El 'seguroso' y Fidel
En el lenguaje popular cubano, seguroso es el miembro de la Seguridad del Estado, en sus distintas versiones: el polic¨ªa, el delator, el confidente. Norberto Fuentes, de paso magn¨ªfico escritor, reuni¨® todas esas condiciones a lo largo y ancho de su prolongada colaboraci¨®n con la dictadura de Fidel Castro. Lo cuenta el tambi¨¦n exiliado C¨¦sar Leante: cuando en 1971 tiene lugar la abyecta confesi¨®n p¨²blica de Herberto Padilla, prueba del cord¨®n umbilical que un¨ªa y une castrismo y estalinismo, su amigo Norberto Fuentes juega la carta de la insobornable pureza revolucionaria. No se doblega, como otros. Farsa. Claro, est¨¢ a cubierto desde arriba y esa manifestaci¨®n fraudulenta de hombr¨ªa y de sinceridad se explica porque interesa que siga representando su papel. El hombre a quien encontramos, en su Dulces guerreros cubanos, en compa?¨ªa de Garc¨ªa M¨¢rquez y de Ra¨²l Castro, pero tambi¨¦n refiriendo manejos con Perote en la casa de Mario Conde, no es, pues, un tipo simp¨¢tico, a pesar de su dominio del lenguaje. Representa la cara oscura de una revoluci¨®n que pronto se traicion¨® a s¨ª misma, por deseo expreso de su l¨ªder, con la participaci¨®n de personajes como ¨¦l y mediante un recurso permanente tanto a la vigilancia obsesiva como a la violencia. Fuentes es al mismo tiempo un macho puro y duro, satisfecho de s¨ª mismo hasta la saciedad. A quien, no obstante, es preciso leer. Como buen seguroso situado en los aleda?os del poder, gozando de la confianza del l¨ªder supremo, ha llegado a saber muchas cosas. Otra cosa es que debamos fiarnos de todo lo que nos cuenta.
LA AUTOBIOGRAF?A DE FIDEL CASTRO, I. EL PARA?SO DE LOS OTROS
Norberto Fuentes
Destino. Barcelona, 2004
886 p¨¢ginas. 30 euros
Tal vez lo m¨¢s juicioso sea admitir la informaci¨®n transmitida para las etapas menos implicadas en la formaci¨®n del r¨¦gimen dictatorial, como es la juventud de Fidel, y leer con cautela cuanto implica la presentaci¨®n de una coyuntura pol¨ªtica. No es la primera vez que un exiliado, en apariencia de oposici¨®n, conserva el cord¨®n umbilical que le vincula de un modo u otro con quienes han sido sus perseguidores. Ahora bien, ser¨¢ en el siguiente volumen, a partir de 1959, cuando dicha cautela habr¨¢ de ser puesta seriamente a prueba.
Escrita en primera persona, esta ficticia autobiograf¨ªa no consigue una reconstrucci¨®n del estilo de Castro. Quiz¨¢ tampoco lo pretende y ello ya es un regalo hecho al dictador: prestarle la excelente prosa de Fuentes, de la que el lector puede disfrutar en pasajes memorables, tales como las descripciones de las voraces relaciones amorosas o el relato de la conspiraci¨®n de Batista. Los retratos de personajes son asimismo magn¨ªficos: pienso entre otros muchos en los de Naty Revuelta y de Martha Frayde. Flaquea en cambio con frecuencia la dimensi¨®n estrictamente pol¨ªtica, donde lo que cuenta Fuentes apenas a?ade nada a lo ya conocido muchas veces, mientras en otras ocasiones tropezamos con el vac¨ªo. Eso no excluye la aparici¨®n aqu¨ª y all¨¢ de fogonazos reveladores: caso de la lectura y el impacto del Estado y la revoluci¨®n de Lenin. En conjunto, un libro que sin duda gustar¨¢ al viejo dictador que por estos d¨ªas, el 13 de agosto, alcanz¨® los 78 a?os y se acerca a los 45 a?os de ejercicio solitario del poder.
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