Del horror y lo sublime
La fotograf¨ªa y los soportes visuales enfrentan a las personas a la experiencia de descubrir la est¨¦tica y la fascinaci¨®n que puede despertar una cat¨¢strofe o el dolor de un hecho. En Madrid, Enrique Metinides lo demuestra a trav¨¦s de sus fotos sobre los sucesos de M¨¦xico DF.
Dec¨ªa Borges que los debates filos¨®ficos anticipaban el porvenir porque los fil¨®sofos discuten lo que habr¨¢ de hacerse realidad en un futuro remoto. Y si hiciera falta alguna prueba adicional de la certeza de esta deslumbrante intuici¨®n del autor de El Aleph, bastar¨ªa citar las fotos de Metinides para demostrar que un concepto en su d¨ªa tan esot¨¦rico como el de lo sublime se ha convertido en moneda com¨²n y corriente, dos siglos largos despu¨¦s de que lo pusieran en circulaci¨®n por primera vez Burke y Kant. Burke empieza afirmando que lo sublime es el estremecimiento que nos causa la contemplaci¨®n de una cat¨¢strofe y Kant a?ade dos condiciones que aseguran la naturaleza est¨¦tica de la misma: que la contemplaci¨®n sea desinteresada y que se haga desde observatorios que garanticen de antemano la seguridad del espectador. En consecuencia lo sublime no es una experiencia reservada a las v¨ªctimas de las erupciones del Vesubio ni a los marineros arrojados a las profundidades de las aguas por un s¨²bito golpe de mar sino a quienes, desde la seguridad de un observatorio inc¨®lume, pueden experimentar ante la cat¨¢strofe esa mezcla de fascinaci¨®n y de terror que condensa lo m¨¢s intenso de la experiencia est¨¦tica moderna.
ENRIQUE METINIDES
Casa de Am¨¦rica
Paseo de Recoletos, 2. Madrid
Hasta el 25 de julio
El reportaje gr¨¢fico anticip¨® lo que los medios digitales han convertido en un lugar com¨²n: el placer est¨¦tico derivado de la expectaci¨®n desinteresada y segura de las cat¨¢strofes. Y lo comenz¨® a hacer cuando justamente las cat¨¢strofes atribuidas a las fuerzas desencadenadas de la Naturaleza ced¨ªan su primac¨ªa a las que resultan de la brusca interrupci¨®n de las leyes y las normas que rigen las sociedades sistem¨¢ticamente organizadas. De Chern¨®bil y Bophal y del Prestige pasando por la muerte cotidiana en las carreteras, todas las modalidades gr¨¢ficas y fotogr¨¢ficas del periodismo han hecho de las im¨¢genes de los accidentes y las cat¨¢strofes el alimento cotidiano de nuestra experiencia actual de lo sublime.
De all¨ª que no sorprende para nada que a Weegee -el m¨ªtico fot¨®grafo del Nueva York de la mitad del siglo pasado- se le atribuya el pron¨®stico de que sus fotos, entonces despreciadas, terminar¨ªan expuestas en el MOMA. Ten¨ªan raz¨®n: ¨¦l era un artista de lo sublime. Como lo es indudablemente Enrique Metinides, quien de una manera admirable ha hecho la cr¨®nica visual de los sucesos ocurridos en Ciudad de M¨¦xico en los ¨²ltimos 50 a?os. Sus fotos, desde luego, son extraordinarias pero quiz¨¢ la mejor sea ¨¦sa en la que capt¨® el atropello de una chica rubia por un turismo de color blanco en una calle c¨¦ntrica de esa ciudad. En esa foto la muerta, con los ojos verdes muy abiertos y todav¨ªa frescos, logra devolvernos la mirada. Y al hacerlo revela el car¨¢cter f¨²nebre de toda fascinaci¨®n visual. O como dijo otro poeta: "S¨®lo se muere de una manera. La foto lo sabe. Y no dice nada".
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