Pescar sin matar
Un vecino de Les Alqueries practica una peculiar modalidad de pesca con piragua para batirse con los peces
Saca la piragua de la caseta que tiene cerca de Onda. La carga al coche junto con la chaquetilla de bolsillos donde lleva los anzuelos, dos ca?as de pescar, el chaleco salvavidas y todo lo necesario para pasar el d¨ªa. Coge el coche y se dirige al embalse de Sitjar. Llega, introduce la piragua en el r¨ªo y empieza a remar sin saber hac¨ªa donde se dirigir¨¢, generalmente se deja llevar por la corriente.
As¨ª comienza un d¨ªa de pesca para Javier Torres, un hombre de 25 a?os, vecino de Les Alqueries, que ha decidido poner en pr¨¢ctica otra forma de pesca: sin ruidos, sin contaminaci¨®n y sin da?ar el medio ambiente. Y con toda la libertad de movimiento que le supone la piragua.
Un descubrimiento que Javier Torres hizo a trav¨¦s de una revista, despu¨¦s de mucho tiempo siendo un pescador convencional, de los que tiran la ca?a y se quedan en la orilla esperando. "Cuando vi la fotograf¨ªa de la piragua me di cuenta que era perfecta para lo que yo quer¨ªa. Con ella tienes mucha m¨¢s libertad de movimiento. Puedes explorar y llegar hasta rincones que de otra forma ser¨ªa imposible", asegura.
Javier Torres conoce a fondo el 'black-bass', el pez americano introducido hace 50 a?os
Como ejemplo, Torres relata sus descubrimientos con verdadero placer. "En invierno el embalse est¨¢ muy tranquilo. Yo suelo ir de madrugada y si te deslizas sigilosamente por las aguas, puedes ver zorras, garzas o conejos que se acercan al lago a beber. Tambi¨¦n puedo llegar hasta las islas y descubro los bancos de black-bass, el pez que m¨¢s me gusta. Las aguas cristalinas te dejan ver familias enteras", describe.
?Y el black-bass es un pez? (la cronista reconoce su ignorancia sobre el tema). "S¨ª, claro", responde r¨¢pidamente el experto, "es un pez americano que se introdujo en nuestro pa¨ªs all¨¢ por los a?os cincuenta. Un bicho muy dif¨ªcil y muy listo".
Parece que Javier Torres ha estudiado a fondo a su rival. A su edad, es capaz de explicar vida y milagros del black-bass y al hablar denota la ilusi¨®n del aprendizaje con gusto. "Desde que comenc¨¦ a pescarlo, he ido comprando libros e inform¨¢ndome sobre este animal. Es muy curioso porque nunca acabas de saber exactamente c¨®mo es. Puedes encontrarlo en aguas estancadas, pero tambi¨¦n en las corrientes, eso s¨ª, siempre en aguas continentales. Localiza r¨¢pidamente todo lo que se mueve, hay que acercarse con mucho cuidado. Es un gran depredador, come de todo, incluso, cuando llega a pesar cuatro o cinco kilos, es capaz de comerse a sus semejantes", explica.
Por eso, Torres lleva un chaleco lleno de diferentes anzuelos. "El cebo vivo est¨¢ prohibido, as¨ª que tengo un mont¨®n de se?uelos artificiales que voy cambiando seg¨²n el momento. Son muy bonitos, los hay de pl¨¢stico tornasolados, otros son de vinilo y se mueven como si estuvieran vivos, y otros hacen un sonido especial para atraer la atenci¨®n del pez".
A todo esto, el joven se compr¨® la piragua y se ech¨® al agua sin saber manejarla. "Fui bastante atrevido. En cuanto me lleg¨® a casa, la cog¨ª y me fui al estanque a probarla. Nunca hab¨ªa remado antes, ni usado ning¨²n barco. Me compr¨¦ un chaleco salvavidas y no me lo quit¨¦ hasta que empec¨¦ a coger confianza. Eso s¨ª, s¨¦ nadar, aunque en dos a?os no he tenido ning¨²n percance", reconoce.
Javier no sabe de nadie m¨¢s en toda la Comunidad Valenciana que practique est¨¢ modalidad de pesca. Y para no ir siempre solo ¨²ltimamente est¨¢ animando a un amigo: "Ahora ya le gusta pescar y est¨¢ a punto de comprarse una piragua. Siempre es mejor ir acompa?ado".
Es cierto porque Torres sube al lago en cuanto puede. "Si tengo un d¨ªa libre, o despu¨¦s de trabajar en la azulejera, me voy a pescar. Puedo pasarme horas y horas. Ya no es por el black-bass, sino por lo bien que me lo paso. Ahora puedo llegar hasta las islas que se han formado en el centro del embalse, descubro rincones nuevos cada d¨ªa. En fin, contemplo la naturaleza en su estado m¨¢s puro".
O sea que sabe conjugar el amor a la pesca con el respeto a la naturaleza. Por eso, Torres quiere dejar bien claro que su meta no es llegar a casa con kilos y kilos de peces. "Yo practico la pesca sin muerte. Es decir, cojo al pez y lo devuelvo al agua. Lo hago s¨®lo por el placer de batirme con ellos, pero luego, una vez lo he conseguido, les saco el cebo. Es f¨¢cil hacerlo sin da?arles porque tienen una boca muy grande y no sufren", declara.
Es evidente que Javier Torres ha aprendido a practicar un deporte tranquilo y ecol¨®gico. Seg¨²n dice, porque la piragua no contamina, no hace ruido, ni altera la naturaleza: "Yo tampoco da?o a los peces. As¨ª que me parece una buena forma de pasar el tiempo". Dicho as¨ª, no suena nada mal.
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