas sin acceso a agua potable que no suponga riesgo para la salud y servicios b¨¢sicos sanitarios para 2015... Por m¨¢s necesarias que sean para el progreso una determinaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s fuerte e instituciones m¨¢s eficaces, ¨¦stas tienen que ir emparejadas con recursos financieros adicionales", afirm¨® Jos¨¦ Antonio Ocampo, subsecretario general de la ONU para Asuntos Sociales y Econ¨®micos, en la Comisi¨®n de Desarrollo Sostenible, en abril de 2004. Estas necesidades financieras deben compararse con los 750.000 millones de euros de gasto militar anual de Estados Unidos. En realidad, los pa¨ªses donantes, con muy escasas excepciones, han ido reduciendo progresivamente sus presupuestos para ayuda al desarrollo durante la ¨²ltima d¨¦cada. Peor a¨²n: la parte de esta ayuda que est¨¢ siendo utilizada para atajar la crisis del agua y el alcantarillado es el 25% menor de lo que era en 1998, y s¨®lo el 40% de esta cantidad va a la gente que m¨¢s lo necesita: los desesperadamente pobres y marginados de las zonas rurales y las barriadas m¨¢s pobres del mundo. Esto es inaceptable.
La gente tiene que darse cuenta del alcance de la crisis global del agua y de los riesgos que entra?a para la seguridad y la salud en todo el mundo, y exigir que sus gobiernos hagan algo al respecto. Ciertamente hay un potencial de violencia en relaci¨®n con la crisis mundial del agua. Aunque no nos acechen guerras del agua en un futuro muy pr¨®ximo, los conflictos relacionados con ella no necesitan asumir las caracter¨ªsticas de la guerra para ser debilitantes e incluso violentos. Pueden producir encono entre grupos ¨¦tnicos, encender la llama entre agricultores e industriales vecinos, y provocar p¨¦rdida de confianza entre el pueblo y su Gobierno. Cuando existen conflictos de agua entre estados soberanos, las v¨ªctimas pueden no perecer en un campo de batalla claramente discernible, pero ser¨¢ la gente y la corriente de agua en s¨ª los que sufrir¨¢n las consecuencias de la falta de cooperaci¨®n o comunicaci¨®n entre los que comparten una cuenca. El agua es una causa en potencia de tensi¨®n, pero tambi¨¦n, y esto es m¨¢s importante, una poderosa fuente de cooperaci¨®n. Sin embargo, muchas disputas de anta?o sobre el agua siguen sin resolverse y la creciente demanda de unos recursos finitos de agua dulce eleva el riesgo de futuros conflictos. La gesti¨®n sostenible de los 263 r¨ªos o lagos que ba?an m¨¢s de una frontera y los centenares de acu¨ªferos, cuyas cuencas comprenden m¨¢s de la mitad del territorio y la poblaci¨®n del mundo, es de importancia estrat¨¦gica para el futuro inmediato y tambi¨¦n a largo plazo.
La gesti¨®n sostenible de los recursos acu¨ªferos que ba?an m¨¢s de una frontera exige que las naciones compartan los beneficios del agua entre las naciones, en vez de concentrarse en reivindicaciones polarizadas acerca de ¨¦sta. Es necesario equilibrar los consumos contrapuestos de los recursos de las cuencas de los r¨ªos y los acu¨ªferos -especialmente el consumo aguas arriba y aguas abajo- de forma transparente y participativa para lograr un desarrollo sostenible local y regional. ?sta es una tarea extremadamente compleja y, en las principales cuencas de r¨ªos internacionales, las negociaciones pueden necesitar d¨¦cadas y costar muchos millones de euros, como ya se ha comprobado en los casos del Rin y del Indo. Desgraciadamente, la legislaci¨®n internacional y el apoyo internacional para la cooperaci¨®n en cuencas que ba?an m¨¢s de una frontera son insuficientes en la actualidad para hacer frente a estos desaf¨ªos.
No podemos sentarnos a esperar que los gobiernos emprendan acciones contundentes. La sociedad civil tiene que marcar la pauta. Aunque se estanque la toma de decisiones multilateral entre los gobiernos, la interacci¨®n e interdependencia de las personas de todo el mundo legitimar¨¢n cada vez m¨¢s el lanzamiento de iniciativas globales de los ciudadanos. En el foro Di¨¢logos sobre la Tierra, que celebramos en Ly¨®n en febrero de 2002, Cruz Verde y otros participantes inauguramos una petici¨®n internacional para respaldar la negociaci¨®n de una Convenci¨®n Global del Agua. Miles de personas de todos los continentes han puesto ya su firma a favor de esta iniciativa. En el F¨®rum de Barcelona, Cruz Verde y sus asociados facilitar¨¢n la II Asamblea Mundial de Sabios del Agua. Los sabios, que vienen de todas partes del mundo en la misma proporci¨®n de hombres y de mujeres, y representan una gran variedad de profesiones, adoptar¨¢n los principios fundamentales de un convenio global sobre el derecho al agua. El agua como derecho humano; el derecho a agua suficiente, a agua pura; los principios de sostenibilidad y precauci¨®n, de equidad y diferenciaci¨®n; los principios de participaci¨®n y transparencia, tienen que ser reconocidos dentro del marco de la convenci¨®n internacional y llevados a la pr¨¢ctica.
Este texto comenzar¨¢ su vida como una contribuci¨®n de los ciudadanos; pero, con el peso de muchos miles de firmas de ciudadanos del mundo y de cientos de expertos respetados que est¨¢n detr¨¢s de este documento, tenemos la esperanza de que sus t¨¦rminos sean pronto aceptados tambi¨¦n por los gobiernos, las instituciones financieras y las organizaciones internacionales, y de que sea ratificado por los estados para que el derecho al agua sea una realidad para todos. Nunca se debe minusvalorar la fuerza de los movimientos ciudadanos cuando se utilizan de forma eficaz. Recuerden que, hace solamente unos a?os, los estados soberanos accedieron a negociar el acuerdo de prohibici¨®n de minas terrestres s¨®lo gracias a la presi¨®n de los movimientos de la sociedad civil. Sin agua, la gente no tiene nada, y no se puede esperar que la gente que no tiene nada se conforme con este estado de cosas. Es un asunto de seguridad que hay que abordar con urgencia o seguir¨¢ aumentando el potencial de ruptura y conflicto social. Por ser un recurso que trasciende las fronteras de lo pol¨ªtico y administrativo, el agua dulce debe ser compartida entre los individuos, los sectores econ¨®micos, las jurisdicciones interestatales y las naciones soberanas, al tiempo que se respeta la necesidad de la sostenibilidad medioambiental. Si la comunidad internacional llegara a movilizarse aut¨¦nticamente para resolver la crisis del agua de acuerdo con estos principios fundamentales, supondr¨ªa un paso adelante esencial en la lucha para alcanzar este objetivo. El agua tiene el poder de mover a millones de personas. Dejemos que nos mueva en la direcci¨®n de la paz y de un futuro mejor.
Bertrand Charrier es vicepresidente de Cruz Verde Internacional y director del di¨¢logo El agua: vida y seguridad. Traducci¨®n de News Clips.
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