"La ONP es la suma del Louvre, el Pompidou y una galer¨ªa de arte"
Hughes Gall ha dirigido la ?pera Nacional de Par¨ªs (ONP) desde 1995 hasta 2004. Son nueve a?os al frente de una instituci¨®n que, cuando ¨¦l fue nombrado para el cargo, carec¨ªa de estabilidad y l¨ªnea, como si el traslado del viejo edificio de Charles Garnier al contempor¨¢neo de Carlos Ott la hubiese traumatizado. Nueve a?os despu¨¦s, Gall, que se jubila porque est¨¢ a punto de cumplir los 65, puede enorgullecerse de dejar a su sucesor, G¨¦rard Mortier, una maquinaria bien engrasada, capaz de ofrecer 360 representaciones anuales, de acoger a 850.000 espectadores por temporada y de haber vendido en DVD o a distintas cadenas de televisi¨®n 40 de sus producciones. Ahora, el ballet de la ONP est¨¢ de gira en Espa?a, desde hoy al 11 de julio, en el Teatro Real de Madrid y en el Liceo de Barcelona.
Pregunta. Pres¨¦ntenos el programa de la gira.
Respuesta. Se trata de una serie de coreograf¨ªas de George Balanchine que fueron vistas por vez primera en Par¨ªs en 1976. Las m¨²sicas son de Gabriel Faur¨¦, ?gor Stravinski y Piotr Chaikovski. Es una l¨¢stima que Balanchine no coreografiara ninguno de los grandes compositores espa?oles, algo que s¨ª hizo Massine, que era un profesional competente pero no un genio. Para m¨ª es una gran satisfacci¨®n poder atender a la demanda de mis amigos del Liceo y del Real. Supongo que a su Rey le gustar¨¢ asistir a un espect¨¢culo creado en una instituci¨®n ideada en 1661 por su tatarabuelo, Luis XIV. Las relaciones entre Francia y Espa?a son menos buenas de lo que se dice en los discursos oficiales y es una l¨¢stima. He querido que esta vez, en el momento de mi despedida, los ¨²nicos 15 d¨ªas que el ballet tiene libres cada a?o, fueran para Espa?a.
P. A principios de los noventa le ofrecieron la direcci¨®n del Real, ?por qu¨¦ la rechaz¨®?
R. Porque para dirigir un teatro hay que dominar a la perfecci¨®n el idioma del pa¨ªs, poder hablarle de t¨² a t¨² a un jefe de el¨¦ctricos, y mi espa?ol no me lo permit¨ªa. Y aunque soy medio alem¨¢n, tambi¨¦n soy medio franc¨¦s, y un franc¨¦s aparece en Espa?a como un invasor cultural, prepotente e imperialista. ?Es el peso de la historia!
P. Bajo su direcci¨®n, la ONP ha tenido como l¨ªnea la mayor heterogeneidad posible.
R. Mi programaci¨®n, mi selecci¨®n de obras y artistas corresponde a un criterio de servicio p¨²blico. Todos los espectadores ten¨ªan que poder encontrar, dentro de una oferta variada, montajes que fuesen de su agrado. He querido conciliar los grandes cl¨¢sicos con autores m¨¢s modernos y abrirme tambi¨¦n a nuevas creaciones. Una ¨®pera como la ONP es un museo especial, una suma del Louvre, el Centro Pompidou y una galer¨ªa de arte. La gente que reclama exhaustividad, que reclama dedicar todo un a?o a Mozart o a Ravel me parece de una gran pobreza intelectual. La perspectiva de tener que escuchar todo Mahler, por ejemplo, una obra tras otra, es una perspectiva de aburrimiento infinito.
P. Usted contempla con cierto escepticismo buena parte de la creaci¨®n musical del siglo XX.
R. Mi maestro, Rolf Liebermann, dec¨ªa que "no nos hemos equivocado pero hemos tomado un camino que lleva a un callej¨®n sin salida". La escuela de Viena, la ruptura con la tonalidad, supuso una libertad nueva a la hora de organizar la sonoridad, pero luego, lentamente, se ha convertido en un dogma. Hoy, por ejemplo, entre los compositores a los que he encargado nuevas obras, como Philippe Manoury o Matthias Pintscher, se me antojan m¨¢s cola de cometa que una nueva fuente de luz. En Par¨ªs, en buena parte de Europa, en materia de gusto art¨ªstico, reina una casta intelectual que observa el fen¨®meno creativo desde la ideolog¨ªa. Yo no soy un ide¨®logo. Me gusta la religi¨®n pero no la ideolog¨ªa. Pienso que hoy Massenet, Britten o Poulenc, por citar tres personalidades distintas, est¨¢n m¨¢s cerca de nuestra sensibilidad y preocupaciones que Schoenberg y sus ep¨ªgonos. Para volver a Liebermann, ¨¦l, durante los a?os que dirigi¨® la ?pera de Hamburgo, encarg¨® 28 nuevas ¨®peras. Hoy, 30 a?os despu¨¦s, s¨®lo dos siguen relativamente vivas -Die Teufel von Loudun, de Penderecki, y Der Prinz von Homburg, de Werner Henze- . En la ONP he garantizado a cada una de las creaciones tres o cuatro a?os de vida, de repertorio, es decir, un tiempo para encontrar su p¨²blico. Y si tuviese que comenzar, encargar¨ªa m¨¢s obras nuevas, pues si Liebermann necesit¨® 28 para que dos subsistiesen, yo con mis modestas cuatro creaciones, no creo que haya aportado nada en ese cap¨ªtulo.
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