El premio Nobel m¨¢s solitario
El ¨²ltimo y por ahora m¨¢s persistente intento por reasegurar a la literatura en su vocaci¨®n de eternidad ha sido durante el ¨²ltimo siglo el Premio Nobel de Literatura. Y lo ha hecho a trav¨¦s de dos caracter¨ªsticas -su cuant¨ªa y su independencia- que ha llegado a cobrar, aunque de manera bastante desigual, una relevancia que, a pesar de su prestigio, parece rozar a veces el patetismo, disuelto entre el impacto repentino de su concesi¨®n y lo ef¨ªmero de sus propuestas. Unas propuestas que ni siquiera perviven en los habituales concursos de esas caprichosas preguntas y respuestas con las que nuestras televisiones al uso intentan falsamente autoconvencerse (y de paso a nosotros mismos) de que cumplen una funci¨®n cultural, pues vaya. Pues nuestra fundamental contradicci¨®n est¨¢ en que la abundancia de la informaci¨®n se autodestruye en una presi¨®n donde la densidad de la actualidad desemboca en la pura y simple aniquilaci¨®n de la cultura, por la falta de reposo, de valoraci¨®n y estabilidad de los valores que intenta comunicar. La universalizaci¨®n de la informaci¨®n desemboca en la muerte de esa misma informaci¨®n de la que decimos vivir, aunque s¨®lo se pueda vivir en ella descreyendo de ella, para as¨ª mordernos la cola sin parar, mientras pensamos ense?arla y mostrarla como una bandera victoriosa que yace siempre en el polvo de la derrota.
Es un jud¨ªo rebelde contra los dictados de un Yahv¨¦ al que siempre se someti¨®
Los premios llamados "literarios" no tienen en verdad nada que ver con la literatura, ni aun el Nobel: son un reconocimiento social, pol¨ªtico y econ¨®mico, sin m¨¢s. Ha habido premios Nobel que no lo han sido -de Tolst¨®i a Borges, involuntariamente- o por propia voluntad (Sartre) o no escritores (Churchill), o no reconocidos en su tierra (Gao Xin Jian), que se han quedado sin patria (Ivo Andric en Yugoslavia), que apenas duran (Eucken) y la lista de no reconocidos (Deledda) o protestados (Echegaray), olvidados y ef¨ªmeros (desde el primero, Sully Prudhomme, hasta Gjellerup, Heyse, Sillanp?a y as¨ª sucesivamente) lo niegan sin parar. Aunque se dice que la historia no se repite nunca salvo en forma de autoparodia (ah¨ª est¨¢ la de los premios Nobel para justificar la moda de la novela hist¨®rica) siempre reincide en su sentido y hoy he venido, aunque no lo parezca, para insistir con motivo del centenario de otro Nobel descolocado, y quiz¨¢ el que m¨¢s, el del que considero un gran escritor, Isaac Bashevis Singer, galardonado en 1978 (el a?o siguiente al de nuestro Vicente Aleixandre) y del que aunque ha gozado de muchos lectores y algunos de sus libros siguen todav¨ªa vivos (incluso entre nosotros, qu¨¦ sorpresa) no se est¨¢ muy seguro de casi nada.
Para empezar, de la fecha misma de su nacimiento, pues si se sabe que fue en 1904, nunca se ha sabido muy bien en qu¨¦ d¨ªa. El propio Singer dijo en broma que fue un 14 de julio, pero todo su rastro ha desaparecido de la historia (dicho d¨ªa, en la escuela, un compa?ero le dijo que era su aniversario, el ni?o Singer se entristeci¨® y le pregunt¨® a su madre cu¨¢ndo era el suyo y ambos decidieron que el mismo). Los m¨¢s de tres millones y medio de jud¨ªos polacos desaparecieron reducidos a 150.000 tras el Holocausto mal llamado "nazi", pues muchos polacos colaboraron alegremente en ¨¦l, seg¨²n mostr¨® Claude Lanzmann en su estremecedora Soah (que por aqu¨ª seguimos sin ver ni en cine ni en la televisi¨®n, ahora que hay tantas y todas iguales). Sabemos el lugar, un pueblecito a treinta kil¨®metros de Varsovia llamado Leoncin, donde hoy -reconstruido en sus mil quinientos habitantes ¨¦tnicamente puros- existe un impasse inhabitado que lleva su nombre, de donde su familia de rabinos askenaz¨ªes se traslad¨® a Radcymin y finalmente a la capital, donde su padre trabaj¨® en una escuela jud¨ªa que tambi¨¦n era tribunal como "de paz" o algo as¨ª. Y hasta ah¨ª, cuando march¨® a Estados Unidos en 1935 de la mano de su hermano mayor, modelo y "patr¨®n" Israel Yeoshua Singer, tambi¨¦n escritor importante en su misma lengua, el y¨ªdish, todo fue una r¨¢pida sucesi¨®n de lecturas y escrituras, de periodismo sobre todo, que sin embargo le carg¨® de contenidos para una larga obra de una no menos larga vida, en la que se cas¨® tres veces, tuvo un hijo, public¨® casi cincuenta libros, miles de art¨ªculos, obtuvo un premio Nobel inesperado y termin¨®, rodeado de un respeto a veces bastante reticente, el 24 de julio de 1991.
