El laberinto lorquiano
Este montaje coreogr¨¢fico-teatral inspirado libremente en la pieza de teatro Yerma, de Federico Garc¨ªa Lorca, cay¨® de rebote en el repertorio de la Compa?¨ªa Andaluza de Danza, pues en realidad se gest¨® como una producci¨®n de la compa?¨ªa privada de Cristina Hoyos con el concurso de Jos¨¦ Carlos Plaza en la direcci¨®n. Despu¨¦s, al ser nombrada Hoyos directora de la agrupaci¨®n titular b¨¦tica, conserv¨® montaje y algunos elementos humanos del ambicioso proyecto veraniego, concebido para el Teatro del Generalife en la tercera temporada de actividades estivales (hubo una primera poco rese?able y en la segunda estuvo la CAD, entonces dirigida por Jos¨¦ Antonio, con Bodas de sangre, de Gades). Naturalmente, el resultado en un teatro convencional de herradura como el Espa?ol madrile?o es desigual, y as¨ª sobran efectos de luz, humo y sonido que probablemente en el otro formato estar¨ªan justificados.
Yerma
Coreograf¨ªa: Cristina Hoyos. M¨²sica: Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez. Escenograf¨ªa y luces: Paco Leal. Vestuario: Pedro Moreno. Cantaora: Ana Ram¨ªrez. Gui¨®n, dramaturgia y direcci¨®n esc¨¦nica: Jos¨¦ Carlos Plaza. Compa?¨ªa Andaluza de Danza. Teatro Espa?ol. Madrid, 5 de junio.
Esta Yerma evidencia el gran dilema y la contradicci¨®n entre el tiempo coreogr¨¢fico y el tiempo narrativo, padece una pomposidad coral que tampoco se atiene a las se?as de intimidad expresiva que marca Garc¨ªa Lorca y que son los ejes de la tensi¨®n, del drama. La dramaturgia es confusa y cuesta seguir el argumento a pesar de saberse de memoria. ?Y por qu¨¦ trat¨¢ndose de la m¨¢s dura e ingrata de las grandes obras dram¨¢ticas del poeta? Pues porque falta hilado fino entre las escenas, hay exceso de oscuros y de transiciones bruscas; hay una amplificaci¨®n brutal y tosca del sonido (m¨²sica y taconeo) y, sobre todo, se hacen demasiado evidentes las deudas est¨¦ticas y formales a la Medea de Granero y Narros (escena, traje de la Vieja Pagana, atm¨®sfera de inspiraci¨®n cl¨¢sica) y a Bodas de sangre de Gades (nana, b¨²squeda al son de los pitos, muerte). Cuesta trabajo ser original, pero el acto moral de la coreograf¨ªa lo exige.
Pero lo que se ve ni es cre¨ªble ni es lorquiano, es todo tan ampulosamente tenso y pretencioso (intentando ser a la vez muy moderno pero muy de la tierra) que se verifica aquello de que en la danza esc¨¦nica, y en el ballet flamenco en particular, casi siempre menos es m¨¢s. Y ¨¦sa es una de las grandes lecciones de Gades (tambi¨¦n estaba en el ideario de Antonia Merc¨¦ y de Vicente Escudero: pero el arte de no escuchar al pasado en lo esencial es end¨¦mico a la danza espa?ola de todos los tiempos).
La plantilla del la CAD sigue teniendo br¨ªo, calidad en la ejecuci¨®n y destaca del resto Jos¨¦ Luis Vidal (El Lebri) y la propia Cristina Hoyos en unos bailes introspectivos, fuertes, demostrativos de su poso, pero a¨²n demasiado largos y robando protagonismo a la torturada hero¨ªna, una Yerma que se agita contra s¨ª misma pero que finalmente no cuaja. Y es desde todo punto de vista desafortunado el cerrar la funci¨®n con corrillo y sevillanas como si aquello fuera un tablao, borrando de un plumazo lo poco de drama que se alcanz¨® en algunos recitados, aisladamente.
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