La rosa y la cruz
Desde que llegaron los socialistas al Gobierno han empezado a soplar los vientos del laicismo. Ya durante la campa?a electoral, Rodr¨ªguez Zapatero expres¨® su deseo de formar un Gobierno laico para una sociedad laica. Y concret¨® este proyecto en tres puntos: aborto libre y gratuito durante las 12 primeras semanas de embarazo; equiparaci¨®n entre el matrimonio heterosexual y el homosexual, y "m¨¢s gimnasia y menos religi¨®n". He de confesar que me doli¨® escuchar este demag¨®gico y desafortunado eslogan de los labios de un hombre inteligente y culto que, adem¨¢s, ha hecho del di¨¢logo el buque insignia de su pol¨ªtica. Pero ?es la sociedad espa?ola tan laica como parecen pensar Rodr¨ªguez Zapatero y otros dirigentes de grupos de izquierdas?
"El estatuto de los profesores de religi¨®n no puede continuar sometido a la precariedad actual"
"Nietzsche proclam¨® la muerte de Dios, pero Dios sigue presente en el coraz¨®n de los espa?oles"
Para contestar esta pregunta tenemos que contar con la cat¨®lica terquedad de las encuestas. Me impresiona el que, desde hace m¨¢s de veinte a?os, todas las encuestas que se han hecho sobre la religiosidad de los espa?oles, arrojen el mismo resultado: el 90% se confiesan cat¨®licos. Es verdad que contrasta esta cantidad con el escaso 30% de cat¨®licos practicantes. Pero el dato est¨¢ ah¨ª. Ni la secularizaci¨®n, ni la indiferencia religiosa, ni la pragm¨¢tica sociedad del consumo y del bienestar han podido borrar este sentimiento fundamental. Nietzsche proclam¨® hace m¨¢s de un siglo la muerte de Dios, pero Dios sigue presente en el coraz¨®n de los espa?oles.
?A qu¨¦ se debe la permanencia de esta fe elemental en la cosmovisi¨®n de los espa?oles? Sin duda, y en primer lugar, a la multisecular tradici¨®n cat¨®lica de Espa?a, que ha dejado un poso en el alma de los espa?oles, hasta ahora permanente e inalterable. Pero tambi¨¦n a que la Iglesia, a pesar de haber vivido de espaldas a la modernidad, siempre ha ofrecido, y sigue ofreciendo, un sentido pleno a la vida y una esperanza que rebasa los l¨ªmites de la muerte. Y eso no ha sido sustituido por nada, ni por nadie. Al contrario, un hilo delgado y d¨¦bil, pero muy resistente, mantiene "religados" a los espa?oles a Dios, como dir¨ªa Zubiri.
Con motivo del viaje del Papa a Madrid, en mayo pasado, el peri¨®dico cat¨®lico italiano L'Avvenire titulaba as¨ª su cr¨®nica sobre este viaje: "Se ha manifestado la memoria cristiana de Espa?a". Y creo que tiene raz¨®n. La memoria, es decir, el sustrato que une pasado, presente y futuro es, entre nosotros, cristiano.
Cuando Aza?a, en 1932, en un discurso ante el Congreso de la Rep¨²blica, afirm¨® que Espa?a hab¨ªa dejado de ser cat¨®lica se organiz¨® un gran esc¨¢ndalo entre los cat¨®licos. Y, sin embargo, ten¨ªa raz¨®n en un sentido muy importante, en el sentido de que la religi¨®n ya no inspiraba ni la cultura, ni el arte, ni la pol¨ªtica. En otras palabras: Aza?a se limit¨® a se?alar lo que ahora llamamos secularizaci¨®n. Pero se equivoc¨® en el fondo. No tuvo en cuenta que la religi¨®n no pertenece al orden de las ideas sino al de las creencias, recurriendo a la terminolog¨ªa de Ortega. Y mil ideas no acaban con una creencia, como tampoco, dice Newman, mil dificultades no engendran una duda.
