La verdad y la realidad
El autor, tras proclamar que la verdad pol¨ªtica y la judicial tienen distintos rostros, sostiene que la comisi¨®n deber¨ªa corregir las posibles deficiencias del pasado.
La verdad y la realidad casi nunca van de la mano. La b¨²squeda de la "verdad pol¨ªtica" es una tarea casi siempre inalcanzable. El debate sobre la verdad pertenece al mundo de la filosof¨ªa. Cuando parece que la hemos alcanzado comienzan las dudas y se abren espacios de incertidumbre. Como nos recuerda Habermas interpretando a Kant, la realidad es, la m¨¢s de las veces, decepcionante y nos advierte de que no podemos tener un acceso inmediato a una realidad que no haya sido previamente interpretada o desnudada.
Nuestra Constituci¨®n, enlazando con la mas s¨®lida cultura democr¨¢tica, autoriza al Congreso y al Senado a poner en marcha comisiones para investigar cualquier asunto de inter¨¦s p¨²blico.
Sus objetivos se habr¨¢n cumplido si consigue establecer conclusiones eficaces
Se han agotado hasta el hast¨ªo las preguntas y se han vertido opiniones interesadas
Cuando el objeto de la investigaci¨®n coincide con hechos inequ¨ªvocamente delictivos, la andadura judicial y la parlamentaria pueden perturbarse mutuamente. No soy partidario de llamar a la sede parlamentaria a los principales actores del proceso penal: jueces, fiscales y, por supuesto, a los imputados. Si exponen lo que conocen por raz¨®n de su cargo, pueden poner en peligro la validez de las pruebas. Si se escudan en el secreto de las actuaciones, su comparecencia es in¨²til.
La "verdad pol¨ªtica" y la verdad judicial tienen distintos rostros. A los ¨®rganos judiciales les corresponde la dif¨ªcil tarea de reconstruir el pasado, aun siendo conscientes de que s¨®lo pueden verlo como en un espejo, con los destellos que les proporcionan las diferentes versiones que van recopilando.
En todo caso, nunca podremos descifrar los oscuros y profundos motivos que est¨¢n detr¨¢s de cada ser humano, cuando comete un hecho delictivo. Para llegar al fondo de la conciencia no son suficientes los psic¨®logos, ni los m¨¢s profundos conocedores de las ciencias del esp¨ªritu.
La verdad se compone de diversos retazos, inevitablemente subjetivos. Cualquier pretensi¨®n de estar en su posesi¨®n resulta insostenible y pretenciosa. Desde el punto de vista de la inteligencia y la raz¨®n, los factores psicol¨®gicos, intuitivos, ideol¨®gicos, anal¨ªticos, educativos, formativos y sociales son unas variables que s¨®lo nos permiten, con mayor o menor capacidad de convicci¨®n, transmitir a los otros cual es nuestra percepci¨®n de la realidad y por qu¨¦ la consideramos ajustada a la verdad de lo sucedido.
La realidad, por el contrario es tenaz y tozudamente objetiva. Es la que es y no caben maquillajes o adaptaciones que difuminen el cuadro inmodificable de los hechos. Podemos llegar a establecer nuestras conclusiones sobre los hechos, pero nunca podremos afirmar que se ajustan mim¨¦tica y milim¨¦tricamente a los componentes reales que los han configurado.
La objetividad no es la suma de realidades m¨¢s o menos homog¨¦neas o coincidentes. Resulta parad¨®jico comprobar que la objetividad es el resultado de un pleno y profundo ejercicio de subjetividad. La conclusi¨®n obtenida configura una realidad disecada despu¨¦s de eliminar, en un proceso selectivo de posibilidades, aquellas que personalmente no nos parecen racionales.
Desconocer estas limitaciones y afirmar soberanamente que la conclusi¨®n establecida es la ¨²nica verdad, alumbrada por m¨¢gicas y sabias intuiciones, constituye un acto de soberbia y de arbitrariedad, inadmisible en una sociedad democr¨¢tica
Al fin y al cabo, la legitimidad de las conclusiones obtenidas y el respeto a estas decisiones s¨®lo cala en la sociedad si efectivamente comprende el esfuerzo realizado para desentra?ar la realidad y admite las dificultades para llegar a la verdad. Por supuesto, la verdad absoluta s¨®lo est¨¢ en manos de los dioses o de sus representantes en la tierra.
