Negros y blancos
Las escuelas p¨²blicas de Chicago se encuentran entre las peores de la Estados Unidos. Los ni?os negros de los barrios humildes acuden en gran n¨²mero a las escuelas parroquiales cat¨®licas de la di¨®cesis de Chicago. Los peque?os aprenden con ¨¦xito, pero la eficacia de dichas escuelas est¨¢ en peligro, porque los padres negros de esos ni?os no pueden afrontar los modestos gastos que les suponen un sacrificio real. Chicago, en donde la mayor¨ªa de los votantes son negros, tiene dos opciones: emitir cheques que permitan a los negros enviar a sus hijos a una escuela parroquial donde aprendan algo, o liquidar paulatinamente las escuelas p¨²blicas gratuitas, dadas las carencias econ¨®micas de los padres negros a la hora a pagar tasas acad¨¦micas. Diferente es la situaci¨®n de los ni?os de padres blancos. Los blancos ricos o pobres de Chicago ya hace mucho tiempo que se olvidaron de la escuela p¨²blica y se trasladaron a barrios perif¨¦ricos con escuelas decentes, o env¨ªan a sus hijos a escuelas privadas con est¨¢ndares, disciplina y aprendizaje. As¨ª describe Peter F. Drucker la situaci¨®n escolar en aquella importante ciudad norteamericana en su libro "Las nuevas realidades"; un libro publicado en 1989 en Madrid, Barcelona, Buenos Aires, Par¨ªs, Frankfurt, Roma, Nueva York, Londres..., y en diversos idiomas. Su lectura es recomendable en la Columbia Brit¨¢nica, en el Pa¨ªs Valenciano y en la Mongolia Exterior. Drucker escribe para un mundo global y globalizado, con problemas sociales similares en el ¨¢mbito de la econom¨ªa, del desarrollo, de la informaci¨®n, de la ecolog¨ªa o de la educaci¨®n. Intenta el autor provocar un debate sereno sobre temas sociales, pol¨ªticos y econ¨®micos, seg¨²n se indica en la contraportada, e indica que debemos utilizar ante los problemas los dos lados del cerebro: la racionalidad y la percepci¨®n. Cuanto indica sobre la situaci¨®n escolar en Chicago, puede encontrarlo el lector en el cap¨ªtulo XVI, en la cuarta parte del ensayo; un cap¨ªtulo que habla de realidades educativas, de la ense?anza americana y sus prioridades, de la ense?anza como aprendizaje, de los requerimientos que exige la escuela en el siglo XXI. Aqu¨ª, y menos en materia de educaci¨®n, el libro de Drucker no abri¨® un debate sereno en torno al modelo de escuela o del sistema escolar, por ejemplo. Ni se utilizaron la racionalidad o la percepci¨®n de la realidad educativa y social a la hora de redactar la gran reforma, que debi¨® de ser y no fue, la reforma de la Logse. Ni tampoco se utilizaron cuando se redact¨® la Loce que, junto al intento de suavizar la Logse, clericalizaba en cierta manera la escuela p¨²blica: algo a lo que ya se opuso el emperador austriaco Jos¨¦ II durante el siglo XVIII, o Napole¨®n en sus Grandes ?coles antes ser emperador. Y uno y otro intentaron proporcionar una escuela que permitiera la movilidad sociales de los j¨®venes plebeyos, una escuela no destinada a los hijos de arist¨®cratas o ricos burgueses de la ¨¦poca. La Logse tiene un excesivo parentesco peyorativo con la escuela p¨²blica americana a partir de los a?os sesenta; la Loce posee reminiscencias jesu¨ªticas, que tanto desagradaban a Napole¨®n I y Jos¨¦ II. Ni racionalidad, ni percepci¨®n de la realidad social escolar, como propone Drucker. Y as¨ª nos va: con una situaci¨®n en el ¨¢mbito de las escuelas cada vez m¨¢s parecido al de Chicago, con reformas in¨²tiles y contrarreformas tambi¨¦n in¨²tiles, en medio de llamamientos, a los padres de negros y blancos, a la normalidad y la calma por parte de la autoridades educativas.
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