El poeta de la dignidad
Se ha muerto muy viejo, con 93 a?os, y d¨ªas despu¨¦s del 60 aniversario de la insurrecci¨®n de Varsovia. Es su partida casi un s¨ªmbolo de que se nos va lo que m¨¢s necesitamos y perdemos lo que m¨¢s apreci¨¢bamos. Se siente uno, como cuando muri¨® el insigne poeta checo Jaroslav Seifert, hu¨¦rfano puro y desconsolado con el adi¨®s que ayer nos dio desde Cracovia Czeslaw Milosz, el poeta polaco que encarn¨® vida, emoci¨®n y esperanza en tiempos terribles del siglo XX en los que todo parec¨ªa por su patria y Centroeuropa un p¨¢ramo de mediocridad, sumisi¨®n y terror. La belleza de su palabra y sentimiento, su denuncia valiente de toda la miseria que implicaba el r¨¦gimen de vida al que hab¨ªan sido obligados a someterse sus compatriotas, primero bajo los nazis y despu¨¦s bajo los comunistas, conmover¨¢n aun durante generaciones a todos los que crean en la dignidad del individuo y en el simple coraje del alma. Como Seifert en Praga, Milosz, como gran polaco, fue un premio Nobel que incomod¨® mucho a los miserables que consideran la obediencia de esp¨ªritu un bien social o profesional y la sumisi¨®n y el vasallaje intelectual como acto de disciplina exigible.
Sabemos que es ley de vida, pero no deja de rebelarnos el hecho de que siempre que nos conmueven despedidas sea por la muerte de los mejores. Czeslaw Milosz hizo durante m¨¢s de setenta a?os su particular camino de esperanza, que no de olvido, con la palabra tenue, a trav¨¦s de una Europa, una Polonia en particular, que vio y sufri¨® lo peor de lo que es capaz el ser humano, pero tambi¨¦n lo mejor y m¨¢s excelso que sabemos hacer quienes tenemos plazo fijo en esta tierra. Hombres de su cultura y humanidad, de su profunda generosidad al hacer b¨¢scula moral del pr¨®jimo, nos son casi ya extra?os. Por eso hemos de redoblar ya no el pesar por su marcha, porque su legado es tan cuantioso que todos podemos gozar del mismo, sino la convicci¨®n de que son Seifert y Milosz, esos dos centroeuropeos maravillosos que nos dejaron, dos de los faros en la sensibilidad, emoci¨®n y capacidad de querernos que los seres humanos siempre han intentado articular en palabras y que en los casos de estos dos hombres, que siempre habremos de llorar mientras podamos, lo consiguieron con una singular fuerza que mueve al alma.
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