D¨¢vila Miura y Abell¨¢n, a hombros
D¨¢vila Miura y Miguel Abell¨¢n salieron a hombros por la puerta grande. Las faenas de uno y otro fueron muy distintas, aunque obtuvieran el mismo premio. La actuaci¨®n de D¨¢vila Miura en el cuarto de la tarde hay que calificarla de maciza. Empez¨® la faena por naturales en el centro del ruedo, para seguir con tandas de derechazos de gran poder, muy ligados y con hondura. Instrument¨® pases por alto, sobre todo de pecho, de una gran exposici¨®n y presteza. Volvi¨® a la mano izquierda y teji¨® una buena serie. Su labor cal¨® en el p¨²blico y m¨¢s cuando se ech¨® a matar como si tuviera un cicl¨®n en su mano.
La imagen de D¨¢vila Miura puede encajar perfectamente con la observaci¨®n del poeta an¨®nimo: "Si no puedes ser ¨¢rbol frondoso o flor de jard¨ªn, s¨¦, cuando menos, mata del camino, pero con la condici¨®n de que llegues a ser la mejor mata de ese mismo camino". Para los exquisitos, tal vez D¨¢vila Miura no est¨¢ en la l¨ªnea de sus ojos. Sin embargo, nada mejor como comparar su fana con la que realiz¨® Miguel Abell¨¢n, a quien le otorgaron tambi¨¦n dos orejas. Mientras la faena realizada por D¨¢vila Miura la ciment¨® sobre el toreo serio, profundo y cl¨¢sico (?habr¨¢ que volver a decir eterno?), el segundo, Miguel Abell¨¢n, se apunt¨® al toreo de rodillas, a los pases circulares y dem¨¢s artilugios que encandilan a la masa. Le faltaron ganas para torear con profundidad y densidad. Esa valent¨ªa aparente de Abell¨¢n hubiera sido valent¨ªa de verdad si estuviera centrada en el toreo profundo.
Jandilla / D¨¢vila, Abell¨¢n, Tejela
Toros de Jandilla, de buen juego, excepto el enrevesado 3?. D¨¢vila Miura: pinchazo y estocada (aplausos); estocada (dos orejas). Miguel Abell¨¢n: media estocada perpendicular y tres descabellos (silencio); estocada (dos orejas). Mat¨ªas Tejela: pinchazo y casi entera (silencio); media estocada (oreja). Plaza de Pamplona, 12 de julio. 8? de feria. Lleno. Incidencias: el subalterno Carlos ?vila, de la cuadrilla de Mat¨ªas Tejela, fue cogido en el tercer toro de la tarde. En la enfermer¨ªa le pronosticaron una subluxaci¨®n acromioclavicular del hombro izquierdo. Pron¨®stico menos grave. Pas¨® a un hospital de la ciudad.
A Mat¨ªas Tejela, tercer espada de la corrida, se le puede reprochar que no estuviera a la altura del toro. Hablamos del sexto de la tarde, puesto que su primer toro, que hizo tercero, fue un barrab¨¢s de mucho cuidado. Advirtamos que pod¨ªa haber conseguido en ese sexto toro un triunfo redondo si hubiera cultivado el buen arte que merec¨ªa el astado. Por el contrario, se conform¨® con acceder a una oreja. Dio de s¨ª lo justo, lo que un pol¨ªtico de pacotilla aducir¨ªa como que "estuvo correcto". Al joven Tejela le falt¨® sentirse torero. No escuch¨® la voz interior que a lo mejor le estaba pidiendo darse por entero en ese momento y en aquella plaza pamplonesa. Le falt¨® hacer vibrar al p¨²blico. ?Por qu¨¦?, porque para hacer vibrar el p¨²blico de verdad es preciso que hiervan al rojo vivo las venas que atesora en su interior el propio torero. Lamentablemente, Mat¨ªas Tejela desaprovech¨® la ocasi¨®n de mostrar su mejor rostro de artista.
Mas sepan, tanto Abell¨¢n como Tejela, que el buen aficionado complet¨® los muletazos que se guardaron cada uno de ellos dentro del oro de sus vestidos. En una palabra, a ambos se les juzga m¨¢s que por lo que hicieron que por lo que dejaron de hacer.
Es posible que en el transcurso que va de la plaza al hotel, incluso antes de tomar una ducha, se sientan arrepentidos, pese a que ganaron dos orejas uno, incluso sali¨® a hombros, y el otro una oreja. Esas ocasiones no se repiten todos los d¨ªas.
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