El Estado espa?ol es, gracias a Dios, aconfesional. Nada mejor pod¨ªa ocurrirle tanto a la Iglesia como a los que se sienten miembros de ella. La aconfesionalidad del Estado es pura higiene social y religiosa. Pero el laicismo es otra cosa, es ideolog¨ªa y ya no pertenece al Estado sino a la sociedad, que es una realidad mucho m¨¢s compleja y que se gu¨ªa m¨¢s por las creencias que por las ideas. A la vista de todos estos datos y consideraciones, creo que podemos concluir que la inmensa mayor¨ªa de los espa?oles profesa un catolicismo laico o un laicismo cat¨®lico. Para comprobarlo basta observar la cantidad de bautizos, primeras comuniones, confirmaciones, bodas y funerales que se celebran constantemente.
Y ahora podemos preguntarnos: ?Existe, en realidad, suficiente demanda social para ampliar la ley de despenalizaci¨®n del aborto? Todos sabemos que el aborto, por sus grav¨ªsimas implicaciones ¨¦ticas, divide irremediablemente a los espa?oles. A much¨ªsimos, entre ellos a m¨ª, nos repugna y a otros, cualquier limitaci¨®n al aborto, les parece un atentado contra su libertad. El grito de las abortistas "el ¨²tero es m¨ªo y me lo administro yo" ha resonado en todos los pa¨ªses de Europa durante las campa?as a favor del aborto. Yo, antes que en Espa?a, lo he o¨ªdo hasta la saciedad en Italia. Tanto, que le escrib¨ªa a un amigo: "Aqu¨ª en Roma, los hombres empezamos a sentir complejo de inferioridad porque no podemos abortar". Ante estas posiciones tan encontradas, ?no basta, por su mesura y equilibrio, la actual legislaci¨®n espa?ola sobre el aborto?
Adem¨¢s, las estad¨ªsticas se?alan que la mayor parte de abortos se produce entre las adolescentes de 16 a 20 a?os. Son, desgraciadamente, miles de abortos cada a?o. Pero, a esa edad, el embarazo no deseado se convierte en verdadero drama: por la familia, por el entorno social y, sobre todo, porque el embarazo aparece como un obst¨¢culo, a primera vista insalvable, para el proyecto de futuro que est¨¢n elaborando y construyendo. Todo lo que se haga para prevenir estas dram¨¢ticas situaciones ser¨¢ bueno. Si se prescinde del n¨²mero de abortos en las adolescentes, que a m¨ª me parece aterrador, el n¨²mero desciende considerablemente, entre otras razones porque, en una mujer adulta, el aborto suele producir un desasosiego interior que puede durar toda la vida. Es muy dif¨ªcil que una mujer no tenga sentimientos de culpabilidad despu¨¦s de haber matado a su propio hijo antes de nacer.
En cuanto a equiparar el "matrimonio" homosexual con el heterosexual me parece un desprop¨®sito. Los obispos han dicho que les parece razonable que se les otorgue a las uniones entre homosexuales y lesbianas un reconocimiento civil, pero que no se les llame matrimonio. Y tienen toda la raz¨®n. Las palabras son muy importantes porque designan la realidad y si se hace mal uso de ellas pueden producir error, confusi¨®n, desconcierto y hasta resentimiento. El significado milenario de la palabra matrimonio es el de la uni¨®n del hombre y la mujer para amarse y tener hijos. Aplicar la misma palabra a la uni¨®n entre homosexuales ir¨ªa contra una tendencia fundamental de la sociedad que tiene el derecho y el deber de propagarse y perpetuarse. ?No ser¨¢n capaces los pol¨ªticos, con su proverbial habilidad, de encontrar una expresi¨®n que aclare y no confunda, por ejemplo "uni¨®n homosexual estable"?
