Manuel Leguineche y Javier Reverte
"Los peores viajes dejan los mejores libros"
Tienen tantos kil¨®metros en sus pies que sumando sus viajes se podr¨ªan reclamar unas cuantas vueltas a la Tierra. Y aunque son herederos de la tradici¨®n de los grandes viajeros, comulgan encantados con la frase: "Todos somos turistas". Son Manuel Leguineche (Vizcaya, 1941) y Javier Reverte (Madrid, 1944), dos periodistas que han cubierto importantes acontecimientos mundiales, y que reconvertidos en escritores han popularizado el g¨¦nero de literatura de viajes en Espa?a. Una brecha que en los setenta abri¨® Leguineche con El camino m¨¢s corto, y en los noventa reanud¨® Reverte con El sue?o de ?frica.
Ahora, en un descanso de sus periplos, los dos amigos conversan sobre las rutas de la literatura de viajes hoy. Lo hacen en Brihuega (Guadalajara), amparados del tan mentado sol de julio, en la casa de piedra viva y toba donde viviera un amor plat¨®nico de Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, y que hoy pertecene a Leguineche.
"A un viaje hay que ir documentado, llorado, solo, ligero de equipaje, con espacio para la improvisaci¨®n y con sentido del humor"
PREGUNTA. ?Cu¨¢nto ha cambiado la literatura de viajes?
MANUEL LEGUINECHE. Hay una contribuci¨®n brit¨¢nica, ten¨ªa que ser as¨ª, claro, que la reenfoc¨® en el siglo XX. Est¨¢ basada en una cultura previa, como una experiencia buscada, y con una visi¨®n un poco sarc¨¢stica, divertida y cr¨ªtica. Son autores que buscan lo raro, no lo ex¨®tico como antes. Un escritor que influye en ese cambio es Bruce Chatwin con En la Patagonia. Y todo viene porque ¨¦l quiere saber el origen de la piel de un animal prehist¨®rico que hab¨ªa en su casa de ni?o y que hab¨ªa llevado su abuelo. As¨ª es que un d¨ªa aparece en la Patagonia y empieza a indagar, a ver y a sentir, aunque luego la gente se quej¨® de su versi¨®n. ?l describe todo a su manera, es un hombre culto y le¨ªdo, pero es un tramposo, o un mentiroso total, en el sentido literario, a lo largo de toda su obra.
JAVIER REVERTE. Y de su vida (interrumpe con una risa que contagia a su amigo al instante).
M. L. Es que Chatwin es un autor que ya no s¨®lo mira y busca la realidad, sino que cuando se enfrenta a ella se arma de una idea. Sabe el tipo de libro que quiere hacer y el tipo de sorpresa que quiere dar al lector. A partir de ah¨ª elabora una teor¨ªa que no s¨®lo es la reproducci¨®n de la realidad, sino que todos sus apriorismos los recrea, los incorpora a la historia. Todo est¨¢ escrito, pero estos grandes autores de viajes van ley¨¦ndose a s¨ª mismos y van recomponiendo una idea de lo que quieren contar.
J. R. Los ingleses salen con ventaja en cuanto a capacidad de viajar y a tradici¨®n de escritores del g¨¦nero. A m¨ª Chatwin no me gusta, pero independientemente de eso creo que la literatura viajera de los siglos XVIII y XIX, que es su boom, es informativa. No existe la televisi¨®n, ni el periodismo de masas, con lo cual todo lo que estos autores cuentan es novedoso.
P. Y ahora que los medios de comunicaci¨®n muestran todos los rincones del planeta y m¨¢s all¨¢, ?cu¨¢l es el papel de este g¨¦nero?
J. R. Hay que contar algo que sorprenda y sea sorprendente. No vas a contar c¨®mo un masai mata un le¨®n porque lo ves en televisi¨®n. Lo que el escritor puede hacer es acercarse m¨¢s a la antig¨¹edad de la literatura, hacer una obra creativa en el sentido de crear una estructura literaria del viaje, no en el sentido de que cuente cosas que sean ficci¨®n, sino de escoger de la realidad aquello que tiene m¨¢s peso literario. Seleccionar el mejor testimonio y tratar de comprender el lugar y a sus pobladores. Tambi¨¦n es una literatura m¨¢s sensual, que busca m¨¢s las sensaciones y los sentidos, lo que no transmiten otros medios. La nueva literatura de viajes debe ser menos period¨ªstica, m¨¢s po¨¦tica.
