"A m¨ª me salv¨® el amor"
Un piso austero en la Travesera de Gracia barcelonesa. Jaume ?lvarez lame con humor sus heridas de h¨¦roe desconocido ante la at¨®nita mirada de su hijo var¨®n.
Pregunta. ?Qu¨¦ le hizo decidirse por los republicanos?
Respuesta. Yo no era nada pol¨ªtico, ?trabajaba de pe¨®n! Pero mi padre muri¨® en el 34; mi madre, en el 36, y a mi hermano, que era de las Juventudes Libertarias, lo mataron en Huesca. Eso me hizo alistarme con 17 a?os.
P. ?C¨®mo huy¨® tras la derrota?
R. Iba herido, y recuerdo que llegamos a la frontera y me dieron a elegir: si volv¨ªas a Espa?a, te daban un pan y una lata de sardinas; si segu¨ªas a Negr¨ªn, un pan, una lata para 20, ?y maric¨®n el ¨²ltimo!
P. Eligi¨® quedarse.
R. Me qued¨¦ en Francia, naturalmente. Estuve en una chabola de mantas en Argel¨¨s sur Mer y luego en otros campos algo mejores. En septiembre del 39 estall¨® la guerra y nos pusieron otro dilema. O una compa?¨ªa de trabajo, o alistarse en la Legi¨®n para luchar con los franceses, o volver a Espa?a. Eleg¨ª la Legi¨®n. Me toc¨® otra vez luchar y aguantar el tipo. Nos cargamos a bastantes alemanes. Pero ca¨ªmos presos en la L¨ªnea Maginot, que era una mierda de l¨ªnea.
P. ?Y despu¨¦s?
R. A Alsacia en tren y luego otro tren. En vagones de 40 pasajeros ¨ªbamos 80 y sin ventilaci¨®n.
P. ?C¨®mo fue el viaje?
R. Ol¨ªa a mierda y nos jug¨¢bamos la vida a las cartas. Yo lo perd¨ª todo, pero era igual. Al d¨ªa siguiente, al que gan¨® se lo quitaron todo los alemanes en Stuttgart.
P. Y el viaje sigui¨®.
R. S¨ª. Primero nos llevaron al Stalag 17 B, cerca de Viena, y luego, a Oflak, un campito peque?o. Ten¨ªamos que trabajar en la cantera y en la carretera. All¨ª muri¨® el primer espa?ol, un asturiano. Los otros 32 le montamos un entierro con una corona de amapolas rojas que los alemanes se quedaban parados. Un cabrito de cura franc¨¦s quiso rezar y le dijimos: "Nosotros somos rojos espa?oles y no queremos que nos ensucie ninguna sotana negra". Los alemanes lo entendieron y le dijeron que se fuese.
P. ?Y qu¨¦ pas¨® luego?
R. Nos trataron bien hasta que Serrano Su?er se entrevist¨® con los jefes nazis. Le preguntaron qu¨¦ hac¨ªan con los rojillos que ten¨ªan por all¨ª y ¨¦l contest¨®: "Matadlos, son ap¨¢tridas". Un d¨ªa lleg¨® la Gestapo y nos interrogaron. Nos reunieron en una explanada y un soldado alem¨¢n, El Sacarina, que me ten¨ªa mucho aprecio, me dijo: "Da todo lo que tengas de valor a alguien en quien conf¨ªes. A donde vas es ir¨¢s y no volver¨¢s".
P. Mauthausen.
R. Justo. Al salir del tren vi los trajes a rayas, y pens¨¦: "Qu¨¦ raz¨®n ten¨ªa Sacarina". Nos ducharon y no nos dejaron un pelo en el cuerpo. A cada uno nos dieron un distintivo. Los espa?oles, azul con una S; los franceses, rojo con una F; los gitanos, negro; los homosexuales, rosa; los jud¨ªos, la estrella de David; los alemanes asesinos, tri¨¢ngulo verde; los alemanes pol¨ªticos, rojo... ?Aquello era la Torre de Babel! Yo era el 4.534.
P. ?Qu¨¦ trabajos le mandaron?
R. La cantera, la carretera, y luego hacer una f¨¢brica para repasar motores de aviones. En una de ¨¦sas nos bombardearon los aliados. ?Salimos como pudimos!
