Joseph-Marie Lo Duca, cofundador de 'Cahiers du Cin¨¦ma'
El 1 de abril de 1951 sal¨ªa a la calle el primer n¨²mero de Chaiers du Cin¨¦ma, revista que, hasta entrada la d¨¦cada de los ochenta, ser¨¢ una publicaci¨®n de referencia para todo el mundo del cine. En ese n¨²mero 1 figuran dos redactores-jefe, Jacques Doniol-Valcroze y Joseph-Marie Lo Duca. El testimonio de Doniol nos permite saber que "Lo Duca hizo pr¨¢cticamente ¨¦l solito el primer n¨²mero, pero su eficacia -el placer que encontraba en ella- depend¨ªa mucho de la posibilidad de ejercer la autoridad en solitario". Ese reproche de autoritarismo hay que relacionarlo con el hecho de que se olvidase de hacer constar a Andr¨¦ Bazin como el tercer redactor-jefe. La tuberculosis hab¨ªa retenido a Bazin en un sanatorio y Lo Duca crey¨® que se trataba de un cr¨ªtico m¨¢s. Craso error que la bondad jesu¨ªtica del entorno de Bazin le har¨¢ pagar.
Cuando lleg¨® a los Cahiers, Lo Duca ya hab¨ªa publicado una breve Historia del cine en la colecci¨®n Que Sais-je?, un par de monograf¨ªas sobre los hermanos Lumi¨¨re y M¨¦li¨¨s, as¨ª como un buen n¨²mero de art¨ªculos en diversas revistas. Formaba parte del jurado del premio Louis Delluc y Doniol recuerda tambi¨¦n que, gracias a ¨¦l, los Cahiers arrancaron con diez p¨¢ginas de publicidad.
Nacido en Mil¨¢n en noviembre de 1905, licenciado en Letras, gran especialista en arte y astronom¨ªa, realizador de cortometrajes, Lo Duca fue de los primeros en reflexionar en profundidad sobre la manera propia del cine de presentar la mujer. De esa reflexi¨®n saldr¨¢, en 1957, L'erotisme au cin¨¦ma, dos vol¨²menes editados chez Pauvert y cuyas ilustraciones fueron estimadas en su momento como extraordinariamente osadas.
Dentro de los Cahiers -escribir¨¢ en ellos hasta el n¨²mero 69- figura como un francotirador al que se admira por su sabidur¨ªa y cultura -en 1951 tambi¨¦n publica una monograf¨ªa sobre el douanier Rousseau-, al tiempo que no se le invita a integrarse, a pasar a formar parte de la conspiraci¨®n, del grupo que va a dar una suerte de golpe de estado dentro del cine franc¨¦s. En realidad, Lo Duca ser¨¢ desplazado por Eric Rohmer, que ha sabido ganarse la amistad y la confianza de la joven guardia.
Si Lo Duca es un especialista en las relaciones entre pintura y cine, si se ha interesado antes que nadie en la imagen de la mujer a trav¨¦s de la pantalla, si ha sido un defensor fervoroso de cl¨¢sicos que algunos j¨®venes ponen en cuesti¨®n -hablando de Chaplin escribir¨¢: "?Qui¨¦n se atreve a hablar de ortograf¨ªa cuando comenta un poema?"-, es tambi¨¦n una persona que presta atenci¨®n a cinematograf¨ªas mal conocidas, como son la mexicana o la espa?ola, en aquel entonces marcadas por el estigma del tercermundismo o de la dictadura. Lo Duca, que no olvida las condiciones de producci¨®n de los filmes que vienen de los dos pa¨ªses citados, sabe, sin embargo, ponerlos en relaci¨®n con una tradici¨®n cultural y analizarlos como otra cosa que un reflejo directo de los intereses del poder, una pr¨¢ctica l¨®gica en un erot¨®mano, habituado a no conformarse con las apariencias. Pero puede que la principal aportaci¨®n de Lo Duca a la historia del cine haya sido el encontrar el negativo ¨ªntegro y en perfecto estado de la Jeanne d'Arc de Carl Th. Dreyer. En cualquier caso, Joseph-Marie Lo Duca ha fallecido en los alrededores de Par¨ªs, en Fontainebleau, casi tan anciano como ese cine que tanto am¨®.-
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