M. L. Claro, porque el resto de los libros en torno a los viajes est¨¢ cubierto: gu¨ªas, manuales y dem¨¢s. El protagonista muchas veces no son las ruinas sino las personas. Autores ingleses como Colin Thubron o Paul Theroux, que no es ingl¨¦s pero est¨¢ en la senda, lo est¨¢n poniendo muy dif¨ªcil. Al estar todo contado y con la posibilidad de verlo en im¨¢genes existe el peligro de exagerar tu peripecia. De mostrar heroicidad, y para asegurar el ¨¦xito a?aden sorpresa, pero ¨¦sa es una carpinter¨ªa muy tramposa.
P. ?Por qu¨¦ Espa?a siendo un pa¨ªs de descubridores no tiene una tradici¨®n de escritores viajeros, salvo los de Cr¨®nicas de Indias?
M. L. No s¨¦ muy bien, pero en 1898 hay una recuperaci¨®n del paisaje que consiste en que gente como Azor¨ªn, Unamuno y Baroja contribuyen a acercarse a la literatura de viajes, de la que Cela puede ser un ep¨ªgono con Viaje a la Alcarria.
J. R. Tambi¨¦n est¨¢ Ciro Bayo, otro autor olvidado de 1898, que tiene dos libros estupendos: Lazarillo espa?ol y El peregrino en Indias.
M. L. Aqu¨ª se ha producido un fen¨®meno curioso. Hay un periodo de autarqu¨ªa en el que no se viaja porque estamos encerrados en nosotros mismos y tambi¨¦n por razones econ¨®micas. Ahora los espa?oles son de los que m¨¢s viajan en Europa, porque tienen todo por descubrir.
J. R. Nuestra generaci¨®n, la que ronda los 60 a?os, es un poco la primera que viaja desde los tiempos de la ca¨ªda del imperio espa?ol. La ca¨ªda de un imperio siempre produce tristeza. Y aqu¨ª produjo una vuelta hacia dentro, se opac¨® la curiosidad por el mundo. Dimos paso a un intento de negociar con nosotros mismos una alternativa pol¨ªtica, hist¨®rica, cultural, social. Se viaja en 1898, pero sobre todo por Espa?a, en busca de qu¨¦ es Espa?a. ?sa es la gran pregunta que se hacen los intelectuales. En cambio, nuestra generaci¨®n se pregunta ?qu¨¦ co?o es el mundo?, cuando queremos ser europeos y estamos viviendo en una dictadura intentamos aprender idiomas, saber qu¨¦ son las democracias, qu¨¦ libros nos han prohibido.
P. ?Una generaci¨®n que viaja por curiosidad geogr¨¢fica, intelectual y pol¨ªtica?
J. R. ?Y sexual! (Y los dos estallan en una sola carcajada mientras se miran).
M. L. ... Se busca una liberaci¨®n.
J. R. Es un intento de liberaci¨®n general, de comprensi¨®n sobre todo del mundo. Ahora, desde hace unos 10 o 15 a?os, todos viajan y eso no se correspond¨ªa con una literatura viajera porque no exist¨ªa. De pronto, a finales de los setenta aparece el libro de Manu, El camino m¨¢s corto, que sorprende porque nadie hab¨ªa hecho una vuelta al mundo en esos tiempos.
M. L. Luego t¨®mate lo que quieras Javier (risas). Lo curioso es la dificultad de colocar este g¨¦nero. Hay un apriorismo que dice que en Espa?a no hay lectores para esta literatura. El viaje lo hice en 1965 y s¨®lo 12 o 13 a?os m¨¢s tarde se public¨®, despu¨¦s de que nadie lo quisiera editar, hasta que lo vio Mario Lacruz.
P. La historia se repiti¨® con Reverte a comienzos de los noventa.
J. R. Con El sue?o de ?frica, hasta que otro Mario, este Muchnik, lo public¨® en 1996. Literatura es seleccionar. Toda literatura significa dos cosas: un impulso de unidad interna en s¨ª misma, como una sinfon¨ªa, con una selecci¨®n y la b¨²squeda de su estructura literaria. La realidad contada desde la literatura.
