Hora punta en Santiago de Compostela
El Xacobeo 2004 abre las puertas del universo paralelo de la ciudad
Santiago de Compostela es una ciudad m¨¢s que acostumbrada a los aluviones de forasteros. Se construy¨® en gran parte pensando en ellos, y por eso es muy dif¨ªcil que all¨ª nos agobien las multitudes. Por muchos visitantes que lleguen, el Obradoiro o la Quintana dos Mortos siempre parecen holgadas, siempre dejan espacio al que pasea sin rumbo. Y ante las hordas de turistas y peregrinos, los infinitos puestos de souvenirs, la proliferaci¨®n de gu¨ªas y grupos hablando en todos los idiomas del mundo, siempre queda el consuelo de imaginar que as¨ª debi¨® ser el aspecto de la ciudad en el pasado: desde la Edad Media, el bullicio pol¨ªglota ha sido consustancial a su historia y le ha dejado ese aire abierto y acogedor que tanto la diferencia de otras ciudades gallegas m¨¢s ensimismadas.
?lvaro Siza tiene frente al monasterio de San Domingos de Bonaval una de sus obras m¨¢s conocidas: el Centro Galego de Arte Contempor¨¢neo (O Cegac para los santiagueses). Se termin¨® en 1993 y vale la pena entrar por las exposiciones y por los interiores fluidos y elegantes de Siza
De noche se puede tomar una copa en cualquiera de los cientos de bares de Santiago. El m¨¢s 'cool' es el Abastos, enfrente del mercado; el m¨¢s alternativo, el Camalea, siempre animado, con buena m¨²sica y buenos c¨®cteles, en plaza del Pinario; y para bailar, el antiguo cine Capitol, transformado en discoteca
Pero es cierto que en a?os xacobeos como ¨¦ste la afluencia crece a¨²n m¨¢s, y que Compostela -como todas las ciudades en que conviven aut¨®ctonos y visitantes en gran n¨²mero- se guarda en la rec¨¢mara otra personalidad, m¨¢s t¨ªmida, m¨¢s recelosa, que no se presta al ba?o de multitudes y que puede pasar inadvertida para quien se zambulle, nada m¨¢s llegar, en el gent¨ªo que abarrota la catedral y las calles que llevan a ella. Para Torrente Ballester, Santiago consist¨ªa "en una complicada colaboraci¨®n permanente de las piedras y el aire". Y para entenderlo, en a?os as¨ª, no es mala idea dar unos cuantos rodeos antes de entrar en el meollo, retrasar el momento de acercarse al P¨®rtico de la Gloria y andar por los caminos secundarios que siempre acaban desembocando en la catedral.
La entrada tradicional a la ciudad, por la que llegaban los peregrinos del Camino Franc¨¦s, resulta sorprendentemente discreta: la Porta do Cami?o es una placita agradable (de la puerta de la muralla s¨®lo queda el nombre) que da paso sin alharacas al casco viejo desde la Rua de San Pedro, tan llena de comercios tradicionales y tan animada a primera hora de la ma?ana hoy como lo estuvo desde el siglo XII, al calor del flujo de peregrinos. Antes de entrar, mejor remolonear un poco. A la derecha queda el hermoso monasterio de San Domingos de Bonaval, con la mejor cabecera g¨®tica de la ciudad. A finales del XIX se convirti¨® en Pante¨®n de Gallegos Ilustres, siguiendo el furor de la ¨¦poca por los monumentos a pr¨®ceres y prohombres locales. All¨ª est¨¢ Castelao y, sobre todo, la gallega ilustre por excelencia: Rosal¨ªa de Castro, en una luminosa capillita que no le habr¨ªa disgustado del todo, aunque ya Jorge Guill¨¦n se lamentaba: "?Qu¨¦ lastima que sea tan oficial y tan fea la tumba de Rosal¨ªa!". No hay que hacer caso, porque a pesar de todo el sitio tiene un cierto encanto anticuado. En una esquina del claustro, adem¨¢s, se esconde un espl¨¦ndido artefacto que est¨¢ entre lo mejor de la arquitectura barroca espa?ola: la torre con triple y vertiginosa escalera helicoidal, formada por tres rampas independientes que dan acceso a los diferentes pisos y culminan en el mirador que domina la ciudad. Ya la hubiera querido Hitchcock para arrojar desde ella al vac¨ªo a Kim Novak. La dise?¨® en el XVIII el interesant¨ªsimo Domingo de Andrade, arquitecto local que se luci¨® tambi¨¦n con la soberbia torre del Reloj de la catedral.
