Reaparici¨®n de Manzanares
Cincuenta y un a?os de edad, casi 33 de alternativa y m¨¢s de 1.500 corridas toreadas autorizan la reaparici¨®n de un Manzanares que se sit¨²a entre la figura y el mito. Su vuelta a los ruedos debe responder a la llamada de su vocaci¨®n y all¨ª estuvieron sus incondicionales que, unidos a los partidarios de los dem¨¢s toreros, no cubrieron m¨¢s que medio aforo.
El cari?o del p¨²blico marc¨® la actuaci¨®n del reaparecido, que ejecut¨® puntualmente el paso atr¨¢s en los lances de recibo, renunci¨® a ligar en las series y fue desgranando el toreo de pase en pase, con la muleta retrasada, usando de avanzada el pico y apostando por la elegancia cuando el toro sal¨ªa de jurisdicci¨®n, sin dejar de concederse ventaja alguna. Termin¨® de un bajonazo ech¨¢ndose fuera.
Alcurruc¨¦n / Manzanares, Finito, Conde
Toros de Alcurruc¨¦n, justos de fuerza y trap¨ªo, el 4? bravo. Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: oreja; oreja y dos vueltas. Finito de C¨®rdoba: oreja y divisi¨®n. Javier Conde: silencio; aviso y silencio. Plaza de Granada, 11 de junio, 5? de feria. Media entrada.
El cuarto tuvo la virtud de sacar fuerza de la casta y Manzanares nos obsequi¨® con una chicuelina de manos bajas. Durante la faena, demostr¨® que posee una est¨¦tica irreprochable que todo lo tapa: poco import¨® que se colocara fuera de cacho y a estas alturas tampoco se le iba a pedir que se entregara, mucho menos que se cruzase, no fuera a pasar algo. Los a?os no le perdonaron y, tras un pinchazo, tropez¨® y acab¨® de cabeza en el callej¨®n. En el lado bueno, un indudable buen gusto y un temple prodigioso que le permit¨ªan prolongar los pases aunque hubieran sido engendrados con el pico de la muleta.
Finito, torpe
Durante cuatro series consecutivas con la derecha y tres por la izquierda, Finito no dej¨® de aliviarse. A la hora de matar, menos. Tambi¨¦n se mostr¨® muy torpe al no ser capaz de adecuar su tiempo al del toro.
El quinto estaba perdido de los cuartos traseros y Finito se encarg¨® de pararlo entre pase y pase, si es que no sal¨ªa la manta liada. Una l¨¢stima.
El gui¨®n de la puesta en escena de Javier Conde contempla pasar el menor tiempo posible ante la cara del toro, siempre en relaci¨®n directa con su poder de acometividad. Se ve que la primera vez no sali¨® lo suficientemente muerta del caballo, porque la faena, si as¨ª pudo llamarse, fue a base de prevenci¨®n y de poco m¨¢s, o, mejor dicho, nada m¨¢s.
El sexto toro ten¨ªa una cierta dosis de pimienta y Javier Conde trat¨® de aprovecharlo en una faena manca, ya que la izquierda no existi¨®. Se sucedieron varias series con la derecha, con diversidad de situaciones; el factor com¨²n fue el torear desde fuera a una gran distancia del toro que pasaba con rapidez enhebrado en el pico de la muleta. En unos momentos resolvi¨® con mayor fortuna y en otros a punto estuvo de tener problemas al colocarse mal al final de la serie. La espada, de madera.
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