P. ?Y d¨®nde queda la objetividad del viajero?
J. R. No creo en la objetividad, ni siquiera en periodismo. Es en lo subjetivo donde nos podemos identificar m¨¢s con un libro o una obra de arte. Son puntos de vista, estilos, subjetivismo. Y es importante el humor, re¨ªrte un poco de ti mismo y de las cosas que te pasan, porque en un viaje metes la pata much¨ªsimas veces.
M. L. La virtud est¨¢ en el t¨¦rmino medio de saber cu¨¢ndo no hay que abusar del yo. Evitar hacerse protagonista de la historia, no hay necesidad de sublimar los episodios.
J. R. El escritor de viajes de hoy debe ser alguien cuyo yo aparezca en el relato como instrumento de comunicaci¨®n con el otro, como veh¨ªculo para que hable el otro. Un ejemplo es Kapuscinski, buscar que el protagonista diluya su yo en los dem¨¢s. Ya no vamos buscando piedras, ahora vamos buscando voces.
M. L. Kapuscinski insiste mucho en que hay que ir a un lugar muy preparado, documentado. La verdad es que cuando me explic¨® de d¨®nde le viene esa curiosidad y esa visi¨®n global y universal que tiene hacia todo, dice que ha le¨ªdo a Fernand Braudel, esa ordenaci¨®n cartesiana, ese inter¨¦s por todo y de ver las cosas en todos sus ¨¢ngulos. Eso a m¨ª me influy¨® mucho.
J. R. "Nada humano es ajeno para m¨ª", como dec¨ªan los cl¨¢sicos, eso lo ves en Kapuscinski. Por eso se habla de un iniciador de un periodismo human¨ªstico. Y la literatura de viajes va en esa l¨ªnea. Est¨¢ obligada a ser human¨ªstica porque estamos en un mundo en el que desconfiamos de todo. Hay que buscar un peque?o marco de esperanza y ese marco est¨¢ en el periodismo y la literatura de viajes, a trav¨¦s del elemento humano.
P. ?Cu¨¢les ser¨ªan las recomendaciones b¨¢sicas para un viajero?
M. L. Hay dos escuelas: una dice que hay que ir bien preparado, si vas con el conocimiento vas con algo ganado, nosotros comentamos que un viaje empieza siempre en una librer¨ªa. La otra escuela recomienda ir con una retina nueva, para que todo lo que encuentres no sea reflejo de otras aventuras, y seas t¨² quien saques tus conclusiones.
J. R. Nosotros somos de la primera escuela. Otro elemento importante es la emoci¨®n, es lo que queda. Adem¨¢s de documentarse sobre el lugar al que vas, es mejor viajar solo. As¨ª necesitas comunicarte, abrirte e integrarte. Y, claro, dejar espacio a la incertidumbre, a la improvisaci¨®n.
M. L. La primera recomendaci¨®n es tomar el viaje como cura de humildad y luego cultivar el sentido del humor, tomarse las cosas con calma. Eso te hace disfrutar m¨¢s, y es un arma frente a lo malo que pueda pasar.
J. R. Hay una escuela a la que s¨®lo le interesan las cosas en su estado "tradicional" y "puro". Un d¨ªa una periodista al ver a unos pigmeos con vaqueros dec¨ªa "yo no puedo filmar esto, no son aut¨¦nticos", y mi respuesta fue: "No, si los aut¨¦nticos son ellos tal cual los ves". El autor tiene que reflejar que no quedan para¨ªsos perdidos y que pretende seguir comprendiendo la evoluci¨®n de lugares y culturas.
M. L. Son puntos de vista que permiten ver, por ejemplo, que la m¨²sica y el viaje son los grandes perjudicados de la globalizaci¨®n, s¨®lo que esos cambios son un elemento para el escritor viajero.
