?Mujer, al fin!
La estupidez del d¨ªa es la de las ministras posando con vestidos de modistas famosos para Vogue. De ellas menos que de sus cr¨ªticos. Digo estupidez y pienso: la situaci¨®n en que nos encontramos todos. Nunca imagin¨¦ a Pasionaria, a Federica Montseny, a Victoria Kent o a quien fuera -Urraca Pastor, Concepci¨®n Arenal, Concha Espina- haciendo de modelos. Pero eran mujeres impulsadas por unos valores intr¨ªnsecos independientes de su sexo, y ¨¦stas forman parte de una "discriminaci¨®n positiva" que las extremistas del feminismo aceptan, pero a condici¨®n de que tengan un comportamiento no femenino, y las acusan de "floreros".
No s¨¦, insisto en que todo me parece una estupidez; disparate el cupo favorable, pero disparate ¨²til. Pero nada tan dentro de la estupidez global como la cr¨ªtica pol¨ªtica pepista. Uno dice que "lo de la vivienda, la financiaci¨®n de la sanidad, el IVA de los discos y libros y la gesti¨®n cultural es cosa de t¨¦cnicos. Espa?a se merece un Gobierno mejor" (Luis Losada Pescador). Para El Mundo son "las ministras de Zapatero", merecen tres columnas de primera, un editorial, dos art¨ªculos. "Socialismo de aceites", dice uno de Ra¨²l del Pozo (estoy seguro de que el culto hablista puso afeites, o sea cosm¨¦ticos; y se lo corrigi¨® alg¨²n vigilante), refiri¨¦ndose a las "alegres chicas de Zapatero", para remedar a las "alegres chicas de Colsada", coro en las revistas teatrales del promotor. En Abc: "?sa no es la mejor manera de contrarrestar la escasa popularidad de las protagonistas ni conseguir un mayor reconocimiento de su labor pol¨ªtica en los sondeos del CIS" (Luis Ignacio Parada). Y yo mismo, no s¨¦ que hago aqu¨ª con este asunto rid¨ªculo; me justifico en la denuncia de la estupidez general de la cuesti¨®n y, a lo mejor, esta denuncia es realmente innecesaria, y la estupidez es, tambi¨¦n, positiva. Lo negativo, para algunos, es eficaz: es diab¨®lico, dec¨ªa un antiguo, y la oposici¨®n es un cuerpo que niega todo.
("?Mujer, al fin!", frase de folletinistas o novelistas machos. La hero¨ªna era dura, inflexible, mandaba y ordenaba pero, "mujer, al fin", lloraba, amaba, maternizaba: porque "dentro del coraz¨®n, tiene un ni?o dormido" (Mart¨ªnez Sierra). Y Lope, que se pirraba por ellas: "Quiere, aborrece, trata bien, maltrata / y es la mujer, al fin, como sangr¨ªa / que a veces da salud y a veces mata". Qu¨¦ antiguo es todo, qu¨¦ trabajo cuesta borrar lo est¨²pido).
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