El cielo est¨¢ en el fondo del mar
Estoy trazando unas rayas distra¨ªdas en el mantel de papel del restaurante y de repente escucho -Hazme un dibujo, pap¨¢, mientras dos ni?as se inclinan ante la mesa, y de repente escucho (es domingo de Pascua) a mi abuelo proponi¨¦ndome
-Busca los huevos en el jard¨ªn
huevos de chocolate, con peladillas dentro, escondidos en los arriates, es decir, mal escondidos para que yo pueda descubrirlos, el sol en los ¨¢rboles, en el c¨¦sped, en las sillas de lona, en la superficie del lago (peces lilas, blancos, casi transparentes a veces), la rosaleda al fondo, el molino para el riego, el mundo nuevo como una moneda que se ha frotado en los pantalones, qu¨¦ enfermedades, qu¨¦ muerte, en Nelas hab¨ªa un juez viejo (creo que era un juez) que se jactaba de parar el pensamiento (si no era juez era coronel o algo as¨ª), todo ten¨ªa olor a vida, los huevos de Pascua no en Beira, en Benfica, y de repente mi edad de este a?o, el que soy ahora, un restaurante de pescado en Set¨²bal con personas esperando el turno para sentarse, unos ni?os tenebrosos que corr¨ªan a gritos entre las sillas, incansables, los ojos del pescado mir¨¢ndome desde la fuente, suplicantes
Me duele la cantidad de gente que tal vez he olvidado
(?qu¨¦ pretenden de m¨ª?)
una perra en celo seguida de una jaur¨ªa de golosos, uno de ellos min¨²sculo pero lleno de apetitos, pobre, comienzo el dibujo que las ni?as me pidieron, cuando dibujo me sorprende siempre la evidencia de que soy zurdo, comienzo una casa
-Me gustar¨ªa m¨¢s un payaso
comienzo un payaso, obediente, la nariz redonda, la boca enorme, me viene a la cabeza Isabel en Londres, me apetece llamarla sin tel¨¦fono, sin nada
-Isabel
y en lugar de llamarla retoco el payaso, calcetines a rayas, zapatos gigantescos, qu¨¦ estar¨¢s haciendo ahora, Isabel, el tipo de la mesa de al lado, que me ha reconocido, se inclina hacia el mantel de papel d¨¢ndole un leve codazo a una esposa toda anillos, la esposa se inclina tambi¨¦n, sonriendo, con un diente postizo delante, escondo el payaso con la palma ahuecada, el que buscaba huevos de Pascua, hace muchos a?os, le habr¨ªa advertido enseguida
-Este payaso no es para usted
el que soy yo, y no busca huevo alguno, finge no darse cuenta de los admiradores, una de las ni?as se aparta de la mesa
-Ese payaso es feo
y me olvida, me duele la cantidad de gente que tal vez he olvidado, intento recordar y aparece Marciano estrangulando pajaritos entre el dedo ¨ªndice y el cordial
-No haga eso, se?or Marciano
y Marciano se r¨ªe, cog¨ªa la manguera, con botas de goma hasta las rodillas, y repart¨ªa el agua, en abanico, con el pulgar, el juez
-Soy capaz de parar el pensamiento
y mi familia asombrada, le a?ado un bigote y una perilla como antes les dibujaba gafas a los reyes de los libros de historia, toma ya, don Juan V, toma ya, don Pedro II, la perra en celo corri¨® a unos diez metros de m¨ª, carg¨¢ndose a s¨ª misma con una prisa atribulada, el enano de la jaur¨ªa intent¨® un salto esperanzado, calcul¨® mal la distancia, se qued¨® frustrado, un mast¨ªn gordo destruy¨® su conquista con una arremetida envidiosa, Marciano mostr¨¢ndome un gorri¨®n muerto
-Mire
y un montoncito de plumas, ganas de vomitar, de llorar, detesto a Marciano, huevos de chocolate, con peladillas dentro, escondidos en los arriates, peladillas azules, amarillas, rojas, cu¨¢ndo ser¨¦ capaz de comenzar otra novela, hay una cosa que me anda palpitando por dentro, a¨²n vaga, imprecisa, comenzar a escribir en junio, o sea despojarme, a partir de mayo, de todo lo que no sea libro para ver qu¨¦ sale, preparar los bloques, los bol¨ªgrafos, el cuaderno de papel de tinta azul para las frases de apoyo, esquemas que me servir¨¢n para rehusarlos hasta que el texto gane fuerza solo, las estilogr¨¢ficas tra¨ªdas de los hoteles, a la espera en una jarra de cristal, dejar unas seis cr¨®nicas hechas porque los primeros cap¨ªtulos me requieren entero en el prop¨®sito de acertar con la direcci¨®n de las palabras, no encuentro los huevos en el jard¨ªn y alguien (?qui¨¦n ser¨¢?) orient¨¢ndome
-Fr¨ªo, tibio, casi caliente
la pena es que no me hayan orientado de esa forma en las dem¨¢s cosas, en cierto momento la lengua comenzaba a reconocer lo rugoso de la peladilla por debajo del az¨²car, el juez contemplaba a mi familia, con el pensamiento parado
-?No lo notan?
es decir, su cara igual, solicitando
-Cr¨¦anme
la mujer del juez se encog¨ªa de hombros, resignada, le faltaba la ¨²ltima falange no s¨¦ si en la mano derecha o en la izquierda
-?En cu¨¢l de las manos le falta la falange, do?a Ester?
y ella ocultaba una mano con la otra, avergonzada, do?a Ester corr¨ªa en Quatro Caminhos seguida por una jaur¨ªa de jueces con el pensamiento parado
-?No lo notan?
y desaparec¨ªa, al rato, en el murmullo del pinar, qui¨¦n no conserva en la boca el sabor de las moras, el del viento por la tarde, el del tren de la hora de cenar, abajo, entre pinos, el juez sec¨¢ndose las mejillas con el pa?uelo
-Parar el pensamiento cansa
sus manos completas, me tend¨ªa la derecha
-Choca esos cinco, chaval
como si el chaval fuese ya mayor, un apret¨®n de manos de hombre, las aspas del molino para el riego giraron con m¨¢s fuerza, una tarde vi el entierro de un ni?o, con el ata¨²d abierto, y me qued¨¦ temblando un rato largo, angustiad¨ªsimo, hasta que me explicaron que no era yo.
Traducci¨®n de Mario Merlino.
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