Una corrida que nunca existi¨®
La sexta de feria fue casi una continua protesta. La sentencia sonora de la gente culpaba del desaguisado a los toros de La Dehesilla. Ten¨ªan raz¨®n, ni por presencia ni por juego era corrida merecedora de un examen generoso. Los dos primeros, impresentables. Y el que se frustr¨® como tercero, menos todav¨ªa. Si a eso le a?aden su comportamiento, el desastre fue total. M¨¢s aparentes el resto, s¨®lo m¨¢s aparentes, mantuvieron el mismo bajo nivel.
El sobrero de Puerto Frontino, de abundantes pechos y muy astifino, recuper¨® la seriedad. Pareci¨® como si de una novillada cualquiera se pasara a la corrida anunciada. Despu¨¦s de cinco novillotes, apareci¨® un toro. Que, por cierto, no tard¨® en desarrollar malas ideas. Pero al menos era un toro.
Dehesilla, Frontino / Califa, Uceda, Abell¨¢n
Cinco toros de La Dehesilla y uno, 6?, lidiado como segundo sobrero, de Puerto Frontino; escasos de presencia e inv¨¢lidos los titulares, serio y con peligro el sobrero. El Califa: media tendida y descabello (silencio); dos pinchazos, metisaca, entera atravesada y descabello (protestas). Uceda Leal: casi entera pasada y descabello (silencio); un pinchazo y entera (saludos). Miguel Abell¨¢n: pinchazo y entera (silencio); un pinchazo, m¨¢s de media y descabello (silencio). Plaza de Valencia, 22 de julio. 6? de feria. Media entrada.
Despert¨® la tarde cuando el tercero bis derrib¨® con estr¨¦pito. Cogi¨® al caballo por delante y con m¨¢s habilidad que fuerza, se ech¨® al picador de turno a los lomos. En ese momento, la gente se recuper¨® de la siesta. No era bravo ese toro en el sentido estricto del t¨¦rmino, pues hizo regates bajo el peto y ech¨® siempre la cara arriba. Pero ten¨ªa su inter¨¦s, sobre todo a la vista de los dos precedentes. Un toro, en fin, bravuc¨®n. Cort¨® en banderillas con muchos pies, pero cuando se vio vencido por Abell¨¢n ense?¨® la bandera blanca. Abell¨¢n, valiente, le gan¨® la partida sin gran sacrificio. El toro acab¨® acobardado.
A Abell¨¢n tambi¨¦n le devolvieron el primer sobrero, que salt¨® en sexto lugar, y cerr¨® la corrida el segundo reserva. Un toro con toda la barba de Puerto Frontino. Mas al primer muletazo se vieron sus intenciones. Incierto y mir¨®n, le dur¨® a Abell¨¢n un suspiro. Breve macheteo y fin de la pesadilla.
Un di¨¢logo sin palabras entre El Califa y el toro que abri¨® plaza. Una falta de comunicaci¨®n total. Como si no se hablaran. Cada uno por su lado. Muy cuidado en varas ese toro, se salv¨® casi por la campana de volver al corral por su falta de fuerzas. Parado en banderillas, no cambi¨® para nada despu¨¦s. Labor mortecina de El Califa. Sin ton ni son. Muy espaciada, acab¨® como faena para digerir con bicarbonato.
Punto y seguido en el cuarto. O peor a¨²n. Otro inv¨¢lido en el ruedo y m¨¢s enfado en el tendido. Al segundo pase, el toro se plant¨®. Ya no hubo forma de moverlo. El Califa, visto el panorama, se uni¨® a la debacle y le quit¨® las moscas.
Sin trap¨ªo alguno el primero del lote de Uceda, que fue saludado con protestas. Y tan d¨®cil y noble, como d¨¦bil. No aceptaron las protestas por su escasa entidad, incluso provoc¨® palmas de tango por su tullida condici¨®n. Un plus de ayuda necesit¨® para sobrevivir en la muleta. El que le aplic¨® Uceda. Nada se le tuvo en cuenta al torero, porque nada contaba.
No mucho, pero algo m¨¢s, cont¨® la faena de Uceda al quinto. Algo descompuesto e incierto por el pit¨®n izquierdo, al toro le cost¨® un mundo embestir. Andaba m¨¢s que otra cosa. Animoso Uceda, quiso sacar de las tinieblas tarde tan oscura. Esforzado, comprometido, rob¨® los muletazos uno a uno. Balanza desigual en todo caso. Uno, el torero, quer¨ªa; el otro, el toro, se negaba. Por tanto esfuerzo, Uceda cobr¨® alg¨²n muletazo acompasado. Fue m¨¢s la voluntad que la cosecha recogida.
La impresi¨®n general fue de una corrida que nunca existi¨®. Se lidiaron cinco novillos y un toro.
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