Los sucesos del 11 de marzo conmocionaron a la totalidad de la poblaci¨®n espa?ola y sus ecos se escucharon en todos los rincones del mundo. El suceso fue de tal envergadura que exige un an¨¢lisis desde las m¨¢s diversas perspectivas. Est¨¢ en marcha una investigaci¨®n judicial para averiguar la identidad de los autores restantes y la ideaci¨®n y preparaci¨®n de la masacre.
Esperemos que la actividad judicial nos permita descifrar cu¨¢l es la realidad y cu¨¢l la verdad subyacente, sobre sus or¨ªgenes, planificaci¨®n y desarrollo.
La Comisi¨®n de Investigaci¨®n parlamentaria profundiza sobre el antes y el momento que llev¨® a un grupo de fan¨¢ticos, a realizar una masacre de consecuencias inconmensurables. Su perfil se refleja de forma n¨ªtida en su comportamiento posterior. Cuando iban a ser detenidos entonaron cantos de muerte y se inmolaron.
Alentar un debate sobre posiciones aprior¨ªsticas, sin concesi¨®n o resquicio alguno para las tesis contrarias, sin matizar ni analizar los hechos que se van conociendo, es un ejercicio est¨¦ril que ofende la sensibilidad y el sentido com¨²n de los ciudadanos.
Los hechos son los que son. Han sido masivamente difundidos y desmenuzados. En las hemerotecas existe una exhaustiva informaci¨®n sobre la evoluci¨®n de los acontecimientos. Las horas, los minutos y los segundos, han sido reproducidos de manera rigurosa por los medios de comunicaci¨®n. Los datos derivados de las percepciones personales de los que estuvieron en contacto m¨¢s directo con los escenarios de la tragedia tambi¨¦n han sido difundidos. Se han agotado hasta el hast¨ªo las preguntas y se han vertido opiniones interesadas, que cada uno recoge seg¨²n sus posicionamientos personales. Nadie puede dudar de la autor¨ªa de grupos que forman parte de la poblaci¨®n de pa¨ªses ¨¢rabes o magreb¨ªes, cuyos fines o prop¨®sitos todav¨ªa no estamos en condiciones de descifrar.
Tenemos informaci¨®n suficiente para que cada uno, en su madurez de criterio o con sus condicionamientos personales, absolutamente respetables, saque las consecuencias que estime m¨¢s ajustadas a la realidad. Si su juicio cr¨ªtico les ha servido o no para variar el voto, a pocas horas de unas elecciones generales, es algo que s¨®lo el votante puede valorar. Me parece una falta de respeto a la cultura democr¨¢tica de los ciudadanos, intentar explicarles la verdad y reprocharles frivolidad, inconsistencia mental o simple reacci¨®n acomplejada por el temor, al determinar el sentido de su elecci¨®n pol¨ªtica el d¨ªa 14 de marzo.
A la vista de la experiencia acumulada en sucesivas comisiones de investigaci¨®n es aconsejable introducir variaciones en el formato y en el desarrollo de las sesiones. El escenario parece puramente simb¨®lico, pero tiene su significado. Ninguna comisi¨®n parlamentaria coloca a los comparecientes en un plano m¨¢s elevado que los comisionados. La tradici¨®n norteamericana que vemos en televisi¨®n, nos muestra a los declarantes, aunque sean ex presidentes de la naci¨®n, bajo el estrado de la comisi¨®n. Nunca se debe confundir el interrogatorio con una intervenci¨®n que tiene su verdadero sentido en el hemiciclo. Los interrogatorios tienen que ser m¨¢s precisos y sin largos discursos previos. El presidente debe llamar al orden y pedir concreci¨®n, sin admitir preguntas capciosas o impertinentes. Recabar opiniones es m¨¢s propio de una interpelaci¨®n parlamentaria que de una investigaci¨®n.
Estos cambios de configuraci¨®n har¨¢n sus sesiones m¨¢s interesantes y facilitar¨¢n su seguimiento por los ciudadanos.
En definitiva conviene advertir que, sus objetivos se habr¨¢n cumplido si consigue establecer conclusiones v¨¢lidas y eficaces para afrontar la cuesti¨®n sometida a investigaci¨®n y propone soluciones eficaces para corregir las posibles deficiencias del pasado.
Sin duda habr¨¢ futuras oportunidades para recabar la voluntad de los electores. Si alguien considera que fue a las urnas con un criterio equivocado, podr¨¢ f¨¢cilmente rectificar. Para ello le basta con recordar el pasado y reflexionar sobre el futuro que tiene en su manos.
Jos¨¦ Antonio Mart¨ªn Pall¨ªn es magistrado del Tribunal Supremo.
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