Detr¨¢s de un gran hombre
Que Meg Wolitzer es una de las novelistas norteamericanas m¨¢s interesantes del momento qued¨® claro con la excelente R¨ªndete, Dorothy, la ¨²nica de sus novelas aparecida hasta ahora en nuestro pa¨ªs. Si en R¨ªndete, Dorothy exploraba con tino y sutileza el impacto que la repentina muerte de una mujer provocaba entre sus allegados, en la reci¨¦n publicada La esposa indaga los motivos por los que una joven y prometedora escritora acepta pasar toda su vida a la sombra de su marido, un novelista que no anda sobrado de talento y que, dominado por una vanidad casi enfermiza, le es sistem¨¢ticamente infiel con cuantas admiradoras se le ponen a tiro. Como en la anterior novela, Wolitzer nos traslada en ¨¦sta a un mundo de norteamericanos cultos, tolerantes, liberales, mayoritariamente jud¨ªos, y acierta a mezclar la caracterizaci¨®n comprensiva y generosa de los personajes con un vigoroso cuadro de costumbres que en ocasiones deriva hacia la s¨¢tira.
LA ESPOSA
Meg Wolitzer
Traducci¨®n de Enrique de H¨¦riz
Roca. Barcelona, 2004
261 p¨¢ginas. 17 euros
En La esposa est¨¢n presen-
tes todos los ingredientes de las grandes novelas sobre los sentimientos: hay humor, hay ternura, hay penetraci¨®n psicol¨®gica
... En La esposa est¨¢n tambi¨¦n presentes muchas de las virtudes de los grandes novelistas: facilidad para la recreaci¨®n de atm¨®sferas, pulso narrativo, capacidad de observaci¨®n, atenci¨®n a los detalles, buenos di¨¢logos, una prosa limpia que fluye con naturalidad... La esposa lo tiene todo para ser una gran novela, y sin embargo no llega a serlo. El problema con este libro es que tiene trampa, y que esa trampa no la descubrimos hasta el final. Expresado de otra manera, la novela nos invita a entrar en la historia de esas mujeres hartas que suele haber detr¨¢s de todos los grandes hombres, y s¨®lo en el pen¨²ltimo cap¨ªtulo nos enteramos de que la historia que nos han estado contando es otra: la de una gran mujer que durante d¨¦cadas ha aceptado colaborar en la colosal impostura de su marido, al que de repente descubrimos como un monstruo lastimoso. No desvelar¨¦ el enga?o por consideraci¨®n hacia los posibles lectores del libro, pero s¨ª dir¨¦ que la novela habr¨ªa sido muy diferente (y, sin duda, mucho mejor) si la autora no se hubiera guardado ninguna carta en la manga y hubiera hecho de esa impostura el punto de partida de la historia. Abundan en esta novela los momentos de buena literatura, pero muchos de ellos quedar¨ªan desvirtuados en una relectura hecha a la luz de esa revelaci¨®n final.
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