Cristina Gallardo-Dom?s enamora con su Butterfly
La emoci¨®n pucciniana seguir¨¢ cautivando al p¨²blico mientras existan grandes voces. Cien a?os despu¨¦s de su estreno, la ¨®pera Madama Butterfly subi¨® anteanoche al escenario del Festival de Peralada (Girona), en un montaje con la personal firma de Lindsay Kemp, y no pas¨® nada relevante hasta que apareci¨® en escena la soprano chilena Cristina Gallardo-Dom?s. El calor apretaba en el inmenso auditorio al aire libre de Peralada -lleno absoluto, con 1.800 espectadores sedientos de ¨®pera- y el ruido de los abanicos masivamente distribuidos no ces¨® hasta la prodigiosa entrada de Cio-Cio San: la calidad vocal y la sensibilidad de Cristina Gallardo-Dom?s enamor¨® al instante a un p¨²blico que disfrut¨® de lo lindo con su extraordinaria actuaci¨®n.
La hero¨ªna pucciniana de Gallardo-Dom?s es impresionante en lo vocal, aunque como actriz es previsible
La sencillez esc¨¦nica le sienta bien a una ¨®pera que disfraza con exotismo oriental un pasional sentido del melodrama italiano. La propuesta visual de Lindsay Kemp -el mar infinito frente a la casa de Butterfly, s¨ªmbolo de libertad y de muerte- intenta traducir el simbolismo musical de la refinada partitura con recursos sencillos y directos: s¨®lo lo logra en algunas escenas, cuando el poder evocador de las im¨¢genes permite olvidar la cursiler¨ªa, los t¨®picos y la carga lacrim¨®gena que el core¨®grafo y director de escena brit¨¢nico sirve a granel.
Fiel a su est¨¦tica teatral, Kemp mueve coreogr¨¢ficamente a los personajes y los paraliza en busca de im¨¢genes po¨¦ticas. Es un recurso tan trasnochado como el delirante vestuario, de colores chillones, y los cargantes movimientos -entre la fiel Suzuki, los criados, las amigas y los familiares de Butterfly, la escena parece una fiesta poblada de zombies- que envuelven las emociones puccinianas en una banal est¨¦tica oriental de todo a cien.
Sin cargar las tintas sentimentales, la direcci¨®n musical de Marco Armiliato dej¨® respirar a los cantantes con naturalidad, con la belleza mel¨®dica de Puccini como hilo conductor de la refinada orquestaci¨®n. Sin morosidades ni excesos, busc¨® el equilibrio y obtuvo una buena respuesta de la Orquestra Simf¨°nica de Barcelona i Nacional de Catalunya, poco habituada a los fosos oper¨ªsticos. Cristina Gallardo-Dom?s es una diva de las de antes: su interpretaci¨®n de la m¨¢s sentimental de las hero¨ªnas puccinianas es vocalmente impresionante, aunque como actriz se mueve en terrenos m¨¢s convencionales y previsibles. Lo excepcional es su retrato vocal de Cio-Cio San, de colores, acentos y matices exquisitos, con una voz de gran belleza que adquiere fuerza dram¨¢tica sin forzar su identidad l¨ªrica. Fue la triunfadora indiscutible de la velada y el p¨²blico la aplaudi¨® a rabiar. A su lado, el tenor Roberto Aronica apenas dej¨® huella en el papel de Pinkerton: es un tenor solvente, aunque de canto poco efusivo, que estuvo m¨¢s brillante en el tercer acto que en el c¨¦lebre y apasionado d¨²o que cierra gloriosamente el primer acto. Mejor de car¨¢cter que de voz, Antonio Salvadori sustituy¨® al anunciado Giorgio Zancanaro con aplomo y muchas tablas.
La sensible y musical Suzuki de Claudia Marchi y el sonoro y bien dibujado Goro de Eduardo Santamar¨ªa destacaron en un amplio e irregular reparto en el que se agradeci¨® el rigor de Mireia Casas (Kate Pinkerton) y Joan Mart¨ªn-Royo (Comisario imperial). La buena labor del coro Lieder Camera, cada vez m¨¢s flexible y eficaz en sus cometidos esc¨¦nicos, fue otro de los aciertos del montaje, una coproducci¨®n del Palacio de Festivales de Cantabria y el Gran Teatro de C¨®rdoba estrenada en 2002 que, con cambios en el reparto, viajar¨¢ a Madrid tras las funciones en Peralada.
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