Indigencia y rencor
EL MENDIGO, en cuanto personaje literario, tradicionalmente se le ha conferido cierta envoltura enigm¨¢tica, o se le ha confundido con el vagabundo, libre de ataduras, o se le ha aureolado con una marcada propensi¨®n dram¨¢tica. En todo caso su aparici¨®n no ha sido demasiado estelar en las novelas, sino epis¨®dica, y rara vez se le ha quitado la etiqueta de que su condici¨®n vejatoria es fruto de una injusticia de la que no supo librarse a tiempo. Esa ca¨ªda en la desgracia suscita un convenio t¨¢cito sobre su inocencia, de modo que representa tambi¨¦n nuestros peores temores de llegar a padecer esa misma indignidad social. Milagros Garc¨ªa Guerrero (Belmonte de Tajo, Madrid, 1970) le ha dado la vuelta a esta representaci¨®n, y en su novela Mendigo realiza el minucioso retrato de un indigente xen¨®fobo, violento, de una catadura moral repugnante. Narrada en segunda persona, lo que permite estar siempre dentro del personaje, la novela sigue sus pasos por Madrid a lo largo de dos d¨ªas y dos noches, y en este tiempo lo ¨²nico que sale de ¨¦l son insultos y exclamaciones de ira contra los otros mendigos y los inmigrantes. Asistimos as¨ª a un temperamento de un registro muy limitado, que empieza y termina en el odio, y que ejerce la crueldad con quienes son m¨¢s d¨¦biles que ¨¦l. Goyo, que as¨ª se llama el mendigo, es una piltrafa social y moral, pero no ha conocido otra cosa, y se mueve suscitado por la necesidad de humillar. Su padre fue un republicano fusilado, y para sobrevivir se puso a las ¨®rdenes del cacique del pueblo, que lo us¨® de informador para controlar a los trabajadores, hasta que fue descubierto y sufri¨® un accidente provocado por sus compa?eros. Goyo no pertenece a ninguna clase; es simplemente un hombre embrutecido, compuesto de una frustraci¨®n que se alimenta de rencor. Pero la novela no condesciende a la comprensi¨®n, sino que se limita a presentar su conducta animalizada; al lector le corresponde sacar las conclusiones. Hay que agradecer a Milagros Garc¨ªa Guerrero el valor de afrontar, sin emociones adulteradas, una realidad tan desagradable como acuciante.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.