Idealismo
Cumplidos los cien d¨ªas de respeto a los que obliga la cortes¨ªa parlamentaria, llega el momento de evaluar la incipiente ejecutoria del Gobierno de Rodr¨ªguez Zapatero. A pesar de los histri¨®nicos desmanes del ministro de Defensa, las primeras impresiones son sin duda favorables, aunque nada m¨¢s sea por las buenas vibraciones que presiden su puesta en escena. Y en este sentido el mejor acierto ha sido nombrar a Solbes director de orquesta, de cuya batuta depende que no desafinen demasiado las inevitables disonancias primerizas. Es verdad que su papel es tambi¨¦n el de frenar las aventuras socialdem¨®cratas, propensas a un profuso gasto p¨²blico. Pero este liberalismo continuista ya estaba contenido en el programa electoral, as¨ª que nadie debe llamarse a enga?o. Qu¨¦ diferencia con el primer Gobierno de Gonz¨¢lez, elegido en 1982 con un programa inequ¨ªvocamente socialista que despu¨¦s se ver¨ªa frontalmente traicionado por la sorprendente elecci¨®n como zar econ¨®mico del neoliberal Miguel Boyer...
Pero m¨¢s all¨¢ del arranque de la gesti¨®n gubernamental queda la dimensi¨®n m¨¢s decisiva, que es sin duda la estrat¨¦gica: ?cu¨¢l es la agenda pol¨ªtica con la que act¨²a este Gobierno, y por la que en un futuro ser¨¢ juzgado? A juzgar por los primeros signos, cabe sospechar que la clave esencial del Gobierno Zapatero es el idealismo pol¨ªtico. Con este concepto no me refiero s¨®lo a la ant¨ªtesis del economicismo, como podr¨ªa pensarse a partir de la ret¨®rica de los valores posmaterialistas de democracia participativa cantados por ZP en su discurso sobre el "socialismo de los ciudadanos". Esto no es m¨¢s que una obviedad, pues la democracia es per se el r¨¦gimen de los ciudadanos. Sino que entiendo este idealismo como la ant¨ªtesis del realismo pol¨ªtico que Aznar esgrimi¨® para justificar su agresivo ejercicio del poder.
Nuestro pa¨ªs tiende a funcionar en ciclos oscilatorios, ondulantes o pendulares. O al menos as¨ª lo hacen las ejecutorias de los Gobiernos que se alternan y suceden. Hasta el mes de marzo hemos vivido ocho a?os de realismo pol¨ªtico a lo Aznar, fundados en la dial¨¦ctica del amigo y el enemigo, donde todo acto pol¨ªtico se justificaba por la necesidad de defenderse atacando al adversario, ya fuese socialista o nacionalista, terrorista o progresista, moro o rojo... Pues bien, Zapatero acaba de dar a nuestra pol¨ªtica un giro de 180 grados, al adoptar un idealismo benevolente y conciliador, que no busca enemigos, como Aznar, sino que s¨®lo desea hacer amigos, para lo que invita incluso a sus propios adversarios. Y ello a riesgo de caer en una pol¨ªtica de buenos amigos apta para todos los p¨²blicos y rayana en la m¨¢s edulcorante Disneylandia: todo el mundo es bueno, viva la correcci¨®n pol¨ªtica, el consensualismo angelical, las buenas intenciones a raudales, el di¨¢logo evang¨¦lico a ultranza y as¨ª sucesivamente...
Pero como el infierno siempre est¨¢ empedrado de buenas intenciones, el peligro de este idealismo inmaculado es que m¨¢s pronto o m¨¢s tarde habr¨¢n de frustrarse las infundadas expectativas tan gratuitamente creadas. Cuanto m¨¢s se prometa contentar a todos, m¨¢s dura ser¨¢ la ca¨ªda, como le ha sucedido a Lula en Brasil. Gobernar es adoptar decisiones ejecutivas ante conflictos de derechos e intereses inconciliables entre s¨ª, tal como sucede por ejemplo con la pugna entre socialistas federales y nacionalistas confederales o asim¨¦tricos. Y como no se puede contentar a todos, hay que optar, tomando partido para beneficiar a unos a costa de perjudicar a otros. Lo cual implica generar agravios comparativos y ganarse enemigos incapaces de perdonar.
De modo que, por eficaz que parezca a medio plazo, este idealismo ret¨®rico resulta inviable a la larga, y habr¨¢ de ser corregido y rectificado. El realismo unilateral de Aznar le condujo al fracaso absoluto, y lo mismo podr¨ªa suceder con el idealismo unilateral de Zapatero. Por eso, para evitarlo, nada como la s¨ªntesis hegeliana entre ambos extremos antit¨¦ticos: un moderado y prudente realismo capaz de embridar los peores excesos de un delirante idealismo angelical.
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