Bienvenido a una p¨¢gina gratuita
Como todos los d¨ªas, Marta tir¨® su bolso sobre el sof¨¢ y colg¨® su chaqueta descuidadamente en el respaldo de la silla. En un movimiento autom¨¢tico, encendi¨® el ordenador y sigui¨® hasta la cocina para prepararse un caf¨¦. Mientras esperaba que el agua estuviera a punto, el computador le anunci¨®, con el tono de apertura, que el sistema la estaba esperando... "Ya voy", pens¨®, como si tuviera que darle explicaciones a la m¨¢quina, pero, sin prisa, volc¨® el caf¨¦ reci¨¦n hecho en el largo vaso con hielo y tom¨® un par de galletas del frasco de vidrio del primer estante.
Marta volvi¨® al ordenador y abri¨® su correo electr¨®nico. Ten¨ªa algunos mensajes nuevos de un par de amigos, que no dec¨ªan nada importante; un mail de su compa?ero de trabajo, pidi¨¦ndole unos datos, y un mensaje de publicidad que anunciaba: "Vis¨ªtenos sin cargo".
El mensaje era breve: "Ahora y durante un mes, usted puede visitar nuestra p¨¢gina en forma gratuita"
Con cierto temor de abrirles una puerta a fisgones, hackers y gusanos inform¨¢ticos, mir¨® el mail confiando esta vez en sus sistemas de seguridad virtual.
No hab¨ªa virus, el mensaje era breve y estaba dirigido a ella con su nombre y su apellido; dec¨ªa simplemente:
"Ahora y durante un mes, usted puede visitar nuestra p¨¢gina en forma gratuita".
www.palabrasalacarta.com.
Un poco intrigada por el hecho de ver sus datos de identidad correctamente escritos y otro poco curiosa por el nombre del sitio, hizo un doble clic con el bot¨®n izquierdo del rat¨®n para entrar en el portal.
La pantalla parpade¨® un momento y luego mostr¨® la p¨¢gina: un gran espacio blanco con un rect¨¢ngulo dibujado en el centro, y un cuadrado gris a un costado, con un signo de pregunta en ¨¦l. Nada m¨¢s.
Olvidada de las reglas de seguridad primarias para Internet, puls¨® dos veces en el signo de pregunta y vio c¨®mo se abr¨ªa una nueva ventana que dec¨ªa:
"Bienvenido/a a palabrasalacarta.com.
?ste es un servicio gratuito para usted sin ninguna raz¨®n.
Si lo desea, durante un mes puede visitar este portal una vez por d¨ªa e ingresar en el recuadro de apertura una palabra o un peque?o grupo de palabras, acerca de cualquier cosa que le interese y que no encuentre usualmente en las p¨¢ginas de los peri¨®dicos ni en las enciclopedias del mercado. El sistema crear¨¢ una respuesta. Esperamos que le sea ¨²til en su b¨²squeda personal. Esperamos que le sirva para vivir un poco mejor".
Marta tild¨® el cuadradito blanco que promet¨ªa no volver a mostrar ese mensaje y volvi¨® as¨ª al rect¨¢ngulo del portal de acceso, que ahora, con una barra vertical que aparec¨ªa y desaparec¨ªa, la invitaba a escribir.
-Qu¨¦ extra?o- pens¨®.
Despu¨¦s de dudar unos minutos, decidi¨® seguir adelante, se acomod¨® y tecle¨® una sola palabra fiel a lo que en ese momento sent¨ªa:
"DECISI?N".
La pantalla, a los pocos segundos, mostraba este texto:
"El peor de todos los riesgos es no querer correr ning¨²n riesgo".
La teor¨ªa de las decisiones est¨¢ estructurada en base a un principio, que es absolutamente cierto:
"Es m¨¢s importante poder tomar una decisi¨®n que ser capaz de encontrar la mejor opci¨®n".
El centauro, mitad caballo mitad hombre, ten¨ªa hambre, pero no pudo decidir si comer hamburguesa o alfalfa, y se qued¨® sin comer. Despu¨¦s tuvo sue?o, pero no pudo decidir si dormir en un establo o en un hotel, y se qued¨® sin dormir. Sin comer y sin dormir, enferm¨®, pero no pudo decidir si visitar a un m¨¦dico o a un veterinario, as¨ª que se muri¨®. La autora del cuento, que tampoco pudo decidir d¨®nde enterrarlo, lo revivi¨®.
Y todo volvi¨® a empezar...
El mensaje terminaba con unas letras azules que dec¨ªan sencillamente... "Hasta ma?ana".
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