El parque ingl¨¦s
En Arte del Jard¨ªn, la Tate Britain explora un recurso art¨ªstico de connotaciones b¨ªblicas y un espacio natural o artificial que, en el Reino Unido, simboliza la tradicional divisi¨®n de clases. Nada hay tan popular y respetado en la vieja y nueva Inglaterra como la jardiner¨ªa. Un jard¨ªn descuidado arranca malas caras de los vecinos. Lo sienten como un desprecio a las normas, como un alegato contra lo ingl¨¦s. Al mismo tiempo, aceptan que existan amplios recintos ajardinados, a plena vista del paseante, en propiedad privada desde tiempos remotos. Proliferan en los barrios ricos de Londres, y a ellos s¨®lo tienen acceso los vecinos de las viviendas colindantes.
El l¨ªmite entre espacios
cerrados y abiertos, entre el jard¨ªn y los prados, la jardiner¨ªa producto de la ingenier¨ªa gen¨¦tica y la naturaleza sale a relucir entre el centenar de obras expuestas en la sede original de la Tate, en la orilla norte del T¨¢mesis. En paralelo surge un abanico de respuestas ya sea desde el punto de vista visual, emocional, intelectual o est¨¦tico. La exposici¨®n abraza en exclusiva el impacto del jard¨ªn en la historia del arte brit¨¢nico. Cubre los dos ¨²ltimos siglos de creaci¨®n art¨ªstica, en torno o bajo la inspiraci¨®n del jard¨ªn, y establece un di¨¢logo entre los grandes del XIX, John Constable y John Singer Spencer, entre ellos, artistas consolidados del XX como Patrick Heron y Lucian Freud, y las ¨²ltimas generaciones representadas, entre otros, por Gary Hume y Marc Quinn. Muestra tambi¨¦n pel¨ªculas y fotograf¨ªas de m¨ªticos jardines, como el creado por el cineasta Derek Jarman en la costa de Kent o Little Sparta, al sur de Edimburgo, considerado en s¨ª como genuina obra de arte.
Dividida en cinco secciones -l¨ªmites y perspectivas; el jard¨ªn secreto; fragmentos e inscripciones; terrenos coloreados; representando e interviniendo-, la muestra sale de las salas para cubrir el c¨¦sped y fachadas de la Tate.
En la entrada principal se eleva la enorme orqu¨ªdea de Quinn titulada The Overwhelming World of Desire (el irresistible mundo del deseo). Una vez dentro, el recorrido arranca con un par de panor¨¢micas rurales de Constable. Las pint¨® en 1815, en la residencia de sus padres, y muestran un cuidado jard¨ªn de flores delimitado por vallas y arbustos; pastos y ¨¢rboles frondosos en la distancia. Como un sue?o aparece The Badminton Game, un cuadro en el que su autor, David Inshaw, volc¨® "todos mis sentimientos y pensamientos, alegres y tristes, repletos de fantas¨ªas er¨®ticas". A Shoreham Garden, de Samuel Palmer, recuerda un jard¨ªn encantado. William Nicholson, en cambio, se inspira en las botas de la dama que le encarg¨® unos ¨®leos de flores en 1920. Las ¨²ltimas generaciones de artistas brit¨¢nicos dominan el contenido final del trayecto. Anya Gallacio, finalista al Premio Turner en 2003, coloca sobre el suelo una alfombra de hojas y rosas, Red or Green, mientras Graham Fagen presenta una rama de rosal en bronce en Where the Heart is.
Art of the Garden. Tate Britain. Millbank. Londres. Hasta el 30 de agosto.
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