Estad¨ªstica o tragedia
En tiempos de Stalin, hubo linotipistas que no dejaron pasar la ocasi¨®n de convertir al dictador sovi¨¦tico en un me¨®n (ssalin) o un cag¨®n (sralin) o de rebautizar Stalingrado como Stalin gad, que significa "Stalin reptil". Como consecuencia de ello, las erratas fueron declaradas "incursiones de la clase enemiga" y, para poder identificar y fusilar a los responsables, se hizo obligatorio que las fes de erratas incluyeran junto a cada una de ¨¦stas el nombre de la persona que la hab¨ªa cometido. Lo cuenta el historiador Donald Rayfield en Stalin y los verdugos, y Martin Amis nos lo habr¨ªa podido recordar en Koba el Temible si su libro se hubiera publicado con posterioridad al de Rayfield. Digo esto porque en el libro de Amis se alude, por ejemplo, a una reflexi¨®n de Nadezda Mandelstam seg¨²n la cual el verbo "escribir" adquiri¨® en los a?os treinta el significado de informar, denunciar, enviar a alguien al pared¨®n de fusilamiento o al gulag.
KOBA EL TEMIBLE
Martin Amis
Traducci¨®n de Antonio-Prometeo Moya
Anagrama. Barcelona, 2004
322 p¨¢ginas. 17 euros
Si la reflexi¨®n de Mandelstam tiene cabida en Koba el Temible, tambi¨¦n el dato aportado por Rayfield podr¨ªa tenerla, porque el libro es en gran parte una colecci¨®n de observaciones, testimonios y apuntes ordenados alrededor de una idea central: la de los inimaginables extremos que el totalitarismo estalinista fue capaz de alcanzar. De hecho, Koba el Temible puede leerse como un rompecabezas cuyas piezas est¨¢n condenadas a encajar. Ninguna de esas piezas sobra, ninguna est¨¢ fuera de lugar, y acaso esto refleje esa "perfecci¨®n negativa del estalinismo" de la que habla el propio Amis. Hay algo obsesivo en Koba el Temible, pero es dif¨ªcil que no lo haya en un libro sobre Stalin. ?Cu¨¢l de sus muchos millones de v¨ªctimas no merece que su historia sea contada? ?A cu¨¢l de ellos sustraer su dosis de tragedia y relegarlo a la simple estad¨ªstica?
Podr¨ªa decirse que la parte principal del libro es una biograf¨ªa de Stalin. Pero podr¨ªa tambi¨¦n decirse que es un tratado de historia de la URSS entre 1929 y 1953. Cualquiera de las dos definiciones ser¨ªa v¨¢lida, porque en este caso biograf¨ªa individual e historia colectiva son inseparables. No se puede contar la vida de Stalin sin contar las hambrunas, las colectivizaciones forzosas, las purgas, los juicios-farsa, etc¨¦tera, y ¨¦stos no pueden ser contados sin contar la vida del hombre que gestion¨® tan variadas formas de terror. Pero para Amis el terror estalinista no respondi¨® al capricho de una mente enferma, sino que se trataba de una perversi¨®n digamos estructural. De ah¨ª su condena de Lenin y de Trotski, que conceb¨ªan el terror como un poderoso medio de hacer pol¨ªtica y cooperaron en la creaci¨®n del estado policial del que luego se servir¨ªa Stalin. De ah¨ª tambi¨¦n algunas de las pol¨¦micas que siguieron a la publicaci¨®n del libro en el Reino Unido.
Amis no oculta que su documentaci¨®n procede siempre de fuentes indirectas (lo que no le impide despachar de un plumazo algunas de las m¨¢s repetidas hip¨®tesis sobre Stalin, como su colaboraci¨®n juvenil con la polic¨ªa secreta zarista o su implicaci¨®n en la muerte de Gorki). Eso podr¨ªa descalificar la obra si ¨¦sta fuera una biograf¨ªa al uso. Pero est¨¢ claro que Koba el Temible no lo es, y lo que su autor propone al lector es un di¨¢logo con otros libros: con El gran terror, de Robert Conquest (no publicado en Espa?a), con el autobiogr¨¢fico Contra toda esperanza, de Nadezda Mandelstam (publicado hace a?os pero inencontrable), con Archipi¨¦lago Gulag, de Alexandr Solzhenitsin...
Tambi¨¦n con las Memorias de Kingsley Amis (otro libro desconocido para el lector espa?ol) y con sus propias memorias, Experiencia, vertebradas en gran medida por su no siempre sencilla relaci¨®n con su padre. Precisamente, la militancia comunista de Kingsley Amis entre 1941 y 1956 parece estar en el origen de la redacci¨®n de Koba el Temible, un libro al que s¨®lo puede reprocharse que deje sin respuesta la pregunta que lo motiva y justifica: la de por qu¨¦ un escritor como Kingsley Amis pudo sentirse seducido por el comunismo en la ¨¦poca de Stalin. Pero tal vez esta pregunta deber¨ªa hacerse extensiva a las dos o tres generaciones de intelectuales que abrazaron la fe comunista durante el sangriento cuarto de siglo de poder estalinista, y en tal caso no estar¨ªa mal echar un vistazo a lo que, por ejemplo, escribi¨® Fran?ois Furet en El pasado de una ilusi¨®n.
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