Entre los admiradores confesos de Andrade est¨¢n Manuel Rivas -"La segunda gran escalera de Santiago, despu¨¦s de la de la Quintana"- y ?lvaro Siza, que justo frente al monasterio tiene una de sus obras m¨¢s conocidas: el Centro Galego de Arte Contempor¨¢neo (O Cegac para los santiagueses). Se termin¨® en 1993, y aunque no fuese gratis valdr¨ªa la pena entrar: por la programaci¨®n, desde luego, que suele ofrecer exposiciones y actividades de inter¨¦s y nivel m¨¢s que alto; y por disfrutar de los interiores fluidos y elegantes de Siza. El exterior es sobrio y dialoga en armon¨ªa con el entorno gracias a su revestimiento de granito, la piedra omnipresente en la ciudad. Una vez m¨¢s, Siza mostr¨® su proverbial inteligencia de los lugares: fue muy consciente de que Santiago, con su enorme carga simb¨®lica, no era el marco apropiado para el lucimiento estridente o pretencioso.
Huerta y monasterio
Un poco m¨¢s de su mano puede verse en el bonito parque aterrazado tras el CGAC, en lo que fue la antigua huerta y camposanto del monasterio. No es mal sitio para tumbarse un rato en la hierba al sol ma?anero (si hay suerte) y hacerse una primera idea del hermoso skyline de la ciudad: al fondo se ven ya, de espaldas, las m¨²ltiples torres de la catedral.
Los coleccionistas de rarezas arquitect¨®nicas pueden tirar luego a la derecha, hasta la Rua de San Roque. El convento de Santa Clara, a¨²n extramuros, ofrece una de las fachadas m¨¢s extra?as de todo el barroco europeo. "La tomadura de pelo m¨¢s arquitect¨®nica que puede concebirse" (otra vez Torrente Ballester) la construy¨® en 1719 Sim¨®n Rodr¨ªguez, otro genio local poco conocido. Parece much¨ªsimo m¨¢s moderna, con sus abruptos perfiles casi pre-brutalistas y su remate a base de cilindros gigantescos, vol¨²menes abstractos siempre a punto de echar a rodar a un lado u otro. Es una obra fascinante y compleja que merecer¨ªa mucho m¨¢s espacio en los manuales del periodo.
Ya en el casco viejo, cerca de la Porta do Cami?o, hay que acercarse a¨²n de ma?ana al mercado de Abastos, en un bonito edificio regio-racionalista de los a?os veinte, porque s¨®lo se entiende bien una ciudad tras visitar sus mercados. ?ste explica c¨®mo Santiago a¨²n mantiene (?por cu¨¢nto tiempo?) los v¨ªnculos con el cintur¨®n rural de huertas que rodea sus rueiros o arrabales hist¨®ricos: all¨ª est¨¢n todav¨ªa esas mujeres de negro con sus cestos de mimbre y sus manojos de grelos anudados con mimbres, las ristras de cebollas y ajos trenzados, las manzanas y las peras de huerta; y las pescaderas, con sus monstruos abisales y su marisco fresco vivito y coleando. Los puestos abiertos empiezan a ralear, claro, porque los h¨ªper y los s¨²per roban clientela.
