Competencia desleal
El f¨²tbol espa?ol, que estos d¨ªas se pone a prueba en Portugal, y su entorno de opini¨®n ha descartado rotundamente cualquier preocupaci¨®n por la salud econ¨®mica de los clubes o, si se quiere, por la rentabilidad de las sociedades balomp¨¦dicas. Ni los gestores -porque eso es lo que son los directivos- ni los socios ni las instituciones encargadas de velar por la gesti¨®n econ¨®mica correcta de los clubes -la Federaci¨®n Espa?ola, por ejemplo- parecen mostrar la menor inquietud por indicios que en otras instancias, por ejemplo en una empresa, provocar¨ªan algo m¨¢s que v¨¦rtigo. El peculiar universo balomp¨¦dico aparece inundado por la m¨ªstica. Importan muy poco las cuentas de resultados, sean las que reflejan la rentabilidad econ¨®mica, sean las que muestran la rentabilidad deportiva, que relaciona la inversi¨®n realizada con los logros deportivos.
A t¨ªtulo de ejemplo puede examinarse el club que, dicen, presenta la gesti¨®n m¨¢s pr¨®xima a criterios empresariales. Pues bien, el Real Madrid exhibe una cuenta econ¨®mica de resultados poco tranquilizadora. Su resultado de explotaci¨®n arroja p¨¦rdidas continuadas -318 millones de euros en 2002 y 97 millones en 2003-, tendencia que parece confirmar que el negocio propio del club es claramente deficitario. La disminuci¨®n de las p¨¦rdidas es una ilusi¨®n contable. Como se recordar¨¢, el club ejecut¨® una operaci¨®n de especulaci¨®n inmobiliaria que le aport¨® ingresos extraordinarios; con ellos amortiz¨® anticipadamente -de forma discutible en t¨¦rminos del Plan General de Contabilidad, seg¨²n su auditor- la partida de adquisiciones de jugadores y costes de la plantilla. Gracias a esa amortizaci¨®n anticipada, la provisi¨®n de amortizaciones en 2003 fue inferior a lo que deber¨ªa ser en buena pr¨¢ctica contable y, por lo tanto, los gastos y las p¨¦rdidas bajaron.
El control de la rentabilidad deportiva tampoco anima demasiado. El club mencionado cuenta con el presupuesto mayor de la Liga espa?ola y cerr¨® su balance deportivo con cero t¨ªtulos. Cualquiera dir¨ªa que tan notable desequilibrio provocar¨ªa un ejercicio de petici¨®n de responsabilidades por parte de los socios del club o bien que, al menos, los directivos rectificaran su pol¨ªtica. Nada de eso. En vez de ello, se agita el archisobado reclamo de seguir ilusionando a la afici¨®n, es decir, de comprar nuevos jugadores con los ingresos generados por un negocio propio -el futbol¨ªstico- en franco retroceso. Ya llegar¨¢ en el futuro otra operaci¨®n inmobiliaria que arregle las cuentas u otro gestor que se apriete el cintur¨®n.
Lo dicho para el Madrid sirve para otros equipos con el mismo modelo. Si el negocio propio del f¨²tbol arroja p¨¦rdidas en el club que cuenta con mayor afluencia de espectadores, ?que no suceder¨¢ con otros equipos? Unos pocos clubes aplican una gesti¨®n diferente. Son los que recortan gastos, limitan fichajes y constri?en los salarios de los jugadores. Est¨¢n mal vistos porque "no generan ilusi¨®n". Pues bien, si se admite el curso argumental anterior, emergen dos preguntas inevitables. La primera es si la gesti¨®n de clubes con una pol¨ªtica de ilusi¨®n y huida hacia adelante constituye o no un ejemplo de competencia desleal. La segunda es: ?Cuando se aplicar¨¢ en la Liga espa?ola el tope salarial?
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