El 'Ulises' y Joyce sobreviven a su parque tem¨¢tico
Dubl¨ªn festeja hoy 100 a?os del 'Bloomsday', la ¨¦pica jornada del vendedor Leopold Bloom
Hoy hace 100 a?os justos, James Joyce (1882-1941) viv¨ªa en la pacata ciudad de Dubl¨ªn. Muy elegante pero sin casa, novia, dinero, trabajo ni tabaco, Joyce ten¨ªa 22 a?os y se dirig¨ªa a pasear con una modesta muchacha de Galway llamada Nora Barnacle. La cita fue un ¨¦xito: Nora, que ser¨ªa su mujer hasta la muerte, y Joyce decidieron exiliarse de Dubl¨ªn para siempre. Lo hicieron meses despu¨¦s. En 1922, Joyce public¨® en Par¨ªs su novela Ulises y con aquel encuentro y otros muchos recuerdos de su ¨¦poca dublinesa narr¨® un d¨ªa en la vida del humilde vendedor Leopold Bloom. La novela fue censurada, prohibida, quemada, tachada de obscena en medio mundo durante largo tiempo. Pero hoy es un icono de la cultura y la modernidad universal. Y Dubl¨ªn, la ciudad donde transcurre la ¨¦pica jornada del jud¨ªo Bloom, se apresta a celebrar tan ricamente el centenario del Bloomsday, aquel 16 de junio de 1904 en el que Joyce resumi¨® la odisea y la angustia que supone vivir la vida moderna, cat¨®lica, industrial y urbana.
La Galer¨ªa Nacional expone al mismo tiempo los bodegones de Luis Mel¨¦ndez
Los visitantes van y vienen y hacen cola y m¨¢s cola en busca de fetiches...
La peque?a y cenicienta Dubl¨ªn hierve de preparativos, homenajes y sensaciones difusas. El sabor amargo de las cervezas Guinness que beb¨ªan los protagonistas de Ulises y el olor a fritanga de las salchichas joyceanas se mezclan con el atractivo de las exposiciones, los encuentros, fotograf¨ªas, carteles y congresos sobre Joyce y su obra magna... Los visitantes van y vienen y hacen cola y m¨¢s cola en busca de fetiches, informaci¨®n, recuerdos;
los museos se afanan en encontrar nuevas miradas a una novela mil veces corregida por su autor (?a¨²n no hay edici¨®n definitiva!), los conciertos se turnan con el teatro en la calle y casi ochocientos especialistas debaten sobre temas tan variados como el tratamiento de los excrementos en la novela o la importancia de Joyce en los acuerdos de paz del Viernes Santo...
Dubl¨ªn parece el parque tem¨¢tico James Joyce; el hombre que un d¨ªa fue calificado aqu¨ª por la censura como el "degenerado l¨ªder de la escuela de la cloaca" es hoy el gran t¨®tem de la ciudad, aunque muchos dublineses, si bien agradecidos a la gloria nacional, son tan sinceros (o tan c¨ªnicos) como para reconocer lo previsible: que no han le¨ªdo el Ulises, el gran tocho modern¨ªsimo, lleno, como la propia vida, de broncas, juegos de palabras, vulgaridades, hallazgos, poes¨ªa, amor, miedos, xenofobia, humor y chistes intraducibles y, a veces, disuasorios, mezcla que la convierte, sin duda, en una novela mucho m¨¢s citada que le¨ªda.
"Es condenadamente dif¨ªcil de leer, y la verdad es que yo ni siquiera lo he intentado", coincid¨ªan en decir ayer un taxista y un grupo de elegantes se?oras llegadas al centro desde el sur de la ciudad.
