Desaf¨ªo irreverente de Sylvie Guillem
En la recta final del 34 Festival Internazionale del Balletto de Nervi (G¨¦nova), tras las potentes e indiscutibles intervenciones del B¨¦jart Ballet Lausanne de Maurice B¨¦jart, el Ballet del Teatro de La Scala de Milan, la Compa?¨ªa Nacional de Danza de Nacho Duato y del finland¨¦s Tero Saarinen, entre otros, Sylvie Guillem y dos primeros bailarines del Royal Ballet de Londres (Michael Nunn y William Trevitt), con coreograf¨ªas del tambi¨¦n brit¨¢nico Rusell Maliphan, han tra¨ªdo un lenguaje rupturista, agresivo e irreverente no exento de pol¨¦mica. La diva francesa ha jugado al circo acrob¨¢tico dejando una estela de criterios encontrados. En el programa: un estreno mundial (el solo de la Guillem) y un deb¨² italiano: el tr¨ªo final. En medio, el d¨²o para hombres que ya ha consagrado a Maliphan como la gran esperanza blanca de la nueva coreograf¨ªa europea.
El Festival Internacional de Ballet de Nervi naci¨® en 1955 de la mano de Mario Porcile y es, adem¨¢s del de Copenhague, el ¨²nico que conserva en Europa la palabra "ballet" en su r¨²brica. Si para muchos el ballet est¨¢ perdido en un limbo est¨¦tico y formal, en Nervi se verifica el laboratorio de su muerte, o acaso de su resurrecci¨®n.
A esta cita no pod¨ªa faltar Sylvie Guillem, a la que la prensa f¨¢cil llama "la ¨²ltima diva del ballet". Al enorme escenario de la ?pera de G¨¦nova, el Teatro Carlo Felice (que tan controvertidamente renovara hace ahora m¨¢s de 15 a?os Aldo Rossi) le han dejado un vac¨ªo enorme de muchos cientos de metros cuadrados para que apareciera la primera bailarina m¨¢s cara y poderosa del actual panorama internacional.
La acompa?aban Michael Nunn y William Trevitt, vestidos de operarios metal¨²rgicos, descalzos, rapados. Ella aparece en ropa de ensayo, un top que deja ver su ombligo perfecto a los 39 a?os cumplidos, un chandal negro deste?ido. El solo de Sylvie Guillem es un ejercicio de "aqu¨ª estoy yo y miren lo que hago" sobre una m¨²sica imposible de Andy Cowton. Da la sensaci¨®n que Maliphan (emulando a Forsythe pero por senda equivocada) hubiera decidido que mientras m¨¢s duro y r¨ªspido es el sonido, m¨¢s lejos llega su intenci¨®n perturbadora. Eso no funciona as¨ª, y lo que consigue es una saturaci¨®n entre el hast¨ªo y la gota malaya; la artista no se mueve de un metro cuadrado de luz y all¨ª, durante 10 minutos, agita los brazos, para intentar adjetivar su evoluci¨®n de cintura para arriba. Al final, mueve una pierna. El p¨²blico aplaudi¨® casi tanto como duraba el solo, lo que prueba que una diva es una diva y vuelve a ser una diva.
El d¨²o Torsion es otra cosa, es danza verdadera y meditada. Los dos bailarines resaltan las influencias que constituyen el vocabulario del creador, su andamiaje cor¨¦utico: caopeira, contac improvisation, tai-chi. El resultado es poderoso, intenso, duro y de gran altura.
El tr¨ªo final, titulado Broken Fall, podr¨ªa titularse Una diva en el circo o con cierto sentido c¨¢ustico Una diva de circo. Se trata de ejercicios fragmentados de riesgo. Los tres artistas van protegidos con rodilleras de patinadores o algo as¨ª y los dos musculados tiran de la bailarina como si fuera un pelele, la alzan en vilo, la dejan caer. Es realmente peligroso y casi chocante. La m¨²sica de Barry Adamson es de la misma guisa que las anteriores: ruidos, apenas unos compases arm¨®nicos. Aqu¨ª Guillem va tambi¨¦n sin puntas, con el aire desp¨®tico que la caracteriza sin querer hacer concesiones al ballet como tal. Fue una noche rara, intensa, electrizante, tambi¨¦n decepcionante y a la vez dura. Probablemente lo que quer¨ªan Maliphan y Guillem en una complicidad que atomiza el ballet, lo pone contra las cuerdas, le reclama una nueva vida o una muerte terrible
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