Sin camino de vuelta
El escritor h¨²ngaro S¨¢ndor M¨¢rai, nacido en Kassa, en 1900, se suicid¨® en San Diego, California, en 1989, pocos meses antes de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y de la recuperaci¨®n de su obra, prohibida en Hungr¨ªa desde la instauraci¨®n de la dictadura comunista en 1948. La de M¨¢rai fue una larga vida de exilios, de ¨¦xitos y de olvidos. De escritor considerado, a mediados del siglo XX, como uno de los grandes novelistas centroeuropeos, junto a Stefan Zweig, Robert Musil o Joseph Roth, y traducido a la mayor parte de lenguas occidentales (en Espa?a tuvo una notable acogida en los a?os cincuenta) pas¨® a convertirse en un desconocido al que, con los a?os, s¨®lo le¨ªan especialistas en literatura magiar. Fue en el decenio de los noventa cuando, primero en Italia y en Francia, se inici¨® la reimpresi¨®n de sus obras con un resultado de ventas y de cr¨ªtica muy notables. Y lo mismo sucedi¨® en Espa?a, donde Salamandra tuvo el buen tino de editar sus novelas (El ¨²ltimo encuentro, La herencia de Eszter, Divorcio en Buda, La amante de Bolzano) y, recientemente, su volumen autobiogr¨¢fico Confesiones de un burgu¨¦s, cuyas p¨¢ginas habr¨¢n de entusiasmar a los lectores que siguen con aut¨¦ntico fervor las apariciones de los t¨ªtulos de este escritor m¨¢s complejo y moderno de lo que parece. El marco y los decorados de su narrativa, tan propios de un mundo ido con la ca¨ªda del Imperio Austroh¨²ngaro, unidos a la sensibilidad y sutiliza con que M¨¢rai crea situaciones y personajes, organiza un combinado en el que la fantasmagor¨ªa temporal de sus historias y el don verbal del autor para dejarse leer con supuesta facilidad podr¨ªan salir beneficiados respecto a la terrible complejidad psicol¨®gica y moral de sus criaturas. El lector que recuerde al personaje masculino de La herencia de Eszter (un hombre que en pluma de un autor menos dotado que M¨¢rai ser¨ªa un simple z¨¢ngano, pero que en manos del escritor h¨²ngaro es una mezcla de vileza, amoralidad e inteligencia en verdad terror¨ªfica) estar¨¢ de acuerdo en que un alma semejante s¨®lo puede surgir del infierno. Y el infierno -aunque un infierno distinto- es lo que peri¨®dicamente estallaba dentro de M¨¢rai, seg¨²n la lectura de estas Confesiones de un burgu¨¦s, memorias noveladas de infancia, adolescencia y juventud, que el autor escribi¨® al filo de los 30 a?os.
CONFESIONES DE UN BURGU?S
S¨¢ndor M¨¢rai
Traducci¨®n de Judit
Xantus Szarvas
Salamandra. Barcelona, 2004
478 p¨¢ginas. 16,80 euros
Nacido y educado en una ciu-
dad del norte de Hungr¨ªa, cuando las casas empezaban a tener calefacci¨®n central y electricidad, en un ambiente familiar burgu¨¦s, culto, liberal, que aceptaba el trato con vecinos jud¨ªos pero con un paternalismo paralelo a la ausencia de cr¨ªtica respecto al poder establecido, S¨¢ndor M¨¢rai rememora, al inicio de sus Confesiones, los a?os de una infancia y adolescencia marcadas por la seguridad econ¨®mica que el capitalismo rampante de la Hungr¨ªa de la ¨¦poca proporcionaba a las clases aposentadas, y ofrece unos retratos magistrales de algunos de los miembros de su familia, como su abuelo paterno, "un aut¨¦ntico Falstaff", o los singulares hermanos de la madre, uno de los cuales se suicid¨® por no lograr entrar en la banda de m¨²sica del ej¨¦rcito, y otro que abandon¨® sus estudios de humanidades para dedicarse a su aut¨¦ntica e irresistible vocaci¨®n, que era, ni m¨¢s ni menos, que la de carnicero y que despert¨® en ¨¦l ya en la infancia, pues, cuenta M¨¢rai, que de ni?o ya jugaba a carnicero con sus hermanos menores y con los hijos de los trabajadores del taller de su padre ("reun¨ªa a todos los ni?os de la casa en un rinc¨®n del patio, los obligaba a quitarse la ropa, les echaba sal en la espalda y las nalgas, y luego hac¨ªa como si los trinchara y los desmenuzara con un cuchillo robado en la cocina...").
