Un parlamento religioso
La idea de convocar un parlamento de las religiones me parece una brillante iniciativa del F¨®rum. Seguramente no se trata de votar si Dios existe, como se hizo ya una vez en una sede parlamentaria, pues los asistentes militan claramente en su bando. Salvo acaso los budistas, a quienes Juan Pablo II reprendi¨® una vez al considerar que el budismo, que es ateo, no era propiamente una religi¨®n.
El paisaje religioso ha cambiado mucho en el ¨²ltimo siglo, desde que P¨ªo X condenara gen¨¦ricamente el modernismo, pues los cat¨®licos se han hecho cada vez m¨¢s protestantes (dando t¨¢citamente la raz¨®n a Lutero) y ha aparecido el raro esp¨¦cimen del cat¨®lico-marxista, h¨ªbrido que tuvo entre nosotros un pionero mod¨¦lico en Alfonso Carlos Com¨ªn, cuyo nombre ha bautizado incluso una plaza de Barcelona. Por no mencionar a las sectas de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n, a los cristianos de base, al grupo Comuni¨®n y Tradici¨®n, a los legionarios de Cristo, etc¨¦tera.
En este terreno vamos de sorpresa en sorpresa y hace poco he le¨ªdo que uno de los pa¨ªses en el que m¨¢s ha avanzado la fe isl¨¢mica en los ¨²ltimos tres a?os es en Estados Unidos, tras la agresi¨®n de Al Qaeda. Seguramente existe alguna raz¨®n l¨®gica que explique esta tendencia expansiva, aunque confieso que todas las explicaciones (psicol¨®gicas y pol¨ªticas) que se me ocurren me parecen perversas.
Me preocupa que de este parlamento queden excluidas las religiones sincr¨¦ticas y socialmente poco respetables, como la santer¨ªa cubana, el vud¨² haitiano, la macumba brasile?a y los polite¨ªsmos africanos. Si eso ocurre, significar¨ªa que tambi¨¦n los piadosos fieles han organizado -cual imperios coloniales- un sistema pol¨ªtico de dominaci¨®n centro-periferia.
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