Los conflictos eternos de Georgia
Las regiones secesionistas de Osetia del Sur y Abjazia mantienen su independencia de hecho a pesar de las reclamaciones de Tbilisi
"En Armenia, todos tienen un t¨ªo que les manda dinero desde el extranjero; en Azerbaiy¨¢n tienen petr¨®leo, mientras que en Georgia ten¨ªamos una depresi¨®n por la p¨¦rdida de nuestro territorio hasta que lleg¨® Mija¨ªl Saakashvili y nos infundi¨® confianza en la reunificaci¨®n". Merab, uno de los muchos seguidores del presidente georgiano, caracteriza as¨ª el estado de ¨¢nimo de su pa¨ªs en relaci¨®n a los vecinos del C¨¢ucaso y a las regiones secesionistas de Osetia del Sur y Abjazia, pr¨¢cticamente independientes desde que rechazaron las incursiones armadas dirigidas contra ellas desde Tbilisi, en 1991-1992 y en 1992-1993, respectivamente. Miles de muertos y un ¨¦xodo de centenares de miles de personas fueron el precio de una situaci¨®n que ha permanecido enquistada desde entonces.
Los desplazados georgianos se hacinan a¨²n en hoteles destartalados de Tbilisi
Los nuevos l¨ªderes de Georgia abren los brazos a abjazos y osetios
Osetia del Sur, rodeada de monta?as en la legendaria Ruta Militar del C¨¢ucaso, y Abjazia, en el litoral del mar Negro, tienen sus Gobiernos y sus Parlamentos no reconocidos en el mundo, pero no hubieran podido sobrevivir sin Mosc¨², que act¨²a como garante de su seguridad y que ha repartido pasaportes entre la mayor¨ªa de sus habitantes. Osetia del Sur pretende tener 90.000 ciudadanos, y Abjazia, cerca de 300.000, pero las cifras son confusas. Muchos han emigrado a Rusia en busca de mejores perspectivas y las autoridades de Osetia del Sur y Abjazia tratan de demostrar que la mayor¨ªa de los georgianos que huyeron han regresado a sus hogares de antes de la guerra. Sin embargo, los desplazados georgianos (sobre todo los procedentes de Abjazia) se hacinan a¨²n, esperando el regreso, en hoteles destartalados de Tbilisi y en m¨²ltiples residencias improvisadas y dispersas por Georgia.
Osetia del Sur limita con Osetia del Norte, que es parte de la Federaci¨®n Rusa, y los secesionistas quisieran fundirse con sus hermanos septentrionales "como se han unido los dos Vietnams o las dos Alemanias", en palabras de una portavoz local, y convertirse as¨ª en parte de Rusia. No es tan f¨¢cil. Mosc¨² reconoce la integridad territorial de Georgia y es adem¨¢s garante de la estabilidad en Osetia del Sur a tenor de un acuerdo tripartito de 1992. Desde entonces, tres batallones pacificadores (uno ruso, otro osetio y otro georgiano a raz¨®n de 500 hombres por cada parte) y una misi¨®n de la OSCE han velado por el alto el fuego.
Durante m¨¢s de una d¨¦cada, la supervivencia en el enclave secesionista ha dependido del tr¨¢fico de mercanc¨ªas por una frontera controlada por los rusos y los osetios, pero no por los georgianos. Desde Rusia entraban en la regi¨®n camiones de cereales, abonos, v¨ªveres y gasolina, que se vend¨ªan (sin pagar impuestos a Tbilisi) en el concurrido mercado de Ergeneti (al sur de Tsjinvali, la capital de Osetia), o segu¨ªan camino hacia otros destinos en Georgia.
En primavera, Saakashvili instal¨® puestos contra el contrabando en la zona controlada por los pacificadores georgianos y, desde entonces, el mercado de Ergeneti es un desolado paisaje desierto jalonado por los dep¨®sitos de "petr¨®leo de Rusia", de todas las formas y tama?os. Durante nuestra visita, unos campesinos (osetios y georgianos) liquidaban sus existencias de az¨²car y abonos, mientras m¨¢s de una veintena de camiones rusos hac¨ªan cola para pagar las tasas de la aduana georgiana en Gori (la patria chica de Stalin).
Tsjinvali conserva las huellas del asedio georgiano en sus casas destruidas y melladas. Sin embargo, una de sus principales calles lleva el nombre de Stalin y la biblioteca municipal, que no recibe libros desde los noventa, tiene las obras completas de este pol¨ªtico, que los osetios consideran como un paisano aunque naci¨® fuera de su demarcaci¨®n. En el mercado, mujeres que en otra ¨¦poca fueron contables, profesoras y funcionarias venden hoy hortalizas y juran que se resistir¨¢n a la cruzada unificadora de Tbilisi. "Si no fuera por los rusos, nuestros ancianos se hubieran muerto de hambre", exclama Evelina. Por tener la ciudadan¨ªa rusa, los jubilados de Osetia (como los de Abjazia) cobran las pensiones rusas. La m¨ªnima, de unos 20 euros, est¨¢ muy por encima de las m¨¢ximas georgianas, de nueve euros, y de los sueldos medios, de cerca de siete euros, de la rep¨²blica secesionista. El rublo ruso, y no el lari georgiano, es la moneda de curso tanto en Osetia del Sur como en Abjazia.
En Abjazia, el trauma de la guerra es m¨¢s profundo que en Osetia. Si entre Tbilisi y Tsjinvali se puede viajar con el ¨²nico requisito de identificarse en los puestos de control georgianos y osetios, de Tbilisi a Sujumi, la capital de Abjazia, s¨®lo es posible desplazarse con ayuda de la ONU, que tiene observadores militares all¨ª, o de las tropas de pacificaci¨®n rusas, que act¨²an en nombre de la CEI y que vigilan la l¨ªnea del alto el fuego establecida en 1994 a lo largo del r¨ªo Enguri.
