Bush cultiva el miedo
Bush sigue aferrado a la estrategia del miedo, porque cree que con ella puede ganar su segundo mandato. El ¨²ltimo aviso ha sido indagar, a instancias de la Comisi¨®n para la Asistencia Electoral, qui¨¦n tendr¨ªa autoridad para suspender las elecciones del 2 de noviembre en caso de un atentado similar al 11-S. Pese a los que claman que hay un vac¨ªo legal, la respuesta parece bastante clara: la decisi¨®n corresponder¨ªa tomarla, por medio de una ley, al Congreso y a las autoridades locales. Nunca al Ejecutivo. Hay un precedente cercano: el aplazamiento por dos semanas de las primarias, que se tendr¨ªan que haber celebrado el fat¨ªdico 11 de septiembre de 2001, para las municipales en Nueva York. Pero ni durante la guerra civil, ni las dos guerras mundiales EE UU suspendi¨® o aplaz¨® nunca unos comicios nacionales.
La Administraci¨®n agita constantemente el espectro de un atentado antes de las elecciones, tanto que un informe del Congreso se ha quejado de que los niveles de alerta se establecen sin base o explicaci¨®n suficiente. Pero la Casa Blanca no s¨®lo hace o¨ªdos sordos a las cr¨ªticas, sino que refuerza su propio discurso. Bush sigue defendiendo la guerra preventiva y afirmando que tras la invasi¨®n de Irak, pese a no encontrar armas de destrucci¨®n masiva, se ha frenado su proliferaci¨®n, el mundo es m¨¢s seguro y EE UU est¨¢ ganando la "guerra contra el terrorismo". El discurso puede resultarle efectivo, pues, seg¨²n un sondeo publicado ayer por The Washington Post, m¨¢s ciudadanos conf¨ªan en Bush que en Kerry a la hora de conducir la campa?a contra el terrorismo. Pero por vez primera en esta serie de sondeos del Post, menos de la mitad del pa¨ªs cree que EE UU est¨¦ ganando esta "guerra". Un r¨¦cord de 38% opina incluso que la est¨¢ perdiendo, y un 53%, otro r¨¦cord, considera que la guerra de Irak no ha valido la pena.
La cuesti¨®n es hasta qu¨¦ punto un presidente que lleg¨® a la Casa Blanca gracias a los abogados y al Supremo ante el recuento de votos en Florida est¨¢ dispuesto a seguir jugando con tretas y con el miedo para garantizar su reelecci¨®n. El peligro es que un partido o un gobernante se consideren en una situaci¨®n que algunos soci¨®logos denominan posdemocr¨¢tica, en la que se sienten autorizados a hacer lo que les venga el gana una vez obtenido el poder en las urnas. Por fortuna, a¨²n hay contrapesos en las democracias.
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