Ronald Reagan, un recuerdo personal
Mientras la historia est¨¢ siendo reescrita delante de nuestros ojos y los grandes hombres y mujeres, del pasado y del presente, desde Thatcher y Gorbachov a Clinton y Bush, lloran la muerte del ex presidente Ronald Reagan, est¨¢ siendo fascinante ver c¨®mo este hombre ha sido casi canonizado. Los medios de comunicaci¨®n del mundo entero han repetido algunas de sus bromas m¨¢s conocidas y frases c¨¦lebres al dar la noticia de su muerte -incluso su "vamos a bombardear Rusia" parec¨ªa inofensivo-, como si el abuelo favorito de la naci¨®n, aunque quiz¨¢ un poco desconectado, fuera realmente la materializaci¨®n de la libertad.
Yo tambi¨¦n tengo mis recuerdos favoritos del Gran Comunicador. Mientras trabajaba en una organizaci¨®n para los Derechos Humanos en Managua (Nicaragua), apreci¨¦ particularmente el genio de este hombre para la persuasi¨®n cuando declar¨® que Nicaragua -entonces con una poblaci¨®n de tres millones- era una gran amenaza para la existencia de los Estados Unidos. Al fin y al cabo, estaba a tan s¨®lo "dos d¨ªas de marcha de Tejas".
Tambi¨¦n me viene a la mente el primer funeral que presenci¨¦, en un pueblo llamado Esteli; la imagen de un ni?o de ocho a?os, sobre una silla de pl¨¢stico amarilla, temblando y sin consuelo mientras unos sollozos profundos y ancestrales sacud¨ªan su cuerpo menudo, y c¨®mo de pronto se abalanz¨® sobre el ata¨²d en el que estaba su t¨ªo favorito, de tan s¨®lo 18 a?os. Tambi¨¦n recuerdo el d¨ªa en que un informe de derechos humanos lleg¨® del norte. Las fuerzas de la Contra hab¨ªan atacado una cooperativa. En medio del caos, una madre hab¨ªa o¨ªdo c¨®mo torturaban a su hija durante horas en la oscuridad. A la ma?ana siguiente encontraron el cad¨¢ver mutilado de la ni?a en una zanja, con los pechos cortados. Los cuerpos se acumulaban m¨¢s r¨¢pido que los informes de derechos humanos; literalmente, una abominaci¨®n m¨¢s cruel que la siguiente m¨¢s all¨¢ de lo que la imaginaci¨®n puede alcanzar en su m¨¢xima crueldad.
Voy a hacer un simple comentario: en cada ocasi¨®n, antes de un voto favorable en el Congreso de los Estados Unidos para buscar m¨¢s apoyo financiero para la Contra, las grandes agencias de derechos humanos, incluyendo Amnist¨ªa Internacional y Americas Watch, aportaban evidencias detalladas y corroboradas de asesinatos y torturas sistem¨¢ticas por parte de la Contra (fundada por Estados Unidos) contra la poblaci¨®n civil. El destino de esa joven no era una aberraci¨®n aislada, sino el perfecto detalle en una dise?ada campa?a de terror.
Recuerdo una entrevista que hice a un adolescente de la Contra que hab¨ªa sido arrestado por los sandinistas. Me cont¨® c¨®mo acab¨® con los supervivientes de una emboscada con su cuchillo, mutil¨¢ndolos hasta que quedaron irreconocibles. El presidente Reagan invit¨® a los jefes de este chico a la Casa Blanca y en una cordial rueda de prensa los declar¨® "luchadores por la libertad" y
"el equivalente a nuestros grandes hombres de Estado".
Todas las evidencias est¨¢n ah¨ª, f¨¢cilmente accesibles en Internet. Es inconcebible que Ronald Reagan no supiera que la Contra que ¨¦l mismo cre¨® con la ayuda de William Casey, el jefe de la CIA, eran torturadores y asesinos. ?l era su fuente de financiaci¨®n m¨¢s importante. Si hubiera algo parecido a la justicia real, Reagan habr¨ªa sido juzgado por sus cr¨ªmenes contra la humanidad, pero el hecho de que esa opci¨®n tan razonable se encuentre a a?os luz de nuestra realidad pol¨ªtica actual plantea importantes preguntas. Lo que al menos s¨ª podemos hacer para salvaguardar el honor de esos muertos (sus nombres est¨¢n en los informes) -qu¨¦ extra?o c¨®mo s¨®lo ciertos muertos merecen la pena ser recordados- es llamar a este se?or por su nombre correcto. Es verdad que era un ex presidente, pero tambi¨¦n que era un terrorista que apoy¨® asesinatos y torturas.
Mientras Ronald Reagan tiene un funeral de Estado, yo no puedo dejar de recordar a esa chica que fue arrojada a la zanja.
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