M¨¢s que un incendio
La cat¨¢strofe que aplasta a Paraguay en forma de incendio de un supermercado, y donde el n¨²mero de v¨ªctimas mortales supera ya las 300, es de las que obligan a un pa¨ªs a replantearse radicalmente sus prioridades. Los testimonios que se van conociendo de lo ocurrido en el h¨ªper de la cadena Iku¨¢ Bola?os, en la capital, convertido en horno crematorio, dibujan un panorama de negligencia, desprecio por la vida humana, improvisaci¨®n e incompetencia que hace parecer ritual el anuncio del presidente Nicanor Duarte de que se investigar¨¢n los hechos y se aplicar¨¢ la ley.
Hecatombes como la de Asunci¨®n ponen a prueba los mimbres que conforman una naci¨®n, desde el valor que se atribuye a la vida o las leyes hasta los c¨®digos sociales dominantes. Paraguay, seis millones escasos de habitantes y uno de los sistemas m¨¢s desiguales y corrompidos del continente, debe encontrar r¨¢pidamente respuestas a las circunstancias de su peor tragedia contempor¨¢nea. Al margen de la desgracia fortuita, m¨¢s de trescientos muertos en un incendio de estas caracter¨ªsticas revelan puntos negros y carencias con las que no puede coexistir una te¨®rica democracia, aunque sea tan precaria como la paraguaya. Se supone que en la investigaci¨®n en marcha hallar¨¢n respuesta extremos -coincidentes en versiones policiales y de las v¨ªctimas- como que el moderno edificio careciese de salidas de emergencia practicables, que sus responsables ordenaran aparentemente cerrar las puertas para evitar el saqueo o la huida de los clientes sin pagar, que no funcionara en horas la ¨²nica toma de agua para los bomberos o el caos de la asistencia m¨¦dica subsiguiente.
La oleada de solidaridad impulsada inmediatamente desde los pa¨ªses vecinos -y tambi¨¦n por Espa?a, que anuncia el env¨ªo de forenses, psic¨®logos y medicamentos esenciales- contribuir¨¢ sin duda a paliar algunos de los efectos de esta descomunal tragedia. Pero el Gobierno de Paraguay y sus instituciones deben aprovechar la terrible oportunidad que se les ha deparado para transformar el anquilosado pa¨ªs, sanearlo e imponer de una vez por todas sobre la corrupci¨®n y la desidia el imperio de la ley y de la dignidad ciudadana.
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