Treinta y tantos

La noruega Rebekka Bakken acaba de cumplir 34 primaveras y padece en carnes las tribulaciones propias de la edad; ya saben, la constataci¨®n de que el amor es un bien tan fr¨¢gil como ef¨ªmero o la perplejidad ante el empe?o de la vida por pisar el acelerador sin que nadie se lo haya reclamado. Un cierto aire confesional preside por ello las cr¨®nicas musicales de esta extraordinaria cantante, una mujer atractiva y de equ¨ªvoca apariencia indulgente que encierra un torrente de pasiones, dolores y desenga?os en sus cuerdas vocales.

Hay quien ha querido ver en Bakken una Diana Krall n¨®rdica, otro rostro delicadamente hermoso en el que depositar las esperanzas del nuevo jazz vocal. En realidad, la filiaci¨®n jazz¨ªstica de esta mujer es discutible: ella mismo s¨®lo admite el ascendente est¨¦tico y sentimental de Bob Dylan, y esa mezcla de ternura y crudeza en su voz remite a nombres como los de Joni Mitchell, Rickie Lee Jones o incluso Marianne Faithfull.

Arranc¨® el concierto con If only, una reflexi¨®n sobre los inconvenientes de crecer que tambi¨¦n sirve para abrir su primer trabajo internacional en solitario, The art of how to fall. Ese mismo tono absorto e introspectivo se extiende a buena parte del repertorio, que desgran¨® con el alma tan desnuda como sus pies. La preciosa Do you know my love nace de sus frustraciones por no poder conservar un mismo amor "m¨¢s all¨¢ de tres semanas", mientras que Virgin's lullaby la retrata entre las nebulosas del alcohol, con ese mismo aire noct¨ªvago y taciturno que har¨ªa feliz a Tom Waits.

El p¨²blico, a¨²n escaso en estos primeros compases del ciclo Ac¨²sticas, asumi¨® el mensaje con sincero entusiasmo. S¨®lo se ech¨® en falta una instrumentaci¨®n algo m¨¢s generosa: su tr¨ªo de acompa?antes se comport¨® con tanta correcci¨®n como escaso aprecio por el riesgo.