Y, ?qu¨¦ decir del "m¨¢s gimnasia y menos religi¨®n" que, afortunadamente para el mismo Zapatero constituye un exceso de ret¨®rica electoral? Hace unos d¨ªas, en una larga entrevista que concedi¨® a la Cope, y en la que estuvo magn¨ªfico, dijo que ¨¦l llevaba a sus hijas a la clase de religi¨®n cat¨®lica, en un colegio p¨²blico. He aqu¨ª un ilustre ejemplo de lo que yo he llamado antes "laicismo cat¨®lico". Lo que ocurre es que el tema de la ense?anza de la religi¨®n en la escuela p¨²blica se ha embrollado mucho ¨²ltimamente. La Iglesia siempre ha dicho que esta ense?anza se fundamenta en el derecho de los padres a que sus hijos reciban una formaci¨®n religiosa y moral cat¨®lica. No creo que ning¨²n laicista, por empedernido que sea, torpedee este argumento. No vale objetar que la clase de religi¨®n la pagamos todos los espa?oles y no s¨®lo los cat¨®licos, porque en esa situaci¨®n se encuentran todas las asignaturas optativas y nadie negar¨¢ que cuantas m¨¢s optativas existan mejor se atender¨¢ la formaci¨®n personal y libre de los alumnos.
Por supuesto que la ense?anza de la religi¨®n en la escuela no debe ser ni catequesis ni adoctrinamiento, sino cultura. La otra funci¨®n corresponde a la familia y a la parroquia. En la escuela, se trata de una exposici¨®n objetiva y razonada de la fe. Por eso los obispos deben procurar, con todas sus fuerzas, la calidad de la ense?anza, tanto en su contenido como en quienes la imparten. Y para lo primero -el contenido- hay que atenerse rigurosamente al principio de la jerarqu¨ªa de las verdades reveladas, que se?ala el Concilio Vaticano II. El hecho fundante y fundamental de la fe cristiana es el misterio de Cristo con su poderosa fuerza de atracci¨®n. Hay otras verdades reveladas que son importantes, pero todas, excepto el entra?able dogma de la Trinidad, que es el fundamento de todo, son secundarias con relaci¨®n a la magnitud y fuerza del hecho de Cristo, que es la fuente de todas ellas.
En cuanto al problema que los sindicatos han planteado respecto al estatuto de los profesores de religi¨®n, hay que tener en cuenta que, hasta hace unos a?os, la ense?anza de la religi¨®n, especialmente en primaria, era un servicio pastoral que prestaban sacerdotes y seglares de forma casi gratuita. Pero ahora aquel servicio se ha convertido en un puesto de trabajo, dignamente remunerado por el Estado, y del que depende el sustento de una persona o de una familia. Y si esto es as¨ª, la Iglesia debe someterse a las leyes laborales de nuestro pa¨ªs, que nos obligan a todos. Creo sinceramente que el estatuto de los profesores no puede continuar sometido a la precariedad actual, pendiente cada a?o de la voluntad del obispo. Dir¨ªa que se trata de un abuso de poder. Sin renunciar los obispos a su deber de vigilar la ense?anza de la fe cat¨®lica que, creo puede cumplirse de otra manera y, contando con la buena voluntad de las dos partes, no ser¨¢ dif¨ªcil llegar a una soluci¨®n razonable.
La rosa y la cruz, el t¨ªtulo de este art¨ªculo, es tambi¨¦n el t¨ªtulo de un libro que public¨® Abel Hern¨¢ndez en la d¨¦cada de los ochenta, poco despu¨¦s de la aplastante victoria electoral de los socialistas en el a?o 1982. All¨ª dec¨ªa que la c¨²pula del Partido Socialista era agn¨®stica o atea, pero que, en la base, m¨¢s del 60% de los militantes se confesaban cat¨®licos. Y afirmaba tambi¨¦n que hab¨ªan votado al PSOE much¨ªsimos cat¨®licos: seglares, curas, frailes, monjas, e incluso, cuatro obispos. Me da la impresi¨®n de que en las ¨²ltimas elecciones ha ocurrido tres cuartos de lo mismo. Esta continuada experiencia ?nos har¨¢ asumir, por fin, el complejo tejido religioso de nuestra sociedad? La respuesta no se har¨¢ esperar mucho.
Rafael Sanus Abad es obispo auxiliar em¨¦rito de Valencia.
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