Las damas no descartaban reparar su falta comprando la enorme caja de CD para o¨ªrlo en vez de leerlo, mientras otros sugieren que lo mejor es tomarlo en peque?as dosis. Pero todas las versiones coinciden en una: la necesidad (econ¨®mica y espiritual a la vez, claro) de defender y promocionar el mito, ya que Joyce es una de las grandes riquezas de una ciudad que en los ¨²ltimos a?os ha crecido al ritmo fren¨¦tico que marc¨® la feroz econom¨ªa del pa¨ªs, conocido como El Tigre Celta.
A unas nueve millas y 20 euros al sur de la city est¨¢ uno de los ejemplos del gran negocio JJ: la torre Martello de Sandycove, angosta fortaleza antinapole¨®nica donde James Joyce pas¨® exactamente seis d¨ªas de su vida y que, eso s¨ª, utiliz¨® para escribir la primera escena y la primera p¨¢gina del libro. Hoy la torrecilla es un museo nacional, cuesta 6,75 euros la entrada, en dinero negro porque no dan ticket, dentro venden libros, camisetas, postales, hay unas ediciones originales y otras menos, varias fotograf¨ªas adornan las paredes, la subida a la azotea es lo m¨¢s estrecho que uno pueda imaginar, y el primer piso reproduce la habitaci¨®n original donde durmi¨® el autor de Ulises con sus amigos hasta que uno de ellos tuvo una pesadilla y se despert¨® pegando tiros. Cuando el otro amigo le quit¨® la pistola y sigui¨® disparando en direcci¨®n a Joyce, ¨¦ste decidi¨® emigrar de all¨ª a la carrera y nunca m¨¢s volvi¨®. Seg¨²n el gu¨ªa, Joyce dedujo que era porque no hab¨ªa pagado la renta, aunque en la novela se oculta tan prosaica explicaci¨®n y se asegura que la pag¨® religiosamente.
Quiz¨¢ por ese pasado de necesidad, el nieto de James Joyce y heredero de todos sus derechos, Stephen Joyce, gasta fama de cancerbero hiperf¨¦rreo. Cada novedad editorial en torno a su abuelo suscita negociaciones tan duras que merecen el ep¨ªteto de La Yihad de Joyce. Acaba de salir una "edici¨®n del lector" del Ulises a cargo del irland¨¦s Danis Rose, y nadie sabe qu¨¦ puede pasar. Pero la verdad es que las cifras asustan: la Biblioteca Nacional pag¨® en 2002 12,6 millones de euros por los papeles del abuelo: manuscritos, borradores y copias a m¨¢quina del Ulises que se exhiben desde ayer en una preciosa y did¨¢ctica exposici¨®n en la que se comprueba que Ulises no s¨®lo es una novela dif¨ªcil de leer, sino que fue una novela jodidamente complicada de escribir.
Viendo fluir la artesan¨ªa de la escritura de Joyce, su capacidad gigantesca para afrontar y resolver esa novela herc¨²lea, se entiende c¨®mo su ingente talento de poeta se ha impuesto finalmente a todas las adversidades. Hasta la Galer¨ªa Nacional de Irlanda, un museo muy coqueto que tiene a Vermeer, Rembrandt, Goya, Turner, Caravaggio y Vel¨¢zquez, aparte de una estupenda colecci¨®n contempor¨¢nea y varios maravillosos cuadros de Jack Yeats (coet¨¢neo de Joyce y hermano de W. B. Yeats), entre otros, queda medio alejada de las miradas ante el arrollador influjo del genio.
De todos modos, dicho museo present¨® ayer en su nueva Ala del Milenio la espl¨¦ndida exposici¨®n de bodegones de Luis Mel¨¦ndez que expuso el Prado hace un par de meses. Han venido m¨¢s de 40 obras, y aunque faltan los cacharros y los objetos, el comisario, el irland¨¦s Peter Cherry, est¨¢ entusiasmado por poder ense?ar las obras del pintor napolitano espa?ol en un espacio mucho m¨¢s amplio que el que tuvo en Madrid. La muestra estar¨¢ aqu¨ª todo el verano.

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