"La nuestra es una ¨¦poca de capitalismo gangsteril"
Constantin Costa-Gavras (Loutra-Iraias, Grecia, 1933) rueda Le Couperet -literalmente, La cuchilla- en la ciudad belga de Lieja. Es su 16? largometraje y es una coproducci¨®n franco-belga-espa?ola. Sus protagonistas son Jos¨¦ Garc¨ªa y Karin Viard, acompa?ados por Olivier Gourmet y Ulrico Tukur, que tambi¨¦n tienen papeles importantes. El filme es una adaptaci¨®n de una novela del estadounidense Donald Westlake.
Pregunta. ?Transponer la acci¨®n a Francia y B¨¦lgica ha exigido muchos cambios?
Respuesta. No. En los EE UU existen los distintos Estados, con sus caracter¨ªsticas espec¨ªficas, pero sin fronteras entre uno y otro. En el norte de Francia, sin apenas darse cuenta, uno pasa de Francia a B¨¦lgica, de B¨¦lgica a Holanda, de Holanda a Alemania. Es un paisaje que simboliza bien la nueva Europa que estamos construyendo. El protagonista -Bruno, encarnado por Jos¨¦ Garc¨ªa- tiene rivales en cada uno de los pa¨ªses.
"Las relaciones laborales actuales parecen regirse por la ley de la jungla"
P. Esa Europa que usted quiere retratar es el continente de las deslocalizaciones, el continente en el que suprimen el trabajo.
R. El trabajo es esencial en la vida de un hombre, pero de ah¨ª a creer en la religi¨®n del trabajo, en convertirlo en un elemento b¨¢sico de nuestra identidad... El problema es que nuestro mundo ha sido creado de acuerdo con esos valores y ahora las f¨¢bricas se van, se trasladan all¨ª donde la gente cobra menos, donde las cargas sociales son inferiores, donde hay menos presi¨®n sindical. Hoy hay directores de empresa que negocian sus contratos incluyendo cl¨¢usulas que les aportan un plus por cada obrero despedido. Las empresas ganan dinero, pero quieren ganar a¨²n m¨¢s. Vivimos tiempos de un capitalismo gangsteril, en el que las relaciones laborales parecen regirse por la ley de la jungla.
P. Bruno encuentra una soluci¨®n individual a su despido.
R. ?l es un especialista, un profesional altamente cualificado, un qu¨ªmico del sector papelero, pero una vez en el paro descubre que hay otras personas, en el propio pa¨ªs o en los fronterizos, que tienen un curr¨ªculo tan bueno como el suyo. Decide matarlos. No quiere que la competencia de negociar el salario a la baja vuelva a jugar contra ¨¦l. A Bruno el dinero no le importa, lo que le importa es existir a trav¨¦s del trabajo que sabe hacer.
P. Se dir¨ªa que si la guerra es la continuaci¨®n de la pol¨ªtica por otros medios, el crimen es la continuaci¨®n de la lucha social.
R. Hace pocos d¨ªas, ante la f¨¢brica cerrada de Metaleurop, a¨²n estaba una pancarta en la que los trabajadores deseaban la muerte a quienes hab¨ªan provocado la suya, es decir, a quienes les hab¨ªan dejado en la calle. A esa gente se la priva de futuro, se la condena a la desesperaci¨®n. Los peri¨®dicos cuentan los casos de empresas cuyo utillaje ha sido desmontado durante el fin de semana para llev¨¢rselo a un pa¨ªs m¨¢s barato, de empresas que han cobrado centenares de millones de las administraciones p¨²blicas y luego, por sorpresa, cierran y se van dejando tras s¨ª a decenas, centenares o miles de trabajadores que ya no son nada porque no tienen trabajo. Bruno encuentra su v¨ªa para escapar del abismo: el asesinato.
P. El gui¨®n transmite al mismo tiempo una gran voluntad de precisi¨®n a la hora de retratar el mundo del paro y un extra?o sentido del humor, de la iron¨ªa.
R. La iron¨ªa ya estaba en el libro de Westlake, que es un autor con un discurso social potente. En el texto, esa mirada que nunca deja de subrayar lo que hay de risible en situaciones dram¨¢ticas viene dada por los comentarios del novelista, del autor. En el filme he recurrido a la voz en off, que es la de la confesi¨®n de Bruno cuando comprende que ha ido demasiado lejos, y al propio car¨¢cter del personaje: un ser corriente, vulgar, y, l¨®gicamente, poco h¨¢bil como asesino. En realidad, si ha seguido eliminando rivales en potencia se debe a que el primer crimen le result¨® extra?amente f¨¢cil.
P. Usted ya hab¨ªa abordado historias en las que el comportamiento humano aparece trastornado por el drama del paro.
P. Era premonitoria.
R. S¨ª. Entonces no encontramos producci¨®n y ahora ha sido m¨¢s dif¨ªcil de lo que parece. Todo el mundo nos dec¨ªa que el gui¨®n era estupendo, pero luego a?ad¨ªan que la historia no correspond¨ªa a la l¨ªnea de su empresa. Hoy las pel¨ªculas se montan con la aportaci¨®n de la televisi¨®n, y la mayor¨ªa de los canales est¨¢n en manos de gente partidaria de las deslocalizaciones. S¨®lo un canal p¨²blico no pod¨ªa negarme ayuda. Y as¨ª ha sido.
P. Mich¨¨le Ray, su productora ejecutiva, pon¨ªa de relieve que Jos¨¦ Garc¨ªa podr¨ªa ser el hijo de Jack Lemmon, con quien usted hizo Missing (Desaparecido) en 1982. Los dos tienen una vertiente fundamentalmente c¨®mica cuando usted les propone un papel dram¨¢tico.
R. Es cierto. Y es cierto tambi¨¦n que hay un parecido f¨ªsico entre Lemmon y Garc¨ªa. Sent¨ª curiosidad por Garc¨ªa desde que comenz¨® a aparecer en televisi¨®n, en Canal +. Sus intervenciones eran explosivas, desbordaban energ¨ªa. Desde hace un tiempo, Jos¨¦ quiere canalizar su talento hacia otros derroteros y lo que est¨¢ haciendo en Le Couperet es formidable. Karin Viard se impuso como una evidencia. Es una mujer que re¨²ne dos adjetivos que parecen contradictorios: es cotidiana y excepcional. Puede pasar desapercibida, fundirse en el decorado de la vida diaria, pero es una gran actriz, de una belleza que necesita de la c¨¢mara para revelarse. Y su trabajo es siempre justo e inteligente.
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