Equivocados razonables
Esta semana, un grupo de amigos, conocidos y saludados por Benet, don Juan, nos dimos cita en el C¨ªrculo de Bellas Artes. All¨ª se pidi¨® que la literatura espa?ola volviera a Benet. No ser¨¢ verdad, aunque no est¨¦ nada mal desearlo. No ser¨¢ posible porque, entre otras razones, Benet, con su ambig¨¹edad, curiosidad, inteligencia y elegancia, era un espa?ol irrepetible. No parec¨ªa espa?ol. Y eso era algo que a ojos de su editor, Jaime Salinas, resultaba un evidente m¨¦rito en aquellos prehist¨®ricos a?os sesenta. Pocos han escrito, reflexionado y provocado como ¨¦l. Tambi¨¦n pocos han bebido a su altura. Por su homenaje pasaron algunos de sus cercanos: Antonio Mart¨ªnez Sarri¨®n, el moderno; ?ngel Gonz¨¢lez, el poeta que mejor sabe beber la vida; Rosa Reg¨¢s, benetiana de f¨¢bula; Rodr¨ªguez Rivero, el esteta, y Juan Cruz, buscador de playas, el hombre que va en un avi¨®n de ida y en otro de vuelta que al mismo tiempo se cruzan en alg¨²n cielo. Benet fue el centro de un pa¨ªs que nunca existi¨®, de una Regi¨®n poblada de verdaderas mentiras, un lugar donde el mundo real era lo imaginario. A Benet le gustaba decir: "Qu¨¦ equivocado est¨¢. Qu¨¦ raz¨®n tiene".
Tener raz¨®n y estar equivocados. As¨ª me parecieron algunos de los republicanos del viernes en Rivas-Vaciamadrid. La convocatoria fue en ese pueblo de ilustre rojer¨ªo, pen¨²ltimo basti¨®n de la izquierda desunida. Una extravagancia, una rareza, que se parece a esas gaviotas que se despistan por sus tierras de secano, que confunden el mar con sus cercanos basureros. Hermosamente equivocadas. Como aquella paloma que por ir al norte fue al sur. Equivocadas como esos vecinos que no conocieron la Rep¨²blica, pero conocieron a Letizia. Como esos que con el deseo y sin la realidad gritaban: "Letizia, ma?ana, ser¨¢ republicana". No, su hermosa ex vecina, la princesa que surgi¨® de Rivas-Vaciamadrid, la periodista que so?¨® con ser Audrey Hepburn, con escaparse en moto por las calles en unas vacaciones en Roma, la residente en la Zarzuela, ya no est¨¢, ni se la espera, en ese homenaje que cantaron, so?aron y vitorearon mis semejantes, mis hermanos, tan cerca de Letizia, tan lejos de Aza?a.
No importa, aquella tarde tambi¨¦n ten¨ªan raz¨®n, aunque estuvieran equivocados.
Las canciones, los poemas, los sue?os y las realidades del concierto contra el olvido de la historia, el homenaje a los republicanos en Rivas-Vaciamadrid, para muchos tiene la emoci¨®n y la verdad de lo que fue, de lo que no pudo seguir siendo porque llegaron otras m¨²sicas, otros himnos, y nos mandaron callar.
Es el tiempo de escuchar, de homenajear a esos cuatrocientos ex combatientes. Ellos, los que el otro d¨ªa se emocionaban con las m¨²sicas de Paco Ib¨¢?ez, de Llu¨ªs Llach, de Ana Bel¨¦n, de Aute y de tantos otros que, unidos a las palabras de los poetas, de los ciudadanos, eran unos centenares, pero eran la verdad de los que ya no est¨¢n.
La semana, que termin¨® tan de barrio, tan popular, hab¨ªa empezado en los ant¨ªpodas. ?Puede, debe un republicano de coraz¨®n, beber los vinos de ?lvaro Palacios, de ese dan¨¦s espa?olizado llamado Peter Sisseck? Pues no. Bueno, si te llamas Teodulfo y te apellidas Lagunero, es posible. Si no es as¨ª, hay que colarse en alguna fiesta para poder disfrutar de esos estratosf¨¦ricos vinos que han creado dos magos de la enolog¨ªa. Yo me col¨¦, con el permiso del soci¨®logo y gastr¨®nomo Lorenzo D¨ªaz, a la fiesta de hombres cl¨¢sicos y modernos organizada por una conocida marca de moda. Se presentaba el lujoso libro de D¨ªaz sobre Custodio Zamarra, el sumiller hist¨®rico de Zalaca¨ªn, el sabio m¨¢s humilde, el gran conocedor de nuestros vinos. Custodio comenz¨® su refinado oficio en una taberna familiar en un pueblo manchego. Esforzado camino desde aquellos pellejos de Valdepe?as hasta estas alturas vitivin¨ªcolas. As¨ª no hay republicano que resista. La tentaci¨®n tiene nombres como Pingus o L'Ermita, qu¨¦ pena que sean tan regios tambi¨¦n en sus precios, eso los hace estar muy lejos de Rivas-Vaciamadrid. Para disfrutar esos placeres, o te haces sumiller como Zamarra o tienes un restaurante como ese otro manchego tan sanchopancesco con sombrero, tan listo en sus mezclas de lo exquisito y popular, como es Abraham Garc¨ªa. Otro imaginativo que lleg¨® de su pueblo y se instal¨® donde el placer de comer y beber se llaman Viridiana.
Tambi¨¦n de placeres musicales se llen¨® la semana de la ciudad del alcalde mel¨®mano. En el Auditorio, el piano de Rosa Torres Pardo nos volvi¨® a conquistar con su nervio, con su emoci¨®n, en una maravillosa interpretaci¨®n de Rachmaninov. Me cuenta Jorge Edwards, que anda estos d¨ªas bebiendo y gozando por Madrid, que hace a?os Rachmaninov no estaba bien visto por los mel¨®manos. Ahora, dice el escritor, ya podemos dejar de fingir. Ahora ya podemos disfrutar con su belleza. Un concierto que compuso despu¨¦s de superar una depresi¨®n, con la ayuda de un psiquiatra y, sobre todo, de su hipnotizadora y hermosa hija. Las recetas contra las depresiones son muy cl¨¢sicas.
Para depre, la de los que no pudimos o¨ªr al tenor de moda. Es decir, todos menos unos cuantos. Tortas hab¨ªa para ver al belcantista que lleg¨® de Lima. Conquist¨® Madrid en una noche de San Juan. Este nuevo divo-antidivo se llama Juan Diego Fl¨®rez. Otro genio hecho a s¨ª mismo, lanzado al mundo por sus propios m¨¦ritos y con seguidores tan entregados como Mario Vargas Llosa. En fin, todo no puede ser. No se puede estar con el trompetista australiano de Riego y con el belcantista de Lima. ?O s¨ª se puede?
?Estar equivocado y tener raz¨®n? Lo que diga Vargas Llosa.
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