Carrera por la vicepresidencia
A pesar del apoyo total de Bush, las encuestas marcar¨¢n el destino de Cheney en EE UU
Mientras John Kerry ha convertido la b¨²squeda de un n¨²mero dos para la candidatura dem¨®crata a las elecciones presidenciales de noviembre en uno de los secretos mejor guardados de Washington, en el lado republicano todo parece atado y bien atado. El apoyo de George W. Bush a la continuaci¨®n de Dick Cheney en la vicepresidencia, si es elegido en noviembre para un segundo mandato, contin¨²a firme y, aparentemente, sin fisuras. El presidente no pierde ocasi¨®n para alabar a su segundo y los anuncios de campa?a, desplegados en los medios audiovisuales de todo el pa¨ªs al amparo de los 218 millones de d¨®lares recaudados hasta ahora por los republicanos, contin¨²an exaltando las virtudes del t¨¢ndem Bush-Cheney.
Kerry se juega mucho en la elecci¨®n de su compa?ero de candidatura
Por primera vez han comenzado a surgir especulaciones sobre la continuidad de Cheney
Sin embargo, en el complicado juego de poderes washingtoniano nada es seguro hasta que se convierte en seguro. Y, en este caso, la seguridad no se obtendr¨¢ hasta que la convenci¨®n republicana proclame oficialmente a Cheney candidato a la vicepresidencia a primeros de septiembre. La realidad es que, por primera vez, han comenzado a surgir en los medios especulaciones sobre la continuidad de Cheney en la candidatura republicana. El columnista del USA Today Walter Shapiro se preguntaba este fin de semana: "?Qu¨¦ aporta exactamente Cheney a esa candidatura?". Y, en su an¨¢lisis, lo negativo supera a lo positivo. Aparte de las sospechas sobre el trato de favor obtenido por su antigua compa?¨ªa, Halliburton, en los contratos sin licitaci¨®n para la reconstrucci¨®n de Irak -sobre los que Cheney niega conocimiento alguno previo-, el columnista recuerda que, en una encuesta realizada por la CBS en mayo, s¨®lo el 26% de los entrevistados ten¨ªa una opini¨®n favorable del vicepresidente, frente a un 37% que la ten¨ªa desfavorable. Pero es que, adem¨¢s, de Halliburton, Cheney se enfrenta a un problema legal de primera magnitud en torno a la negativa de la Casa Blanca a revelar al Congreso los nombres de las personas que asesoraron al vicepresidente en la elaboraci¨®n de la pol¨ªtica energ¨¦tica de la Administraci¨®n ampar¨¢ndose en el llamado "privilegio ejecutivo", negativa denunciada ante el Tribunal Supremo. Si el fallo del Alto Tribunal es contrario a la Administraci¨®n, Cheney se encontrar¨¢ una vez m¨¢s en la cuerda floja frente a las previsibles denuncias dem¨®cratas de favoritismo. Y, por si esto fuera poco, el vicepresidente sigue empe?ado, casi en solitario, en insistir en las supuestas conexiones entre Sadam Husein y Al Qaeda a pesar de que la propia comisi¨®n de investigaci¨®n independiente concluyera esta misma semana que no exist¨ªa la menor prueba de esas conexiones.
La probada tradici¨®n de lealtad de la familia Bush a sus fieles -Bush padre mantuvo en su intento de reelecci¨®n en 1992 a su desprestigiado vicepresidente, Dan Quayle- constituye la mejor baza en manos de Cheney. Pero, ?qu¨¦ ocurrir¨¢ si los dem¨®cratas, al amparo de una convenci¨®n triunfal a finales de julio, empiezan a destacarse en las encuestas hasta superar a los republicanos con m¨¢s de dos d¨ªgitos? ?Arriesgar¨¢ Bush su reelecci¨®n manteniendo en el ticket a un n¨²mero dos lastrado? La soluci¨®n en poco m¨¢s de un mes, aunque no resultar¨ªa descaminado apostar por una retirada patri¨®tica por parte de Cheney, alegando motivos de salud -el vicepresidente tiene un historial conocido de problemas cardiacos-, en el caso de que los acontecimientos se desarrollaran en la forma descrita.
Por su parte, Kerry, que a pesar de la intensa tormenta pol¨ªtica que soporta la actual Administraci¨®n, no consigue despegar en las encuestas, se juega mucho en la elecci¨®n de su compa?ero de candidatura. Y el tiempo se le echa encima. Pero el senador por Massachusetts, escaldado por su decepci¨®n de hace cuatro a?os cuando se enter¨® por la prensa de que Al Gore hab¨ªa decidido rechazarlo como candidato a la vicepresidencia a favor de su compa?ero de Senado, Joe Liberman, ha convertido la b¨²squeda de su n¨²mero dos en una novela de misterio, en cuyo gui¨®n s¨®lo participan cuatro o cinco personas de su absoluta confianza, incluida su mujer, Theresa. A pesar de que una legi¨®n de informadores monta guardia d¨ªa y noche en su casa de Georgetown, en su oficina del Senado y en la sede de compa?a para intentar averiguar con qui¨¦n se entrevista el senador, el virtual candidato dem¨®crata no s¨®lo no suelta prensa, sino que se niega a confirmar la identidad de sus visitas.
Lo ¨²nico que est¨¢ claro para los analistas es que el elegido tendr¨¢ que ser la ant¨ªtesis de lo que es y representa Kerry, cuyas credenciales de liberal (social-dem¨®crata) de Nueva Inglaterra constituyen una receta para una clara derrota en los estados conservadores del sur y del suroeste. La subasta est¨¢ abierta y todos los que disputaron la nominaci¨®n a Kerry, menos el estridente ex gobernador de Vermont, Howard Dean, aspiran a compartir candidatura.
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