Las dificultades impredecibles
Cu¨¢nto le molestaba a Marta encontrarse frente a dificultades, m¨¢s que imprevistas, impredecibles. Buscar la carta que acababa de escribir y no encontrarla, revolver la casa buscando el libro que contiene el dato necesario, encontrar atasco de tr¨¢nsito el d¨ªa que m¨¢s temprano debe llegar a su trabajo, que se borre de la pantalla irreversiblemente y porque s¨ª el documento en el que estuvo trabajando toda la ma?ana...
Eso acababa de pasarle. Algo debi¨® hacer sin darse cuenta, pero no acertaba a adivinar qu¨¦. Dos carillas y media escritas en ingl¨¦s, con el esfuerzo de un tit¨¢n, esfumadas en el aire sin dejar rastro.
En lugar de llorar o patalear en un berrinche decidi¨® entrar en la p¨¢gina de palabras... y escribi¨®
Quiz¨¢ podamos aprender algo de esta historia: que sea la serenidad y no la desesperaci¨®n la que nos acerque a encontrar la llaveLas dificultades impredecibles
FURIA E IMPOTENCIA
...Marta Morris, una escribana nacida en Costa Rica, viv¨ªa en una casa en las afueras de Nueva York. Ella hab¨ªa sido elegida para elaborar y fiscalizar la firma de un contrato muy importante entre dos enormes empresas. Hab¨ªa trabajado durante semanas puliendo ese contrato para que todo llegara a buen t¨¦rmino.
El lunes pactado para la firma, ella despidi¨® a sus hijos y a su esposo, tom¨® su malet¨ªn y sali¨®, cerrando la puerta tras de s¨ª.
Apenas bajar la escalera de la entrada, not¨® que hab¨ªa olvidado el malet¨ªn con el contrato dentro de la casa... Cuando volv¨ªa a buscarlo record¨® que las llaves de la puerta tambi¨¦n estaban ?dentro del malet¨ªn!
Desesperada por lo que representar¨ªa para su futuro profesional no firmar el contrato ese d¨ªa, empez¨® a empujar la puerta para ver si consegu¨ªa abrirla.
Intent¨® hacer palanca con una rama, mir¨® buscando una ventana olvidada abierta, quiso girar la cerradura con una horquilla... pero no tuvo ¨¦xito.
Marta cuenta que empez¨® a gritar de furia. Tanto que el cartero que tra¨ªa la correspondencia se detuvo a preguntarle qu¨¦ le pasaba. Marta Morris le cont¨® toda la historia y el hombre conmovido intent¨® ayudarla, pero la puerta no ced¨ªa.
-?Nadie tiene otra llave? -pregunt¨® el hombre del correo.
-S¨ª, mi vecino -contest¨® Marta- pero tuvo la mala idea de irse el fin de semana afuera.
Genuinamente apenado el cartero dijo que lo lamentaba, dej¨® sus cartas y se fue.
Marta volvi¨® todav¨ªa a patear la puerta, pero no pudo abrirla.
Despu¨¦s se sent¨® en el primer escal¨®n de la entrada llorando desconsolada.
Tanto esfuerzo, tanta ilusi¨®n, tanto trabajo, para nada.
De reojo mir¨® la correspondencia y vio una estampilla de Australia, donde viv¨ªa su hermana Nancy. Quiz¨¢s para huir de su angustia, Marta abri¨® la carta y ley¨®:
Querida hermana, te escribo esta carta para contarte lo bien que me sent¨ª estas dos semanas que pas¨¦ con tu familia... y tambi¨¦n para pedirte disculpas. Resulta que el jueves anterior a mi partida llegu¨¦ muy temprano a la casa y como no hab¨ªa nadie me anim¨¦ a pedirle la llave de tu casa a tu vecino. Con la emoci¨®n de la despedida me olvid¨¦ de devolv¨¦rtela. Dentro del sobre te env¨ªo la llave que me traje, ojal¨¢ no te haya ocasionado problemas mi descuido... Nancy.
Quiz¨¢ podamos aprender algo de esta historia. Quiz¨¢s que terminar de llorar lo que no fue y dejar de patear nuestro enojo nos deje m¨¢s a las puertas de donde queremos estar. Quiz¨¢s que sea la serenidad y no la desesperaci¨®n la que nos acerque verdaderamente a encontrar la llave o aunque m¨¢s no sea nos permita buscarla m¨¢s inteligentemente.
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