P. ?Qu¨¦ decir a quienes reniegan del progreso como contaminaci¨®n?
J. R. Hay muchos aspectos positivos en el progreso. Si te puedes tomar un refresco fr¨ªo en lugar de un agua con barro est¨¢ bien. Si me encuentro a un masai con un m¨®vil habr¨¢ quien me chille pero creo que ¨¦l necesita m¨¢s el tel¨¦fono que yo. Y dice alguien, "es que el nomadismo es una cultura que estamos estropeando", y yo recuerdo la an¨¦cdota de unos bosquimanos en Namibia que iban por el desierto de Kalahari y se toparon con un grifo, lo abrieron, sali¨® agua y dejaron de ser n¨®madas. ?Ten¨ªan agua para beber y para el ganado! Nadie es n¨®mada por vocaci¨®n, se es n¨®mada para conseguir cosas. A nadie le gusta tener sed o hambre.
M. L. Hay una tendencia un poco mesi¨¢nica a cargarse todo lo que sea el progreso. Algunos piensan que as¨ª se pierde el color local, sin embargo les pagamos a los indios para que bailen para nosotros, los prostituimos.
J. R. Es la filosof¨ªa que yo llamo del "buen salvaje", abogan por una cultura que no evolucione y que creen debe conservarse como museos vivos. Es como la diferencia entre viajero y turista. ?Eso qu¨¦ quiere decir, que t¨² llegas a un sitio y eres el ¨²nico que debe estar ah¨ª? ?Y que los del autocar no tienen derecho?
M. L. Hace a?os tuve una cura de humildad en la estaci¨®n de trenes de Mil¨¢n cuando al bajar le¨ª: "Todos somos turistas".
J. R. ?Claro, es verdad! El salir ya es positivo, te pone en contacto con el otro, contigo mismo. S¨®lo que algunos tenemos el privilegio de que no tenemos billete de vuelta.
M. L. ?sa es la diferencia. Me lo dijo Paul Bowles en T¨¢nger: "El viajero es el se?or que sabe cuando sale pero no cuando regresa".
J. R. Adem¨¢s, la palabra aventura se identifica con riesgo, y para m¨ª es menos grandilocuente, es abrirte a lo que no conoces. El viaje tambi¨¦n se ha convertido en una necesidad, es estupendo. Que la gente salga es fundamental no s¨®lo para cambiar de rutina, sino tambi¨¦n para contrarrestar aquello de que "yo soy de aqu¨ª de vocaci¨®n" o "de pura cepa", y esas cosas que se dicen. El viaje permite ver que hay gente, valores y culturas maravillosos en todas partes. Como dicen, viajar acaba con los nacionalismos.
P. ?No es un poco c¨®modo el viajero espa?ol?
M. L. ?A un viaje hay que ir llorado! Lo hemos dicho, los peores viajes hacen los mejores libros. Hasta de lo malo tienes que sacar una moraleja. El viajero espa?ol puede tener defectos como exceso de impaciencia y temor. Otro defecto de todos los viajeros es la necesidad compulsiva de comprar y llevarte algo, cuando viajar con menos equipaje es m¨¢s c¨®modo. Muchas veces se hace por la necesidad de demostrar a los dem¨¢s lo que has hecho y donde has estado.
J. R. No hay que olvidar que aqu¨ª hab¨ªa poca tradici¨®n y cultura viajeras, y eso conlleva cierto temor. Aunque cada vez se ven m¨¢s j¨®venes macuteros espa?oles y que la gente viaja sin itinerario. Espa?a va cambiando. Adem¨¢s, la gente compra menos. Nuestra filosof¨ªa, cuando ¨¦ramos m¨¢s j¨®venes, era la misma de John Huston: "A nuestra edad ya no me compro nada que no se pueda beber".
BIBLIOGRAF?A
Manuel
Leguineche:
El ¨²ltimo explorador. La vida de
Wilfred Thesiger
(Seix Barral).
Madre Volga
(Seix Barral).
Los a?os de la infamia: cr¨®nica de la II Guerra Mundial
(Temas de Hoy).
El camino m¨¢s corto (Plaza & Jan¨¦s).
Javier Reverte:
La noche detenida (Plaza & Jan¨¦s).
Coraz¨®n de Ulises (Aguilar).
Dios, el diablo y
la aventura(Plaza & Jan¨¦s).
Billete de ida
(Aguilar).
Los caminos perdidos de ?frica/Vagabundo en ?frica/El sue?o de ?frica (Plaza & Jan¨¦s).
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