?Qui¨¦n fue Singer, de qu¨¦ nacionalidad, en qu¨¦ lengua escribi¨®, qui¨¦n puede apuntar en su balanza su nombre, por qu¨¦ y en calidad de qu¨¦? Era un jud¨ªo, desde luego, aunque bastante heterodoxo en ocasiones con relaci¨®n a sus propias ra¨ªces de la pureza askenazi, tan importantes desde luego para ¨¦l. Un polaco por el lugar de su nacimiento, del que ya ha sido borrado, o casi: nunca escribi¨® en polaco. Termin¨® su vida siendo ciudadano norteamericano, pero apenas escribi¨® en ingl¨¦s, la gran mayor¨ªa de sus libros fueron escritos en y¨ªdish, que no es un idioma can¨®nico de verdad, sino una "lengua", un lenguaje mezcla de alem¨¢n y hebreo con aportaci¨®n de algunos otros: una lengua del exilio apoyada y promocionada por un pu?ado de centenares de miles de lectores y espectadores, aunque ya en v¨ªa de extinci¨®n, tras haber alcanzado alg¨²n esplendor, sobre todo en el exilio americano. Es un escritor sin duda alguna pero no se sabe -ni se sabr¨¢ en el futuro- de d¨®nde, ni en qu¨¦, ni por qu¨¦. Es pura memoria, sobre todo de su infancia y juventud, que alcanz¨® fama y popularidad por sus traducciones al ingl¨¦s en las que ¨¦l mismo interven¨ªa para al final modificar el original, que conste (y eso le fue y le es reprochado por sus propios compa?eros y colegas). Pero Sombras sobre el Hudson es una novela jud¨ªa y americana maravillosa, que se mantiene pura y dura al lado de aquellas anteriores de La mansi¨®n, Un amigo de Kafka, El esclavo, Enemigas, una historia de amor, La familia Moskat, Gimpel el tonto, Sat¨¢n en Goray, El mago de Lublin y las relatos de Krochmalna, 10 o sus memorias de Amor y exilio tan recientes entre nosotros. Es un jud¨ªo enamorado de las mujeres, a veces er¨®tico y hasta suavemente pornogr¨¢fico, rebelde contra los dictados de un Yavh¨¦ al que siempre se someti¨® y defendi¨® hasta de sus propios ataques. Un espect¨¢culo emocionante, al que podr¨¢n acercarse, creo, pues algunos de sus libros todav¨ªa siguen por ah¨ª, vivitos y m¨¢s coleando que casi todos los dem¨¢s.
BIBLIOGRAF?A
LA OBRA de Isaac Bashevis Singer ha tenido buena suerte editorial en Espa?a. As¨ª es sobre todo desde que Rhoda Henelde y Jacob Abecassis la traducen directamente del y¨ªdish, aunque el Nobel de 1978 ten¨ªa ya varios de sus libros traducidos al castellano, catal¨¢n, gallego y euskera. Entre los ¨²ltimos aparecidos entre nosotros destacan algunos de los m¨¢s importantes: desde Amor y exilio, sus memorias, hasta El certificado, pasando por Sombras sobre el Hudson, con pr¨®logo de Bernardo Atxaga (todos en Ediciones B). Por su parte, no hace tanto que Debate rescat¨® Los herederos y La casa de Jampol, mientras Lumen hab¨ªa hecho lo propio con Cuentos jud¨ªos de la aldea de Chelm, Mazel y Schimazel, y C¨¢tedra, con los relatos de Un amigo de Kafka. Desgraciadamente, por las librer¨ªas de viejo andan ya muchos de los t¨ªtulos publicados por Plaza & Jan¨¦s: Enemigos. Una historia de amor, El esclavo, El rey de los campos, El Spinoza de la calle Market y El Mago de Lublin. Pero se encuentran. Como se encuentran los libros que contienen algunos de los trabajos sobre Singer debidos a uno de sus mejores lectores, Claudio Magris: desde el ensayo 'La vida y la Ley', en El Anillo de Clarisse (Pen¨ªnsula), hasta las referencias recogidas en ?taca y m¨¢s all¨¢ (Huerga & Fierro) y Lejos de d¨®nde (Eunsa). R. B.
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