El triunfo de un iceberg, Retief Goosen

Cuando ten¨ªa 17 a?os y estaba jugando al golf con su primo Henri en su pueblo, Pietersburg (Sur¨¢frica), un rayo descarg¨® en el ¨¢rbol de al lado, baj¨® por su driver, le desnud¨®, le mand¨® las gafas a 30 metros, le derriti¨® los clavos de los zapatos, le fundi¨® los hierros en un amasijo, le dej¨® los ojos en blanco, vueltos hacia el interior. Se trag¨® la lengua. Ni respiraba ni se mov¨ªa. Su primo se crey¨® que se hab¨ªa muerto. Afortunadamente, en el hoyo siguiente estaba jugando un m¨¦dico que le extrajo la lengua. Le resucit¨®. Desde aquel d¨ªa, hace 17 a?os, Retief Goosen, que se qued¨® medio sordo del o¨ªdo izquierdo y con un coraz¨®n loco a ratos, no le teme a los rayos porque no se acuerda de nada de lo que le pas¨®.

El mago Vanstiphout

Pero el tiempo jugaba a su favor. A un hombre herido por el rayo poco m¨¢s le puede hacer da?o. Y, adem¨¢s, contaba con la inestimable ayuda de Jos Vanstiphout, un guitarrista belga de 54 a?os que colg¨® su conjunto pop para dedicarse a recorrer campos de golf de medio mundo dedic¨¢ndose a sofronizar jugadores. Al empezar a trabajar con Goosen, hace seis a?os, era uno m¨¢s de vendedores de crecepelos que pueblan los torneos de golf ofreciendo recetas m¨¢gicas a los golfistas con dudas -a todos-, con problemas -a todos- o al borde del abismo -a todos, en un momento u otro de su vida-. El ¨¦xito con el dorado surafricano, que empez¨® a ganar torneos con regularidad, convirti¨® en poco tiempo a Vanstiphout, el paria, en el personaje m¨¢s buscado y querido por las estrellas, que hacen cola diligentemente en el putting green esperando sus consejos, la reprogramaci¨®n de sus subconscientes, sus t¨¦cnicas de relajaci¨®n, antes de salir a jugar.

Vanstiphout, el mago, consigui¨® que Goosen, al que le temblaban las manos ante los putts decisivos, se convirtiera en un bloque de hielo imperturbable mientras alrededor se deshac¨ªa el mundo. El domingo, cuando todos los jugadores que se enfrentaron al recalentado y endurecido campo de Shinnecock Hills -aunque los organizadores decidieron regar el temible y criticado green del siete entre partido y partido- acabaron desquiciados, err¨¢ticos y perdidos -Tiger Woods acab¨® en +10; Sergio Garc¨ªa hizo 80 golpes-, cuando hasta Phil Mickelson, que se sent¨ªa tocado por la gracia, hizo un doble bogey de tres putts en el 17?, Goosen fue fr¨ªo, un iceberg que enchuf¨® todos los putts que le pusieron por delante y acab¨® ganado su segundo Open. Como Woods, precisamente.