P. ?Y qu¨¦ com¨ªan para resistir?
R. ?Nabos! Bueno, y un taz¨®n de achicoria por la ma?ana, y a la noche un pan tan negro que sal¨ªan llagas en la boca, con 20 gramos de salchich¨®n o con mermelada o reques¨®n.
P. ?Con eso sobrevivi¨®?
R. ?A ver c¨®mo! Si te prostitu¨ªas, los alemanes te daban m¨¢s, pero eso ya depend¨ªa de cada cual.
P. ?Y c¨®mo pudo aguantar?
R. Pensando que saldr¨ªamos al d¨ªa siguiente y cag¨¢ndome continuamente en su madre.
P. ?A qu¨¦ ol¨ªa en Mauthausen?
R. La chimenea del crematorio no paraba. Sal¨ªa un olor agridulce. Nos mataban como a perros. A tiros, en el coche fantasma (un autocar en el que te met¨ªan para asfixiarte), con gas o en el pasillo del crematorio: te dec¨ªan que subieras a un alt¨ªmetro para medirte y te daban el tiro en la nuca.
P. ?Usted se libr¨® por listo o por duro?
R. ?Por listo! La dureza la ten¨ªan los alemanes. Organiz¨¢ndonos para comer, robando... Lo ¨²ltimo horrible que pas¨¦ es que nos mandaron a la estaci¨®n. ?Un chollo! Pero cuando llegamos nos pusieron a descargar vagones de cad¨¢veres. Los tra¨ªan para quemarlos, en los campos del Este no quer¨ªan dejar pruebas y los rusos les pisaban los pies. Pero eran tantos que no los pod¨ªan quemar a todos. Mis compa?eretes se pusieron malos, y un ruso y yo aguantamos desde las ocho de la ma?ana hasta las cinco de la madrugada d¨¢ndole. Ah¨ª agarr¨¦ el tifus.
P. Como remate.
R. Exacto. Me salvaron con una inyecci¨®n. Perd¨ª el conocimiento y cuando despert¨¦ est¨¢bamos liberados. En el delirio me fum¨¦ tres paquetes de tabaco.
P. ?A qu¨¦ cree que se debi¨® su resistencia?
R. ?Ni yo lo s¨¦! Ten¨ªa 24 a?os y pesaba 32 kilos. Todav¨ªa no me creo haber sobrevivido...
P. Luego volvi¨® a Francia.
R. S¨ª, pero antes no nos dejaban salir del campo. Durante d¨ªas no sab¨ªa ni qui¨¦n era. En Par¨ªs me preguntaban el nombre y dec¨ªa: 4534, 4534. Luego fuimos recuper¨¢ndonos. Los franceses, que al principio nos trataron muy mal, luego se enmendaron: estuve en un hotel en Par¨ªs comiendo pan con mantequilla dos d¨ªas.
P. ?Y despu¨¦s?
R. A casarme con Encarna. Era mi amiga del colegio. Tuve su foto conmigo todos los d¨ªas. Sal¨ª por ella. Me salv¨¦ por amor. Dec¨ªa: "Tengo que abrazarla".
P. Y ella le esper¨®.
R. Me esper¨® 10 a?os. Tuvimos dos hijos. Y hace 14 a?os se muri¨®. Una peritonitis. La mat¨® un m¨¦dico. La vida es una mierda, co?o.
P. ?Fue m¨¢s duro eso que el campo?
R. S¨ª, ?eso fue m¨¢s duro que todo lo que pas¨¦ en Mauthausen!
La fuerza milagrosa de un tipo sencillo
Ha saltado de un infierno a otro, pero Jaume ?lvarez sobrevive. A sus 83 a?os, con secuelas y pesadillas, encara el horror cont¨¢ndolo con una entereza impresionante. Nadie borrar¨¢ la memoria de su lucha por la libertad: la Guerra Civil, los campos franceses, los cuatro a?os pasados en Mauthausen, donde regate¨® al exterminio y resisti¨® lo imposible con una rara mezcla de rabia y esperanza. ?lvarez es uno de los 2.000 espa?oles que sobrevivieron entre los 8.000 que llegaron a ese campo. Pero a la vez es ¨²nico: a ¨¦l le salv¨® el recuerdo de Encarna. La conoci¨® de ni?o y fue su mujer.
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