No todo tienen que ser estampas de Castelao en vivo: enfrente del mercado, la imprescindible galer¨ªa de arte contempor¨¢neo Trinta lleva en su sitio desde 1985. Es la responsable del lanzamiento de la llamada Generaci¨®n Atl¨¢ntica de artistas gallegos: Leiro, Lamazares o Menchu Lamas, entre otros. Siempre tiene algo interesante. Y un poco m¨¢s abajo, la Rua del Patio de Madres lleva a la estupenda colegiata rom¨¢nica de Santa Mar¨ªa do Sar, a la orilla del Sar, ese riachuelo de aspecto dom¨¦stico y nombre ex¨®tico que tanto cant¨® Rosal¨ªa. Hay que intentar por todos los medios ver su interior: es una especie de torre de Pisa gallega vuelta del rev¨¦s, porque desde el principio las columnas que separan las naves empezaron a hundirse en el terreno blando a falta de buenos cimientos, y hoy se ven tan inclinadas en uno y otro sentido que dan mareo.
El claustro de Santa Mar¨ªa fue decorado por canteros del taller del maestro Mateo. Pero para ver su gran obra, el P¨®rtico de la Gloria, es bueno esperar a la hora de comer, cuando la catedral est¨¢ m¨¢s tranquila. Se le pueden dedicar horas, y se ha escrito much¨ªsimo sobre ¨¦l. "V¨¦deos: parece que os labios moven, que falan quedo...", dec¨ªa Rosal¨ªa de sus ap¨®stoles tallados. "Bueno, ?y qu¨¦?", contestar¨ªa luego un Torrente Ballester harto de m¨ªstica. Nos limitaremos a aconsejar que se guarden fuerzas para visitar la cripta sobre la que se alza, tambi¨¦n del maestro. Es imprescindible para comprender cabalmente el complej¨ªsimo y sofisticado programa iconogr¨¢fico del conjunto. Al lado, tambi¨¦n del taller de Mateo, est¨¢ el palacio arzobispal de Gelm¨ªrez, casi siempre medio vac¨ªo. Su inmenso sal¨®n de banquetes es una de las muestras de arquitectura civil medieval m¨¢s importante de Europa. Los jugosos capiteles muestran escenas de festejos y celebraciones de la ¨¦poca, con saltimbanquis, domadores de osos, coperos y todo tipo de manjares servidos en grandes bandejas. No tiene desperdicio.
Si tanto banquete azuza el hambre, casi cualquier restaurante de la ciudad (escasean, sorprendentemente, las tourist traps, es decir, trampas para turistas: con las cosas de comer no se juega en Galicia) ofrece materias primas de primera calidad, pescado, carne, caldos y mariscos proverbiales. Cerca de Bonaval, precisamente, est¨¢ O Dezaseis, el restaurante-tasca ilustrada de moda entre los santiagueses j¨®venes y branch¨¦s. El ambiente es agradable y cuidado, sin las pretensiones rusticistas de tantos otros, y la carta ofrece, en su punto exacto, todas las especialidades de la cocina gallega. No descubrir¨¢n la p¨®lvora, eso s¨ª, as¨ª que conviene reservar. Si hace calor -y en Santiago, en verano suele hacerlo- la hora del caf¨¦ se pasa muy a gusto en la terraza del hotel Costa Vella, en un jardincito secreto empotrado en la alt¨ªsima cerca de San Mart¨ªn Pinario y suspendido sobre las torres de San Francisco, que asoman justo debajo. O en el Derby, el caf¨¦ literario por excelencia desde 1929, con toda su solera: en ¨¦l ten¨ªa su tertulia Valle Incl¨¢n.
El parque de la Alameda
No basta con los mercados para investigar en el alma de las ciudades: tambi¨¦n los parques ayudan. Al caer la tarde lo suyo es acercarse a la Alameda, el parque p¨²blico por excelencia de Santiago. Nada de vanguardismos a la Siza por aqu¨ª: m¨¢s bien parterres de boj, camelios recortados y el eterno quiosco de m¨²sica de todas las capitales de provincia. A la hora del paseo los compostelanos de toda la vida se dan una vuelta por el paseo de la Herradura. Con sus carballos cubiertos de helechos, ofrece la mejor vista de la fachada norte de la ciudad, con todas sus torres en perspectiva: parece haber sido construida para ser vista desde este punto exacto. Se dice que aqu¨ª ven¨ªa a sentarse todas las tardes, al final de su vida, un baqueteado Valle Incl¨¢n. Es dif¨ªcil saber si le har¨ªa mucha gracia la estatuita de tama?o natural que alguna comisi¨®n de ornato p¨²blico ha tenido a bien sentar en su banco favorito del paseo, para que la gente se haga fotos con el brazo por encima de su hombro. Pero el sitio, desde luego, no pod¨ªa ser mejor.
