La Pompeya de Carlos III, en ocho libros
El Museo San P¨ªo V de Valencia acoge una exposici¨®n bibliogr¨¢fica sobre los hallazgos arqueol¨®gicos cercanos al Vesubio
Entre el 24 y el 25 de agosto del a?o 79 el Vesubio protagoniz¨® una de las erupciones m¨¢s c¨¦lebres de la historia. El volc¨¢n sepult¨® las ciudades de Pompeya y Herculano, y las emanaciones de gases t¨®xicos convirtieron a parte del golfo de N¨¢poles en algo similar al infierno.
Herculano qued¨® enterrada a 25 metros de profundidad y sobre ella se edific¨® una ciudad. Pompeya, en cambio, qued¨® cubierta por seis metros de lapilli, una piedra esponjosa y poco dura. Los habitantes que salvaron la vida emigraron y, con el tiempo, no qued¨® nadie que recordara el nombre de una localidad que cuando empez¨® la erupci¨®n rondaba los 12.000 habitantes.
La exposici¨®n Bajo la c¨®lera del Vesubio, que se exhibe hasta septiembre en el Museo San P¨ªo V de Valencia, repasa la recuperaci¨®n de Pompeya y Herculano como n¨²cleos arqueol¨®gicos llevadas a cabo en el siglo XVIII por el rey Carlos III.
El Borb¨®n, hijo de Felipe V, fue rey de N¨¢poles antes de llegar al trono de Espa?a. Aficionado a la caza, Carlos III orden¨® levantar un palacio que le sirviera de base de operaciones. El lugar elegido fue Portici. Para decorar el Real Sitio, el monarca reclam¨® piezas cl¨¢sicas como las que se hab¨ªan hallado en la zona de Herculano.
Un equipo de ingenieros de minas empez¨® el rastreo horadando un pozo, que result¨® llevar directamente al antiguo anfiteatro de Herculano, que hab¨ªa acogido todo tipo de espect¨¢culos, incluyendo carreras de cu¨¢drigas. Al poco tiempo, las obras de arte, provenientes de este yacimiento y del de Pompeya, desbordaron la capacidad del palacio, que se transform¨® en una especie de museo.
El profesor de arqueolog¨ªa de la Universitat de Val¨¨ncia, Jos¨¦ Luis Jim¨¦nez, comisario de la exposici¨®n, explica que aquellas excavaciones y el exhaustivo estudio de los hallazgos dispuesto por Carlos III, supusieron un hito en la historia de la arqueolog¨ªa comparable al descubrimiento de la piedra Roseta en Egipto, en 1799, que permiti¨® interpretar los jerogl¨ªficos.
Lo que Carlos III encarg¨® a arquitectos, historiadores y artistas no fue exactamente un cat¨¢logo, sino una colecci¨®n de 40 libros en los que se describieran -con palabras, en grabados, y por ¨¢reas tem¨¢ticas- cada una de las piezas. El San P¨ªo V muestra los ocho vol¨²menes que finalmente se editaron, entre otras cosas, porque el sucesor del rey, Carlos IV, result¨® estar mucho menos interesado por la arqueolog¨ªa que su padre.
Las obras, que se exhiben por primera vez en Espa?a por mano de la Real Academia de San Carlos de Valencia, nunca salieron a la venta y su edici¨®n fue corta. La Corona reservaba los ejemplares como regalos para los monarcas e instituciones culturales europeos. Pero su ¨¦xito fue tal que Carmen Rodrigo, tambi¨¦n comisaria de la exposici¨®n, le atribuye la difusi¨®n del estilo neocl¨¢sico. Desde Catalina II de Rusia hasta una sala en el Palacio del Marqu¨¦s de Dos Aguas.
Al margen de los libros, la exposici¨®n apenas tienes originales. Uno de los motivos es que Carlos III decidi¨® en su d¨ªa que ninguna pieza deb¨ªa abandonar su lugar de origen.
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