A ?ngel ?lvarez, que viaj¨® por los cielos
?ngel ?lvarez surcaba los cielos del Atl¨¢ntico norte, operando la radio de un cuatrimotor de Iberia, l¨ªneas a¨¦reas de Espa?a, cuando la mitad de los ciudadanos de este pa¨ªs viaj¨¢bamos en sucios trenes nocturnos que siempre iban hacia el norte.
Durante muchos a?os el smooth operator vol¨® a la ciudad de Nueva York, la meca cultural del siglo XX, y cuando volv¨ªa al Madrid del chotis y la represi¨®n de los a?os sesenta, en una doble vida que muy bien pod¨ªa ser la misma, cambiaba el micr¨®fono de la cabina del piloto por el de la radio, y sin metamorfosis alguna, sin las imposturas vocales que pide el medio, casi sin quitarse la gorra de plato, nos pon¨ªa la mejor m¨²sica del planeta que tra¨ªa en la bodega de su avi¨®n.
La m¨²sica que despert¨® a toda una generaci¨®n: el rock&roll.
?l contribuy¨® de manera directa a que se establecieran las primeras vocaciones rockeras en Madrid. Nos alert¨® de que otro mundo era posible, ¨¦l lo sab¨ªa porque pasaba unos d¨ªas a la semana en la libertad de la metr¨®poli, buscando discos con que alimentar nuestros sue?os.
Lo escuch¨¦ por primera vez en La Voz de Madrid, al poco tiempo de apearme del vag¨®n de tercera que me sac¨® del tiempo congelado de la ciudad encantada.
Su voz era tan sugerente, tan extraterrestre su forma de decir Bob Dylan, Johnny and the Hurricanes, The Everly Brothers, que qued¨¦ fascinado con el poder hipn¨®tico de su susurro.
Desde su nutritivo, m¨ªtico e inici¨¢tico programa de radio Caravana Musical, y gracias a ?ngel, nunca estuvimos hu¨¦rfanos de rock en este pa¨ªs, y su puente a¨¦reo particular se convirti¨® en la embajada de la m¨²sica popular americana que, probablemente, no se editar¨ªa nunca aqu¨ª.
Sus programas de radio, sostenidos con el aliento y el pulso del comunicador nocturno, su maestr¨ªa para cabalgar el disco y encajar el nombre del artista, su emocionalidad, el amor por sus Series Doradas, tendr¨ªan que ser materia de obligado estudio en las escuelas actuales de radio.
Uno de los recuerdos m¨¢s placenteros de mi carrera fue escuchar por primera vez mi m¨²sica en su Vuelo 605. Era de noche, pusimos la radio. El coche nos llevaba de pueblo en pueblo en aquel verano de 1980, era la gira del Rocanrol Bumerang.
Sobre los primeros acordes de Santa Luc¨ªa, el smooth operator, operando sobre las emociones de las guitarras de John Parsons, dijo: "Esta noche, en el morro del jet viaja con nosotros un artista de Granada, Miguel R¨ªos. A menudo me recuerdas a alguien...", mi voz sustituy¨® la suya, mientras a mi izquierda la l¨ªnea continua, la l¨ªnea alterna, al frente las luces largas, las luces cortas.
Yo emocionado pensaba, como hoy, gracias, ?ngel, gracias. Long live rock&roll.
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