Ya de noche se puede tomar una copa en cualquiera de los cientos de bares de Santiago, frecuentados sobre todo por estudiantes y extra?amente m¨¢s tranquilos durante el fin de semana. El m¨¢s cool es el Abastos, enfrente del mercado; el m¨¢s alternativo, el Camalea, siempre animado, con buena m¨²sica y buenos c¨®cteles, en una esquinita de la hermosa plaza del Pinario; y para bailar sin complejos lo que echen, el antiguo cine Capitol, transformado con buen gusto en una discoteca pinturera y abarrotada.
De retirada -cuanto m¨¢s solos mejor, por una vez- hay que arregl¨¢rselas para pasar por la Quintana dos Mortos, la plaza m¨¢s bella de Santiago y tal vez del mundo. Ocupa el solar del antiguo cementerio medieval -de ah¨ª el nombre- y es a esa hora, despacio y en silencio, cuando mejor y con m¨¢s aprovechamiento puede cruzarse. Siempre queda encendida alguna luz misteriosa tras las rejas alt¨ªsimas del convento de San Paio, y retumban las horas y los cuartos del reloj de la imponente torre Berenguela (dec¨ªa Cunqueiro que sonaban tan bien que hac¨ªan mejorar el vino). Lorca entendi¨® que seguramente de madrugada bailan por el aire los esp¨ªritus del cementerio desaparecido, y les dedic¨® el mejor de sus Seis poemas galegos: "?Qu¨¦n fita meus grises vidros / cheos de nubens seus ollos? ? a l¨²a, ¨¦ a l¨²a / na Quintana dos Mortos. / ?S¨ª, a l¨²a, a l¨²a / coronada de toxos / que baila, e baila, e baila / na Quintana dos Mortos!".
GU?A PR?CTICA
Dormir
- Parador de los Reyes Cat¨®licos (981 58 22 00). Plaza do Obradoiro, 1. Seg¨²n Ian McEwan, "el hotel m¨¢s bonito del mundo". La doble, 179 euros.
- AC Palacio del Carmen (981 55 24 44). Oblatas, s/n. En un convento del XVIII restaurado, jard¨ªn estupendo. Un poco lejos del centro. La doble, 174.
- Costa Vella (981 56 95 30). Porta da Pena, 17. Estupendo dos estrellas en pleno centro. Pedir habitaciones con galer¨ªa sobre el jard¨ªn. En plan barato, el mejor de la ciudad. De 62 a 78 euros.
- R¨²a Villar (981 51 98 58). Vilar, 8-10. Reci¨¦n inaugurado, m¨¢s que digno; a 20 metros de la catedral. Desde 120.
Comer
- Ponte Maceira (981 88 16 80). Aldea de Ponte Maceira (Ames), a 15 km de Santiago. Estupenda terraza sobre el r¨ªo Tambre. Men¨², 15 euros.
- Fornos (981 58 12 34). H¨®rreo, 24. Marisco que quita el hipo y cocina tradicional. Alrededor de 30 euros.
- O Dezaseis (981 57 76 33). San Pedro, 16. Tasca m¨¢s informal, muy de moda. Men¨², 11 euros.
- To?i Vicente (981 59 41 00). Rosal¨ªa de Castro 24. Una estrella Michelin. Cocina gallega innovadora, muy buenos postres. Men¨², 50 euros.
Informaci¨®n
- Oficina de turismo de Santiago (981 55 51 29; www.santiagoturismo.com).
- www.xacobeo.es.
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