El arco, la flecha y la diana
Cuando Henry Morton Stanley pint¨® en la proa del barco el nombre de su amada, hac¨ªa unos a?os que hab¨ªa acu?ado para la historia la frase de un famoso encuentro: "El doctor Livingstone, ?no?". Stanley estaba enamorado de una muchacha norteamericana de 17 a?os llamada Alice Pike. So?aba con ella mientras navegaba por el r¨ªo Congo y bautizaba con un Alice a los r¨¢pidos que iba encontrando durante la traves¨ªa. El explorador le escribi¨® cartas con el convencimiento de que las palabras les ayudar¨ªan a soportar el tiempo de la separaci¨®n. Pero la joven no esper¨®. Atra¨ªda por el aventurero pero seducida por la vida acomodada, tradicional y de relumbr¨®n social que le seguir¨ªa proporcionando Albert Barney, decidi¨® casarse con ¨¦l. Albert era joven, guapo, pero tambi¨¦n prosaico y un tanto mezquino. Eso es lo que cuentan. As¨ª que Alice se equivoc¨®, aunque a¨²n tuvo tiempo de enmendar su encorsetada vida, y fue Oscar Wilde durante un d¨ªa en la playa quien le dio la se?al de salida: "Quien desconoce el arrojo, desconoce la dicha". De aquel matrimonio equivocado nacieron Natalie y Laura. La primera, como si quisiera resolver la contenci¨®n de su madre, se rebel¨® desde ni?a contra todo convencionalismo.
NATALIE BARNEY
Suzanne Rodr¨ªguez
Traducci¨®n de Beatriz L¨®pez-Buis¨¢n
Circe. Barcelona, 2004
486 p¨¢ginas. 26 euros
Natalie fue una mujer de lar
ga vida (Ohio, 1876-Par¨ªs, 1972) y en su casa, primero en Neuilly y m¨¢s tarde en Par¨ªs, en la Rue Jacob, presidi¨® durante m¨¢s de sesenta a?os un sal¨®n que acog¨ªa a escritores, ricos ociosos de gusto exquisito, cortesanas, creadores y recreados. Colette, Paul Val¨¦ry, Jean Cocteau, Pierre Lo¨¹ys o Ezra Pound. Pero tambi¨¦n Lily de Gramond a quien se?alan como una de los modelos para la proustiana duquesa de Guermantes. Natalie escribi¨® una docena de novelas y fue inspiraci¨®n para personajes de otras tantas. Estuvo en Claudine se va, de Colette; en El pozo de la soledad, de Radclyffe Hall, y en Idille saphique, de Liane de Pougy, entre otras. Lesbiana confesa desde su adolescencia, no hizo bandera de su homosexualidad sino de su libertad para desear, gozar y amar a y con quien le viniera en gana. "Soy lesbiana. No hace falta ni ocultarlo, ni hacer alarde de ello". No era mon¨®gama, pero de esto si hizo una virtud: "Siendo fiel a mi infidelidad, es junto a una amante que aprecio con plenitud el valor de la otra, y junto a la otra que echo en falta a la que acaba de irse". Deportista, viajera infatigable, soberbia, aguda y cruel, atractiva e inteligente, Natalie era querida pero tambi¨¦n muy criticada.
De esa vida de otros tiempos disfrutada por unos pocos se nutre la biograf¨ªa que Suzanne Rodr¨ªguez ha escrito sobre Natalie Barney. Un texto bien documentado y lleno de caminos a seguir, pues surgen Colette y Joyce y Proust y Truman Capote y Edith Wharton, y Gertrude Stein, y es mucho el tiempo que ve pasar el sal¨®n de la amazona Barney. La Belle ?poque, la Gran Guerra, los a?os veinte y el reencuentro despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial con una Natalie Barney ya herida por el tiempo pero manteniendo en marcha su sal¨®n que se iba renovando con savia nueva. As¨ª hasta mediados de los sesenta del siglo pasado. Lean y sorpr¨¦ndanse con la biograf¨ªa de una mujer que dijo de ella misma. "Quiero ser a la vez, el arco, la flecha y la diana".
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