Todo o nada
A Pedro Soriano, laureado artista de hogueras, no se le ha ca¨ªdo el monumento este a?o, entre otras razones, porque no lo ha podido levantar. Me explico. Ante la mole que pensaba erigir en el distrito de Altozano se ha preferido no correr esa aventura y dejar las piezas como estaban, es decir, pegaditas al suelo y sin plantar, desparramadas como prendas de un sue?o que no pudo ser. Y estas cosas se sienten, se sienten por ese grupo de comisionados que ha hecho el ¨ªmprobo esfuerzo de concursar, por primera vez, en la categor¨ªa de Hogueras Especiales; pero se siente a¨²n m¨¢s por el artista, por ese virtuoso del cart¨®n que se ha mirado de nuevo en el espejo de su fracaso.
All¨¢ por los setenta, Soriano era cerebro y coraz¨®n. Sus golpes de genialidad dise?aron filigranas audaces que, tras un pacto con la gravedad y las leyes de la f¨ªsica, se plantaban en una plaza y provocaban la emoci¨®n y el asombro de todo bien nacido. Ah¨ª ha quedado su hoguera Amanecer (1981), considerada por la opini¨®n popular, hasta no hace mucho, el mejor monumento de la historia de Les Fogueres de Sant Joan. Pero el genio no duerme, busca, explora, libra un reto constante, indaga m¨¢s all¨¢ de lo posible, se al¨ªa con la transgresi¨®n y se expone a veces al dilema fatal del todo o nada. En los noventa, Soriano comenz¨® a rizar el rizo y, desde entonces hasta hoy, ha sido s¨®lo coraz¨®n, impulso, puro arrebato. De haberse dedicado a la pintura, sus obras ser¨ªan estupendos alardes neobarrocos, sorianismo en dos dimensiones, inofensivo arte de caballete y galer¨ªa. Pero ocurre que es artista de hogueras y eso exige que se reconcilie nuevamente con la gravedad y haga cuentas y c¨¢lculos.
El d¨ªa 20, la realidad le estaba esperando en el barrio de Altozano con unas cuantas leyes elementales. Pedro palideci¨®, pidi¨® una ambulancia y desert¨® de su propia guerra con una crisis de ansiedad de dif¨ªcil pron¨®stico. No plant¨® el monumento, pero s¨ª plant¨® a quienes generosamente han seguido apostando por su fr¨¢gil falacia. Ahora sabemos que el fracaso le ha mirado a los ojos sin ninguna indulgencia y le ha indicado la puerta de salida. Hacerse el loco ser¨ªa otra nueva insensatez.
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