Petibon indigna y divierte
Redefinir la estructura tradicional del concierto cl¨¢sico, originario del XIX, se ha convertido en uno de los principales ejes de experimentaci¨®n de la contemporaneidad musical. Desde hace casi medio siglo, las innovaciones en el terreno de la composici¨®n ya no recaen en el lenguaje musical y su estructura inmanente, sino en la familiarizaci¨®n de la partitura con otros c¨®digos art¨ªsticos como el teatro, la ciencia o el audiovisual. Esos costosos hallazgos, que ten¨ªan como primer objetivo acercar la m¨²sica a un p¨²blico vivo, han quedado parad¨®jicamente encasillados en la cumbre del elitismo. Por el contrario, lo que actualmente se considera progresista en el terreno interpretativo, l¨¦ase el movimiento de la m¨²sica antigua y el posmodernismo esc¨¦nico en la ¨®pera, no representa sino una regresi¨®n al pasado bajo el signo de la provocaci¨®n o la autenticidad.
Patricia Petibon, una de las mejores sopranos que ha dado la vecina Francia en las ¨²ltimas d¨¦cadas, pertenece desafortunadamente a esa segunda especie. Lo demostr¨® con creces el s¨¢bado por la noche en el 24? Festival Internacional de M¨²sicas de Torroella de Montgr¨ª (Girona), en un recital dedicado a la m¨¦lodie, la opereta francesa, y el lied espa?ol. Lo abri¨® una magn¨ªfica interpretaci¨®n de A Chloris del tristemente ignorado Reynaldo Hann (1874-1947), en la que Petibon luci¨® su afrancesado timbre de soprano ligera, de f¨¢cil pirotecnia y buena colocaci¨®n pectoral.
Disfraces y bromas
Pero el espect¨¢culo real empez¨® con la Pastorale de Georges Bizet, en la que Petibon, que hab¨ªa irrumpido en la iglesia de Sant Gen¨ªs disfrazada al estilo Pipi Langstrum y Am¨¦lie Poulain, empez¨® a regalarnos su galer¨ªa de disfraces y performances. Alitas de ¨¢ngel, gafas de sol a lo kitch, objetos luminosos y ara?as de peluche se inmiscuyeron en las magn¨ªficas obras de Collet, Chabrier o Satie. A medida que la velada avanz¨®, las bromas de la soprano se desinflaron a la misma velocidad que las risas del p¨²blico. La voz perdi¨® fuelle y proyecci¨®n entre tanto traj¨ªn, llegando al delirio inventivo y llenando las piezas de Obradors y Delibes de glissandi y portamentos propios del canto de ducha matinal, h¨¢bitos que la soprano -?qu¨¦ casualidad!- no despliega en su discograf¨ªa, que es donde uno debe ganarse pan y respeto.
Pero la supuesta transgresi¨®n obtuvo lo que quer¨ªa. Deserciones en el intermedio, indignaci¨®n entre la tercera edad y el aplauso incondicional de la vanguardia mel¨®mana. Cualquier cr¨ªtica competente tendr¨ªa que acabar encasillada en el conservadurismo o en la devoci¨®n; pero quiz¨¢ vaya siendo hora de pensar de d¨®nde proviene y a qu¨¦ responde la existencia de esas dos facciones. Dec¨ªa el inteligente Oriol P¨¦rez, en el programa de mano, que una de las herencias de la m¨²sica antigua -de donde Petibon proviene- es la de vender visiones interpretativas, mucho m¨¢s que el rendir tributo a una tradici¨®n musical. Cierto es; al salir del concierto todo el mundo habl¨® de la performance de Petibon. Del repertorio y sus compositores, ni una sola palabra.
Babelia
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