Un mundo id¨ªlico, el que des-
cribe M¨¢rai, tanto el que vive entre las paredes de su casa como el exterior, el que observa visto desde los ventanales del sal¨®n de la casa, una plaza ajardinada por la que desfilan los espectaculares entierros militares, con m¨²sica y cantos en lat¨ªn, y cuya exagerada pomposidad tuvo que rebajar la autoridad militar debido a la ola de suicidios que se desencaden¨® entre los soldados "ya que esos j¨®venes y sentimentales campesinos confesaban en su carta de despedida que hab¨ªan sentido envidia del solemne entierro de alg¨²n compa?ero de su pueblo". Sin embargo, pese a la aparente felicidad que pudiera proporcionarle el entorno, M¨¢rai confiesa "haber perdido a la familia" a los seis a?os. A esa edad "hab¨ªa salido de ese nido y nunca encontr¨¦ el camino de vuelta". La causa de su sentimiento de soledad, lo atribuye el autor al nacimiento de su hermana; pero lo cierto es que el lector ve en tal explicaci¨®n cierta mixtificaci¨®n, pues M¨¢rai carga a esa herida, abierta una y otra vez a lo largo de su vida, la explicaci¨®n de su comportamiento posterior, que le llev¨® no s¨®lo a una enigm¨¢tica fuga del hogar, a los 14 a?os, sin motivo aparente ("yo ten¨ªa 14 a?os cuando me escap¨¦ de casa, y despu¨¦s ya s¨®lo regres¨¦ de visita"), sino a las repetidas escapadas que, a lo largo de su existencia, no evitaron ni el matrimonio, ni el trabajo, cuando "tras largos periodos de soledad buscaba desesperadamente cualquier comunidad humana en la que encontrar aliados... Al final, siempre me un¨ªa a alguna pandilla de marginados y establec¨ªa una suerte de v¨ªnculos familiares en estos terrenos poco vigilados de la sociedad". En realidad, y as¨ª lo confiesa ese burgu¨¦s de vocaci¨®n que vive "en una anarqu¨ªa que considero inmoral y me cuesta mucho soportar", padeci¨® siempre de ese af¨¢n de huir, de escapar, que resquebrajaban los marcos establecidos de su existencia y lo empujaban a situaciones escandalosas, a ir de una ciudad a otra (Berl¨ªn, Francfort, Par¨ªs) y a estados de crisis profunda ("yo viv¨ªa en un peligro mortal constante y s¨®lo el alcohol y las drogas pod¨ªan neutralizarlo. En Alemania dorm¨ªa siempre con una pistola a mi lado, en la mesilla, y la llevaba siempre conmigo cuando iba a los caf¨¦s y a las redacciones de los peri¨®dicos"). Sea como fuere, tales escapadas le llevaron a recorrer los ambientes art¨ªsticos y culturales de la Europa de entreguerras, con el surgimiento de nuevos movimientos literarios, cuyos protagonistas aparecen en estas p¨¢ginas, y los s¨ªntomas de lo que acabar¨ªa convirti¨¦ndose en la barbarie fascista. El relato de todo ello va conformando una suerte de novela de formaci¨®n que termina con el regreso a casa, a Hungr¨ªa, que -¨¦l a¨²n no pod¨ªa saberlo entonces- habr¨ªa de abandonar para siempre al cabo de unos a?os.
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