Con sus bell¨ªsimas playas y sus exuberantes paisajes, Abjazia fue una zona de vacaciones privilegiada en ¨¦poca sovi¨¦tica. Hoy, los turistas rusos desaf¨ªan la propaganda georgiana, que trata de asustar a los potenciales veraneantes con cr¨®nicas de asaltos y bandidos, fen¨®menos que por otra parte se dan tambi¨¦n en el territorio controlado por los georgianos. Por 20 euros por persona a pensi¨®n completa, en algunas playas, como la de Pitsunda, es posible olvidar que esta regi¨®n fue escenario de una sangrienta guerra. En Sujumi, en cambio, hay demasiadas evocaciones de la muerte, como la sede del Parlamento, parecida al palacio presidencial de Dud¨¢yev en Grozni, hoy demolido, o las l¨¢pidas de los ca¨ªdos en combate. Entre los voluntarios de los pueblos monta?eses del C¨¢ucaso que socorrieron a los abjazos hab¨ªa chechenos, como Shamil Bas¨¢yev, que se cas¨® con una abjaza y que despu¨¦s llegar¨ªa a ser un l¨ªder guerrillero en su propia rep¨²blica.
Los rusos compran casas en Abjazia con muy pocas garant¨ªas, porque la legislaci¨®n local no contempla la propiedad privada de la tierra y el futuro es incierto. Algunas instituciones rusas, como el Ministerio de Defensa o el de Energ¨ªa At¨®mica, conservan a¨²n residencias de vacaciones en la costa abjaza, pero, aparentemente, invierten poco en renovarlas y el paisaje de edificios bombardeados y venidos a menos resulta fantasmag¨®rico. Como en Osetia, los georgianos quisieran controlar la frontera con Rusia y acusan de contrabando a las tropas rusas. "De momento se trata de v¨ªveres, combustibles o cigarrillos, pero no de armas o narc¨®ticos. El incidente m¨¢s embarazoso fue la captura de un barco turco con un cargamento de pasaportes abjazos", afirma un funcionario internacional.
El presidente Saakashvili estrecha el cerco a Osetia del Sur y Abjazia, pero tambi¨¦n trata de seducirlas, envi¨¢ndoles abonos y pagando pensiones a quienes las acepten. M¨¢s all¨¢ de lo p¨²blico, hay indicios de que partisanos y agentes secretos georgianos se infiltran en los dos territorios, utilizando para ello a la poblaci¨®n georgiana local. Los dirigentes de Osetia del Sur aseguran que unos 2.500 georgianos armados han penetrado en sus dominios mientras colegas rusos dicen haber visto a decenas de georgianos armados no pertenecientes a las tropas pacificadoras.
En el valle de Gali, en Abjazia, los georgianos han repartido abono con ayuda de una estructura clandestina, pese a la oposici¨®n de las autoridades abjazas, seg¨²n aseguran medios pr¨®ximos a las patrullas de la ONU, que vigilan la zona, aunque no la controlan en su totalidad. No todos los que van armados sirven causas pol¨ªticas. Hay tambi¨¦n bandidos de todas las nacionalidades. Uno de ellos, georgiano, mat¨® recientemente al jefe de polic¨ªa abjaza de Gali. Tras cualquier incidente, los justos pueden pagar por los pecadores. Las techumbres del pueblo de Majudzhe, poblado por georgianos, fueron quemadas despu¨¦s de que un coche abjazo estallara sobre una mina cerca de all¨ª.
Saakashvili goza de simpat¨ªas en Occidente y sabe presentar su caso bajo la ¨®ptica de la lucha de la peque?a Georgia contra la gran Rusia. Osetios y abjazos, que se hab¨ªan relajado con los a?os, desconf¨ªan profundamente de los georgianos y est¨¢n alarmados por los vientos que soplan desde Tbilisi. La clase pol¨ªtica georgiana, con pocas excepciones, entiende mal lo que quiere decir autonom¨ªa, como lo demuestra el reciente estatuto aprobado para la rep¨²blica de Adzharia, seg¨²n el cual los dirigentes locales son propuestos por el presidente georgiano, quien puede disolver el Parlamento y el Gobierno de la regi¨®n. Los nuevos l¨ªderes georgianos abren los brazos a abjazos y osetios, pero los independentistas no se sienten parte del pueblo georgiano y los georgianos no entienden por qu¨¦ su amor no es correspondido. Hay algunas excepciones, como David Berdzenishvili, jefe del partido republicano, que se ha pasado a la oposici¨®n a Saakashvili tras haber formado parte de su mismo bloque pol¨ªtico. Berdzenishvili conoce la experiencia espa?ola y entiende lo que significa el federalismo asim¨¦trico, pero ¨¦se no parece ser el caso del presidente, que ha jurado reunificar las tierras de Georgia sobre la tumba de un rey medieval, David el Constructor (1089-1125), y que ha sustituido la bandera de la rep¨²blica menchevique independiente (1918-1921), restablecida al desintegrarse la URSS, por otra que fue usada para ir a las Cruzadas. Rusia es clave para una soluci¨®n pac¨ªfica del problema, pero no todo depende de ella, porque abjazos y osetios tienen sus propias ideas y hay quien piensa que la causa de estos peque?os pueblos todav¨ªa puede encontrar partidarios dispuestos a luchar entre los orgullosos guerreros del C¨¢ucaso y entre los cosacos que la pasada primavera hicieron una demostrativa incursi¨®n rel¨¢mpago en Abjazia.
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